Nacho Cabana es uno de los guionistas de televisión más importantes de nuestro país, quizá uno de los que han establecido las bases para la actual ficción televisiva española. Ha estado en series como Médico de familia o Compañeros pero, sobre todo, ha sido coordinador de guiones de Policías, quizá su trabajo más personal en el medio. Quiere esto decir que los géneros policiaco y negro no le son ajenos y que no es La chica que llevaba una pistola en el tanga su primera inmersión en ellos.
El autor también ha sido guionista de varias series en México —es un gran conocedor de la cultura de aquel país, director de Tres caídas, un extraordinario y recomendable documental sobre la lucha libre mexicana— y es allí, en el violento y fascinante Distrito Federal, donde está el germen de esta novela.
Violeta es una inspectora de policía española sin respeto por las normas, adepta a los locales liberales donde se entrega al sexo en grupo, de pistola fácil y fuerte carácter; su compañero Carlos vive una enfermiza relación de pareja y siente fascinación por ella; Pedro es un español emigrado al DF, donde malvive conduciendo un taxi y sueña con sacar adelante a Itzel, su esposa mexicana, y a Olga, su pequeña hija, a la que quiere dar un hermano; Vergasanta, Correa, Éder o Cristina —un hombre pese a su nombre femenino— son delincuentes internacionales que se dedican a la trata de blancas, especialmente menores de edad, la demostración de que al primer lugar donde ha llegado la globalización es al mal; las víctimas son María, Luminita, Roxana o los muchos nombres inventados de cualquier nacionalidad.
Nacho Cabana logra, con todos estos personajes, crear una novela negra, tan negra, que destiñe: persecuciones, tiroteos, investigaciones, asesinatos, violaciones, sospechas… Se mueve entre Madrid, la sierra, la costa levantina, o México DF con agilidad y visitando todo tipo de ambientes, desde la comisaría de la calle Leganitos hasta un motel de carretera en Murcia, desde un botellón en el parque del Oeste hasta un burdel mexicano, desde los mercadillos callejeros de la capital azteca hasta los locales swinger madrileños… Y lo hace cuidando cada acento y cada forma de hablar, españoles, mexicanos, rumanos, colombianos…
La chica que llevaba una pistola en el tanga —mejor guardar el secreto sobre la causa del título— tiene el ritmo vertiginoso habitual en las novelas escritas por los profesionales del guión y una composición tan visual en muchos de sus capítulos que es fácil imaginar los escenarios en los que se desarrolla. También momentos en los que casi se siente la violencia o la angustia de los personajes.
Una estupenda novela que no va a aburrir o dejar indiferente a nadie.
