La Balsa de Medusa, metáfora de la condición humana.

La Balsa de Medusa, metáfora de la condición humana.

Los hombres, no obstante a que se les hace imposible existir en el aislamiento, sienten como un peso intolerable los sacrificios que la civilización les impone para hacer posible la vida en común.

Sigmund Freud

Vuelve a la cartelera está magnifica obra coral que en su día se estreno en La pensión de las pulgas y que ahora podemos disfrutar en la sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez. Es bueno para el teatro rescatar joyas escénicas de salas off y ofertárselas a público de teatros más convencionales. La balsa de Medusa era una clara candidata a ello.

La primera vez que vi esta obra, la cercanía con el público me hizo escribir: La Balsa de Medusa es asfixiante. Es la primera palabra que me viene a la cabeza al comenzar esta reflexión, como cuando te enseñan esas manchas de el test de Rorschach y dices lo primero que te evoca.

Ahora constato la misma sensación, aún en un espacio más amplio que da cabida a más público y que alejado de los personajes según que posición tomen en la grada, también pueden observar el deterioro aunque ya no tan a flor de piel. Pero sigue perdurando la cadencia de la voz, el desorden en la vestidura y el ornamento del espacio para dar esa sensación de angustia asfixiante a través de unos seres humanos impostados, ridículos en sus afectos, que son vivos retratos de la  imagen de una vieja clase que perdura desde antes de la Edad Media.

La decadencia, lo social, la necesidad, la supervivencia…añado después al recordar el montaje orquestado por Manu Bañez con texto de Antonio Escribano. Pero asfixia por encima de todo, considerando que la asfixia es de los muchos propósitos que te provoca el montaje. Asfixiante por lo que cuenta, por el espacio que la contiene, por la opresiva y extraordinaria actuación de actores  y actrices en esa transformación de la absurda pose social a la decadencia absoluta.

Esa sociedad que pasa de la holgura a la asfixia  y  que nos refleja como lo que vivimos, de repente,  se  puede enfrentar a cambios dramáticos. No solo esa sociedad de postín, quizás más afianza en lo material, si no cualquier conjunto de seres humanos a los que les someten a una situación de aislamiento donde lo primario toma de nuevo la conciencia de ser lo más necesario, donde el animal se posiciona por encima del racional en esa definición completa de ser humano y que a veces sesgamos creyéndonos solo intelectuales.

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Cartel del antiguo elenco de La Balsa de Medusa
Antonio de la Fuente, Natalie Pino (ahora Rosa Vivas),Marcial Alvarez, Sara Illán, Antonio Escribano, Josh Sánchez (ahora Mélida Molina).

Una sociedad que no se diferencia en exceso de la de Gericault, el pintor francés romántico autor del famoso cuadro del que toma su nombre la obra, o de la época en la que Buñuel recrea la misma catástrofe que la del naufragio del barco, dentro de una mansión burguesa en la película “El ángel exterminador”.

Del cuadro y de la película parte esta obra, y teniendo dos referencias de semejante calibre, el director se ha rodeado de un elenco a la altura de las circunstancias: Marcial Álvarez, Rosa Vivas (antes Natalia Pinot) Antonio Escribano, Sara Illán, Antonio de la Fuente y  Mélida Molina (antes Josh Sánchez).

Las  incorporaciones a las tablas del nuevo teatro son Rosa Vivas como La señora y Mélida Molina como Blanca. No cambia ni un ápice la esencia del conjunto. Los seis interpretes se compenetran y consiguen una puesta en escena coral, haciéndose cargo cada uno de su personaje con unas herramientas actorales de hilo fino y elegancia escénica, manejando la emoción y el espacio como verdaderos virtuosos. Midiendo distancia y tiempo de evolución para crear una melodía escénica dura, extraña, absurda a veces y siempre muy interesante.

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Escena de la película «El ángel exterminador» de Luis Buñuel (México, 1962)

Una melodía que parte de la exageración, necesaria para la parodia llena de realidad de las falsas apariencias, y que va afinando notas en la debilidad de cada personaje: la responsabilidad cobarde del capitán de barco o anfitrión cirujano (Marcial Álvarez), el cántico sensual y afinado, junto con el lamento  constante de la que quiere formar parte de la sociedad privilegiada (Mélida Molina), la frialdad soberbia, histérica, debil de las formas (Rosa Vivas), la risa cínica y la dependencia del que parece estar de vuelta de todo (Antonio Escribano), el laconismo de la tranquilidad de aceptar las circunstancias porque la desgracia iguala a pobres y ricos (Antonio de la Fuente), la necesidad de afecto en la locura romántica de la más pura adolescencia en cuerpo de mujer (Sara Illán).

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La Balsa de Medusa
(Théodore Géricault, 1819) Museo del Louvre, París.

Todos están encaminados a morir, «morir solos» (como dice el personajes del doctor) pero muriendo en grupo. La aceptación de ese final, agarrándose con uñas y dientes a una vida sin recursos, a una esperanza que se va debilitando es asumida repasando el abanico de posibilidades del hombre ante la desgracia: desde la asunción hasta la negación, pasando por la huida.

Esas notas están virtuosamente tocadas en cada gesto, movimiento o intención desde el principio al fin de la función. Es interesante observar de uno en uno la concentración intensa de los personajes y apreciar los detalles que convierten en un gusto escénico un simple juego de papiroflexia o cómo tomarse una pastilla.

El director convierte las acciones de los personajes en una estrategia de damero de ajedrez, creando un crescendo donde te da jaque mate en un tablero muy reducido en el que apenas tiene capacidad de maniobra. Hace diferentes jugadas, oscilando entre lo real, lo irreal, lo repetitivo y lo simbólico lo que convierte la la obra en un homenaje al maestro Luis Buñuel, tanto desde la dirección  como desde la escritura, que refleja guiños  en partes estructurales y tipos de diálogos.

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Antonio de la Fuente es el mayordomo de múltiples nombres en «La balsa de Medusa» dirigida por Manu Bañez.

Embarca en una alfombra-barca a los náufragos de esta situación incomprensible que no les permite salir de la habitación sin motivo aparente, como pasaba en la película de titulo bíblico pero al final no hay corderos paseándose por la habitación, sino una imagen de cuadro humano donde la modales exquisitos se han convertido en un lobo para el hombre.

Porque aislar al hombre en grupo, privándole de lo esencial, es llevarlo a la muerte colectiva. La Balsa de Medusa es una metáfora hiriente del hombre social en constante cambio.

Titulo: La balsa de la Medusa/Autor: Antonio Escribano/Director: Manu Bañez/ Ayte. de  dirección: Irene Calabuig/ Interpretes: Marcial Álvarez, Rosa Vivas, Antonio Escribano, Sara Illán, Antonio de la Fuente y Mélida Molina

Teatro Fernán Gómez  

Del 3 al 20 de septiembre.

HORARIO:

Martes a sábado – 20:30h
Domingos – 19:30h

Autor

Desde que me recuerdo me han gustado los actos de narración: teatro, literatura, cine... Me apasiona la narración, la psicología y la comunicación y por eso de los caminos no rectos, pero que conducen a lo mismo, acabe estudiando logopedia. He tenido la oportunidad de formarme y trabajar como consultora de comunicación, voz, teatro creatividad y desarrollo personal para diversas entidades y personas. También escribo guiones, obras de teatro, dirijo y actuó. Otra oportunidad que me ha brindado la vida es la de escribir sobre el teatro que se sigue vivo, eternamente vivo, y poder difundirlo.

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