“Todas las familias felices se parecen,
pero las que son desgraciadas lo son cada una a su manera”.
Ana Karenina
Leon Tolstoy
Luis ve en una pequeña tele un programa de ovnis, come pipas, su gesto tiene algo de infantil reflejando concentración y cierta angustia. El salón recuerda a una casa de provincias en las que seguro han vivido alguno de nuestros familiares, por lo que es fácil situarnos y evocar ese entorno que retiene la memoria.
Ese salón se acoge en el hall del Teatro Lara , lugar ideal para albergar el ambiente provinciano y vetusto.
Aparece Max caminando descalzo, con gesto taciturno. Max es alto, elegante, cuidado; en la contraposición de Luis, su hermano.
Comienza a servirse el conflicto. Una historia de familia, con todos sus vericuetos sobre la relación de dos hermanos. Ya desde Caín y Abel , esto ha dado mucha literatura.
Max el fuerte, el moderno. Max que huye de un pueblo que odia para construirse una vida idea en Londres; vida sensata, lógica. Solo un par de fisuras: Max no para de beber, Max oculta su pasado y sus raíces.
Luis, el hermano pequeño, se ha quedado atrapado en la infancia y juega para sobrevivir en un “lugar de provincias”. Se inventa una realidad paralela, donde lo paranormal es un fiel compañero de sus días. Luis y su grabadora de cassete exploran mundos repletos de peligros. Luis es pueril y divertido en sus niñerías. Luis sufre porque José Luis no aparece. José Luis ha sido abducido. Hay un misterio que resolver.
Es cierto que la obra genera tensión pero no sobre el misterio de José Luis que rápidamente lo resolvemos, si no sobre la premisa de encierro y de la tensión subyacente a esa relación entre hermanos, historia de incomunicación, de encuentros y desencuentros.
Vas descubriendo esa relación a través de un texto magnifico-reitero ¡magnifico!- de Pablo Remón, interpretado por un elenco de tres actores muy bien elegidos para crear y generar contrastes entre los personajes (ojala muchos casting tuvieran los mismos matices que los actores seleccionados para esta obra).
Son tres personalidades diferentes: Clara, Max (Maximiliano) y Luis. El antagonismo visual y psicológico se percibe en toda su magnitud en los personajes que representan los dos hermanos. La cara y cruz de una realidad. Lo complementario que se repele. Lo alto y lo bajo. La ilusión pueril y el cinismo de estar de vuelta de todo. La realidad abrupta y la fantasía liberadora.
Destacar la interpretación de Emilio Tomé (Luis) un actor polifacético que llena de matices el complejo personaje del hermano débil.
Francisco Reyes, formado entre New york y España, con su voz rota y cansada junto con una gran dosis de laxitud impregna de frialdad y desmotivación al personaje de Maximiliano; Ana Alonso, actriz formada en Guindalera, da lo mejor de esa escuela al personaje de la mujer intrusa, fría en su expectación, que busca como volver a amar a su marido.
Otro personaje, el catalizador, es una vieja grabadora cassete en la que Luis graba su programa diario sobre lo paranormal, es decir todo lo que esta fuera de sus cuatro paredes. Es un personaje-maquina que sirve de mediador para que cuenten lo que no pueden decirse cara a cara.
Las entrevistas a través de ese pequeño aparato dotan a la obra de un punto de humor inteligente que diluye la neblina de tensión que invade la escena. Muy importante el humor en la obra de Pablo Remón: un humor cotidiano, cercano y muy bien hilvanado.
El proceso de creación de este texto parte de concebir situaciones, desarrollarlas a través improvisaciones con Ana, Francisco y Emilio , que se transcriben para darles forma dramatúrgica. De la situación y el actor con su verdad se crea el personaje. Un proceso que esta constantemente vivo, como las familias.
En este proceso de creación los perfiles de los hermanos y su relación está excelentemente construida, llena de amor, odio y conversaciones teatralmente diseñadas entre la realidad y la dramaturgia de obras con reminiscencias de Pinter, de Shepard y una dosis de la literatura de Galdós o de Clarín.
En el triángulo falla en ocasiones la construcción de la relación entre Clara y su marido Max. Ellos se comunican con excesivas enumeraciones, sin ningún atisbo de amor en sus corporalidad o su tono. Demasiada frialdad para luego descubrir que Clara ama a Max cuando lo encuentra inmerso en un pasado que oculta, porque Max no le oculta una aventura amorosa de adulterio, le oculta un amor y desamor familiar.
Quizá también fallé en algún caso como se han resuelto las transiciones temporales al acomodarlas a un lenguaje teatral y no cinematográfico. Se siente un vacío; puede que tenga que ver con el espacio que acoge la obra o con el mayor conocimiento y experiencia del director en el ámbito audiovisual.
Dicho esto, cuando vayan a ver “La abducción de Luis Guzmán” se encontraran un teatro inteligente y cuidado, con actores que conmueven y un texto que da gusto escuchar.
Déjense abducir por la humanidad cercana que recrea la obra, como dice Luis Guzmán cuando Clara, la mujer guapa, aparece en escena buscando a su marido: “Esto es un drama humano, nos gustan los dramas humanos”
Teatro Lara de Madrid
Viernes 20:15h, sábados 19:15h y domingos 18:15h
Autor y director: Pablo Remón/Reparto y texto adicional: Ana Alonso, Francisco Reyes y Emilio Tomé/Iluminación: Eduardo Vizuete /Escenografía y vestuario: Ikerne Giménez/Producción: Silvia Herreros de Tejada/Mobiliario: Restauradoras Creativas/Diseño Gráfico: Dani Sanchis