The invisible woman de Ralph Fiennes

The invisible woman de Ralph Fiennes

Una relación secreta, amar fuera del matrimonio, una mujer invisible…Estos términos se nos han vuelto un poco anticuados en estos años diez del siglo veintiuno. Pero estaban de plena actualidad en la época en que transcurre la acción de The invisible woman, de Ralph Fiennes, en pleno siglo XIX victoriano.

Y con los ojos, la mente y el corazón de los personajes de entonces transcurre la acción, se suceden los diálogos y vislumbramos los paisajes interiores y exteriores. Es un auténtico viaje al pasado, una película historicista, si se me permite una expresión propia, por ejemplo, de la música clásica interpretada según criterios históricos.

La música nos lleva y nos trae sin derrames ni consecuencias imprevistas, quiero decir que, sean los criterios historicistas o no, el concierto de música clásica sale adelante con un repertorio generalmente bien interiorizado por los aficionados que no van a descubrir nada.

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«The invisible woman» de Ralph Fiennes

¿Nada? La interpretación es fundamental. La partitura viene dada pero la interpretación nos la dan en el momento en que la escuchamos o visionamos en el caso de una película. Es pues The invisible woman una película de actores -y actrices- por antonomasia. No en vano su director interpreta el principal papel masculino, Charles Dickens.

Nos da Ralph Fiennes a un Charles Dickens emocionalmente burbujeante, algo descentrado o excéntrico y vital como un torrente bajando por la ladera del monte. Pero el principal personaje es el de Nelly, su amante, interpretado por Felicity Jones. Lleva la batuta del accionar fílmico, hace pesar sobre Fiennes su sensibilidad y ardor especial, victoriano.

Hay momentos de gran emoción erótica, a cámara lenta nos parecen vistos desde nuestra perspectiva actual. Es, en efecto, un viaje a las fuentes, a nuestros orígenes cercanos en ese medio opresivo y traumatizante del XIX cerrado sobre sí mismo, como una gran ostra a la que faltara encontrar el cuchillo con el que abrirla.

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«The invisible woman» de Ralph Fiennes

Los alrededores del corazón de los personajes están repletos de objetos, vestuario, elementos de uso cotidiano que lucen, o mejor dicho, se oscurecen, en la mortecina fotografía tan adecuada al contenido de la cinta, magnetizando nuestra mirada en tintineantes monedas y tersos billetes de banco o un mechón de pelo de una criatura muerta, por ejemplo.

La ambientación de época es de lo más logrado de la película, dejando aparte el soberbio trabajo interpretativo de sus protagonistas. Mencionemos a Kristin Scott Thomas en el rol de madre de Nelly, cómplice de la relación y tejedora, ella también, del sueño en que se ve sumida Felicity Jones.

Es un trance o estado hipnótico producto de una sociedad pre-freudiana que oculta y aprisiona todos los sentimientos considerados no convencionales. Así, formalmente, asistiremos a la transición entre una jovencísima Nelly imbuida de todos los prejuicios victorianos hasta una mujer madura que alcanza a reintegrarse en ellos, de los que se había visto excluida por su mal paso, por llamarlo de alguna forma.

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«The invisible woman» de Ralph Fiennes

Somos producto de nuestra época y los personajes de The invisible woman no acarician todavía la idea de felicidad individual, independiente de los demás, sean familia, amigos, entorno o sociedad… Antes bien están atados sin posibilidad alguna de liberación al bien y al mal que se procuran con saña y empeño, unos a otros.

Recordemos a Ralph Fiennes por su papel en El paciente inglés (1996), de Anthony Minghella, por el que fue nominado al Oscar como actor protagonista. También en El jardinero fiel (2005) y últimamente en Gran Hotel Budapest (2014).

A Felicity Jones en Hysteria y a Kristin Scott Thomas en El hombre que susurraba a los caballos.

The invisible woman ha obtenido el último premio Bafta al mejor vestuario.

The invisible woman (2013) de Ralph Fiennes se estrenó en España el 6 de junio de 2014.

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

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