El director Johannes Naber en Segovia, donde presentó ‘Tiempo de caníbales’ dentro de MUCES (Muestra de Cine Europeo Ciudad de Segovia).
Denunciar lo que va mal en el mundo occidental. Ese es el ambicioso propósito del director alemán Johannes Naber con sus largometrajes.
Así en The Albanian, su ópera prima, nos enseñaba la dura vida de un joven albanés en Berlín para abrir los ojos de sus compatriotas germanos acerca de las duras condiciones de los inmigrantes en Alemania. Su siguiente filme, Tiempo de caníbales, es una dura crítica a un sistema donde solo importa el beneficio económico. La cinta sigue a dos consultores estratégicos de grandes empresas que viajan a países convulsos para estudiar los beneficios que pueden obtener sus clientes en el caso de invertir en cada uno de ellos. Refugiados en un hotel de un estado que se encuentra en plena guerra civil, los dos individuos, que no dudan en vejar a los trabajadores del establecimiento, verán amenazados sus empleos por una mujer que tiene que evaluar su labor.
El filme, presentado en la Berlinale, ha sido proyectado con éxito en el Festival de Cine Alemán de Madrid y en la Muestra de Cine Europeo Ciudad de Segovia (MUCES), donde realizamos la entrevista que podéis leer a continuación. Esperemos que este texto ayude a que el largometraje consiga distribución en España.
¿Por qué decidiste que un hotel fuera el escenario único de tu segundo largometraje, Tiempo de caníbales?
En un principio fue por una razón económica. No obstante, si trabajas en la profesión de consultor estratégico, como en el caso de los protagonistas, empiezas a juzgar a todo el mundo en términos de números. A través de ellos que puedes analizar casi todo. Pero la realidad estropea muchas veces todo eso. Para este tipo de personas es importante tener la realidad en abstracto y por eso he elegido este escenario, porque la realidad parece un tanto aparte.
En este sentido, los tres protagonistas, ¿son víctimas, verdugos o ambas cosas?
Ambas cosas. Para mí eso era lo importante: comienzan siendo verdugos y acaban convirtiéndose en víctimas. Desde mi punto de visto, son víctimas desde el principio, no solamente de los hechos que ocurren alrededor del hotel, sino del sistema.
Al ver la película me pareció adivinar la influencia de David Mamet o Neil LaBute en los diálogos. ¿Fueron una referencia para usted?
No, no conozco demasiado su obra. Mi influencia más clara son obras de teatro de Harold Pinter y Jean-Paul Sartre.
En The Albanian, su primer filme, hablaba de los emigrantes, mientras ahora se centra en cierta en las nuevas formas de colonización, ¿está interesado en la mezcla de culturas y en la movilidad de las personas entre diferentes países?
No es mi interés principal. Más bien me centro en lo que funciona mal en el mundo occidental. No obstante, moverse a otro ambiente o lugar pone de manifiesto los problemas que existen.

Devid Striesow (Frank Öllers), Sebastian Blomberg (Kai Niederländer) y Katharina Schüttler (Bianca März), los actores protagonistas de ‘Tiempo de caníbales’.
¿Por qué ese humor tan negro e hiriente de la película?
Quiero herir a la gente con este largometraje. Pienso que lo puedo hacer de la mejor manera provocándoles la risa. Al final es la historia de tres gilipollas. Para que el público los entienda de la mejor manera hay que utilizar el humor, porque sin él es difícil identificarse con ellos.
¿Por qué no queda claro el país donde trascurre la acción? ¿Pensaste en alguno en especial al escribir el guion?
Los protagonistas viajan de país a país y realmente no es importante dónde se encuentran. Al principio pensé en dar alguna pista, pero luego me di cuenta que no era tan importante. Tiene más fuerza no identificar al país porque aumenta más la fuerza de la abstracción.
Su obra tiene un fuerte carácter teatral, ¿qué aporta el cine como medio a la hora de realzar su texto?
El cine me permite estar más cerca de los personajes que el teatro.
Usted proviene del documental, ¿en qué medida le ha servido para crear ficción?
Trabajar en el documental te permite centrarte en un tema y tratarlo seriamente. Eso te ayuda a la hora de concentrarte en un asunto. Al trabajar en documentales te das cuentas de que lo que ocurre ante la cámara es casi un regalo.
¿Qué pretende lograr en el espectador que ve sus películas?
Abrir horizontes. Por ejemplo, en mi anterior largometraje, The Albanian, pretendí que los alemanes vieran la inmigración desde otro punto de vista.
¿Cómo ha sido trabajar con el trío de actores protagonistas, todos verdaderamente estupendos?
Muy cómodo. Con actores tan profesionales como los que tuve fue muy fácil trabajar. Les doy mucho control a los actores sobre su trabajo. Quiero que sean responsables de sus papeles para que ellos solucionen los problemas de cada uno de sus personajes. Yo solamente puedo guiar.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Tengo dos. Uno es un cuento de hadas alemán. Una película de fantasía llama El corazón frío. Está ambientada en un bosque de la Edad Media, donde vive un tipo joven y pobre que quiere ser rico y que negocia con el bosque para que le extraiga el corazón y ponga una piedra en su lugar. Con este corazón frío podrá actuar fríamente y conseguir el éxito. Otro proyecto que tengo versa sobre el servicio secreto alemán. Es sobre un tipo que vino de Irak y le dijo a los servicios de espionaje que estaba trabajando en las armas secretas de Sadam Husein. Es una historia verdadera.