Para quien no conozca el argumento de Kamikaze destacar que es bastante original, presentándonos al personaje de Slatan, un ciudadano de Karadjistan, país imaginario dominado por Rusia desde hace un siglo, al que se le encomienda la “honorable” tarea de inmolarse en pleno vuelo Rusia-España, pero que se ve sorprendido inesperadamente por una intensa nevada que obliga a cancelar el vuelo justo cuando estaba a punto de despegar. Entonces todos los pasajeros del avión, incluido un desconcertado Slatan, tendrán que ser alojados durante tiempo indeterminado en un hotel a las afueras mientras dure el temporal, en plena estepa rusa. Este periodo de forzado aislamiento colectivo supondrá replantearse su futuro, así como tratar de reconciliarse con su trágico pasado que le llevó a aceptar tan drástica misión, tras verse obligado a convivir con los particulares viajeros que se suponía iban a ser sus víctimas, cada uno con su propia historia que contar.
En mi opinión, el mayor acierto de este primer largometraje de Alex Pina es el de encuadrarse como una comedia con tintes dramáticos, en una historia con escenas de humor claramente surrealista. Además, en su parte más cómica cuenta con unos diálogos muy conseguidos, rápidos y desternillantes al más puro estilo de la genial “Atraco a las 3” de José María Forqué o incluso “Ninotchka” de Ernst Lubitsch o cualquiera de las películas de los Hermanos Marx. Sin embargo, en su conjunto, quizás su mayor merito pueda resultar, a su vez, el mayor inconveniente contra el que se enfrenta, pues se trata de una comedia con un sentido del humor bastante sano que sin embargo se sitúa en el marco de un auténtico drama humano y social en todas sus vertientes. Esto supone que a pesar de contar con momentos bastante ocurrentes e hilarantes, realmente conseguidos, el hecho de que todos los personajes aporten su parte de tragedia personal (maltrato, suicidio, terrorismo… muy duras en varios casos, hasta en el caso del perro) te acaba sumergiendo en un estado en el que no tienes muy claro si lo que procede es reír o llorar.
Ya desde su comienzo Kamizake parece posicionarse claramente en una mezcla de géneros cuya combinación, a pesar de que en algunos tramos flojea, consigue triunfar. Pero hasta cierto punto. Es a reivindicar secuencias como cuando la “medicina” de Slatan se humedece y todos sus nuevos amigos le ayudan a secarlo con cualquier medio a su alcance, sin saber que se trata en realidad de los explosivos con los que el terrorista pretendía hacer estallar el avión. Asimismo, la labor de producción está bastante esmerada, con una calidad visual y un montaje sobresaliente, una banda sonora que acompaña muy bien a lo absurdo (en el buen sentido) de la trama y unas interpretaciones bastante correctas por parte de todo su reparto coral, si bien en este último punto desaprovechando a algunos actores de calidad demostrada como al genial Héctor Alterio, cuyo personaje parece que solo está para tratar de engrandecer determinados momentos.
No obstante, la película peca de excesivos tramos generalmente relacionados con subtramas quizás innecesarias y encasquetadas, fruto posiblemente de la incapacidad de sus realizadores a la hora de desarrollar convenientemente un relato que amplíe el punto de partida para conseguir funcionar como un largometraje, una vez han sido presentados el conflicto central y perfilados los principales ejes cómicos de la función. Son en estos momentos cuando se denota el origen televisivo del director, relacionado con series como Los Serrano o Los hombres de Paco, que no termina de conjugar correctamente los apartados más desternillantes con secuencias más sobrecogedoras, en cuya mayoría adolecen de un corte ligeramente sensiblero, arqueotípicas y de relleno. Además, a pesar de la brillantez de varios diálogos, el guión puede resultar demasiado previsible en su apartado dramático, lo que sobre todo en la primera parte de la película gracias a la contundencia con la que están rodados determinados “gags” no supone un especial problema, pero que en su segunda parte resulta en ocasiones un tanto anodino. En este sentido, la película pretende transmitir un mensaje muy positivo de esperanza, pero tanta es la insistencia por conseguirlo (con secuencias un tanto forzadas) que termina resultando todo demasiado evidente e incluso repetitivo. Un relativo defecto bastante visto, por ejemplo, en determinadas producciones televisivas españolas.
En definitiva, todos estos elementos desmerecen en cierta medida a una película que pudiera haber resultado genial como una comedia bastante divertida, si bien es cierto que el producto final, a mi juicio, resulta totalmente disfrutable para el gran público y bastante digna. El mensaje, además, que desea transmitir Kamikaze, aunque algo forzado, es bastante encomiable, más en los tiempos difíciles que corren, pues por muy mal que lo estemos pasando, “siempre habrá alguien que lo pase peor que tú y puedes hacer dos cosas, o pudrirte por dentro o bailar al ritmo de la vida”. Desde luego siempre habrán momentos buenos y momentos malos, y es nuestra potestad decidir a cuales decidiremos darle mayor importancia. Además, la vida no siempre sigue el plan previsto, lo cual no tiene porque ser siempre necesariamente negativo.
Kamikaze (2013), de Alex Pina, ha participado en el 17º Festival de Málaga. Cine Español 2014, y se estrenó en las salas el 28 de marzo de 2014