“La historia es completamente verdadera, puesto que la he imaginado de principio a fin”. Así se expresa Boris Vian antes de empezar su novela La espuma de los días, de la que es libre adaptación la película de Michel Gondry. La traslación que hace Vian de imaginación a escritura no permite una identificación exacta con la película, puesto que ésta, por definición, es una creación en imágenes, directamente.
Pero las imágenes de Gondry remiten a periodos, a vidas, muy diferentes. Así, encontramos mucho de Méliès y sus trampantojos y máquinas mecánico-oníricas. También de Julio Verne y, por ejemplo, sus “Veinte mil leguas de viaje submarino”, con regusto a la versión de Walt Disney. También, según confesión del director, hay imágenes que le acompañan desde su primera lectura, en la infancia, del libro de Vian.
Apabullante puede resultar la acumulación de efectos en los primeros minutos de metraje. Después, insensiblemente, las aguas van encontrando su cauce. La presentación del trío protagonista masculino, Colin, Romain Duris, su criado Nicolas, Omar Sy y su amigo Chick, encarnado por Gad Elmaleh, instalados en el apartamento parisino con vistas de Colin, rebosa dulzura y candor.
El mismo candor que inspira y emana la protagonista femenina, Chloé, Audrey Tautou, que aparece por primera vez en otro apartamento de lujo, más sólidamente instalado, aunque no en el imaginario poético, que el primero. Aquí también es presentada Alise, Aïssa Maïga, que será el amor de Chick. El trío de parejas se completa con Isis de Ponteauzanne, Charlotte Le Bon, burguesa enamorada de Nicolas.
No podemos esperar grandes alardes interpretativos en una película francesa de dulce y bella surrealidad. En efecto, para el espíritu francés, cartesiano por antonomasia, la irrupción de la irracionalidad, sin acotar, sin contención, como es aquí el caso, sólo puede ser adscrita a la infancia, incluso a la primera infancia, sin escolarizar en la escuela nacional, pública y laica.
La alienación, a pesar del personaje de Jean-Sol Partre, Philippe Torreton, no tendrá lugar pues la infancia no es su territorio. Así, no hay espejos rotos en los que no se reconocen los personajes sino espejos líquidos, de ninfas y tritones, y otras especies acuáticas.
De este modo, la actuación está siempre al borde del ridículo, o bien de lo inane. No es un defecto de la concepción del film sino una consecuencia lógica de las coordenadas socioculturales en las que se encuadra.
Al borde del ridículo crecerá un nenúfar en el pulmón derecho de Chloé, pero sin embargo, la historia sigue adelante. ¿Cuál es el motor de la trama? El desenvolvimiento de las tres parejas que encarnan respectivamente, de forma sui generis, en su caso, la fantasía (Colin-Chloé), la alienación satirizada (Chick-Alise) y la sólida trabazón del trabajo y el capital (Nicolas-Isis).
Si bien inicialmente Colin es una persona económicamente acomodada, lo es siempre un poco fantasiosamente, como fantasioso es su apartamento, su relación jerárquica con Nicolas, su dinero puro y sin exposición a la usura o el rendimiento: es una cantidad fija que bajará insensiblemente hasta desaparecer. Cuando Colin tenga que trabajar para sostener los gastos de la enfermedad de Chloé no conseguirá sino fantasear con el casus belli que implican las relaciones laborales y echará metafóricamente a perder sus “armas” laborales.
Chloé da fuerza y vida al proyecto vital de Colin, tanto en la fase de enamoramiento y cortejo a bordo de la bella nube-cisne del amor como en la supuesta seriedad de la vida matrimonial, simbolizada con la fantástica flor que le crece en el pecho y la matará. Chloé es una criatura sensual y un tanto anodina, encarnación de la canción de Duke Ellington.
En su última parte la película va camino progresivamente de la oclusión. El apartamento se va desmigajando y diluyendo, los personajes van desapareciendo y el color da paso al blanco y negro. En ningún modo atendemos a otra cosa que a la poética de la historia, no nos sentimos compungidos por la previsible muerte de Chloé y otras desgracias. Somos imágenes, imágenes de la película de Michel Gondry. Quiero decir, que si nos identificamos es con el tenor visual, que, evidentemente tiene un color afectivo, pero no lo personalizamos en modo alguno.
En este sentido adherimos a la frase inicial de Vian “La historia es completamente verdadera, puesto que la he imaginado de principio a fin”, comprobando que Gondry ha acertado plenamente en dar visualmente el sentido último de la novela. Del caleidoscopio al negro es la imagen que nos queda en la cabeza cuando concluimos el visionado de La espuma de los días.
La espuma de los días, de Michel Gondry, se estrenó en España el 27 de septiembre de 2013.
Con críticas así, alejadas de adjetivos superfluos y tan llena de imágenes mentales da gusto asistir al cine para comprobar lo que cuentas. Espero que me guste.
Espero que así sea, Juan. Tienes mis mejores augurios y si mi opinión te sirve de algo, ya tienes eso ganado.