Por NACHO CABANA
Parece que en el Inedit 2017 aún colean ramalazos del punk al que dedicó su edición del año pasado. No se puede ser más punk que GG Allin, un tipo maltratado por su padre que le llamó Jesucristo porque se lo había pedido el susodicho en persona y que formó junto a su hermano Merle; el batería Dino sex y el que luego fuera candidato a la alcaldía de San Francisco, John Rinaldi; la banda Murder junkies en 1990. Más allá de la relevancia musical de los muchachos, el grupo se hizo famoso porque su vocalista y líder siempre acababa sus actuaciones defecando en el escenario, sangrando y rebozándose en el cóctel resultante (cuando no arrojando sus fluidos al entregado público).
El año pasado ya proyectó el Inedit una película sobre este ser (Hated -1993-de Todd Phillips) pero el acercamiento que hace Sami Saif en The Allins es más brillante. Simplemente porque se le ha ocurrido preguntarse “¿Y qué pensará su madre?”.
The Allins (que bien podría dar lugar al más extremo de los reality shows) comienza mostrando lo harta que está la anciana progenitora de los fans que acudían (ya no, el cura encargado del cementerio retiró la lápida) a presentar sus respetos al artista haciendo sus necesidades sobre la tumba familiar, para continuar mostrando el presente de los Murder junkies en general y de su hermano Merle en particular quien vende por Facebook tanto los cuadros pintados por su madre como los elaborados por él mismo con sus propios excrementos. Imanes para la nevera con la cara del difunto solista, camisetas sucias que supuestamente éste se puso en algún concierto y demás lindezas son piezas que él mismo empaqueta y te manda por correo previo pago on line.
Pero el que se lleva la palma de toda la fauna es, sin duda, Dino Sex un anciano con la barba pintada de rojo que toca la batería completamente desnudo y que al acabar sus actuaciones con los Murder Junkies invita a una espectadora a introducirle las baquetas por el ano (una por una y solo la punta, eso sí). “¿Por qué no las vendes?, sacarías mucho dinero” le propone Marle a Sex en uno de los muchos diálogos delirantes de la que es hasta ahora la mejor de las películas que hemos visto en el festival. Un canto punk a la maternidad.
Comparado con los Allins, Bruce LaBruce y toda la pandilla protagonista de Queercore: How to Punk a Revolution de Yony Leyser son algo así como Los chicos del coro. El documental relata el nacimiento en Toronto de un movimiento gay que se sentía mucho más cerca del punk que a finales de los 70 estaba arrasando Inglaterra que de los modos y maneras discos de los, digamos, homosexuales “como dios manda”.
Más allá de lo didáctico, Queercore… es muy interesante porque pone sobre la mesa un fenómeno que en plenos años 10 del nuevo milenio no para de crecer: la asimilación por la cultura gay de algunos de los aspectos más conservadores de la sociedad bien pensante. “Hay ahora mismo más reglas y condicionamientos dentro del mundo gay que fuera” dice John Waters quien añade “me siento más cómodo y ligo más en un antro punk que en un bar gay”. Yendo más allá, el largometraje apunta a que la cultura gay se han convertido en una especie de iglesia que dicta a su fieles lo que hay que hacer y lo que no; cómo hay que vestir y cuándo; lo que es políticamente correcto y lo que no. Como dice una monologuista en un fragmento de una actuación incluida en el documental: «feministas y lesbianas son las nuevas monjas».
Queercore… es también interesante al mostrar como “la posverdad” puede no ser un concepto tan nuevo como creemos ya que incluso en la prehistoria de los fanzines y maquetas grabadas en cassettes fue posible hacer creer que Toronto tenía una escena gay punk potente cuando en realidad no eran, en sus inicios, más de tres personas en un sótano.
También punks fueron los inicios del grupo granadino TNT que luego se convirtió en 091 y cuya trayectoria glosa, de manera en exceso convencional, ¿Qué fue del siglo XX? Una historia de 091 de Alejandro Gónzalez Salgado. Aunque situado muy lejos en ambición y medios del Omega de José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias que vimos en el Inedit 2016, la película acierta al insertar entre las entrevistas a los componentes de la banda en la actualidad, declaraciones de la época de los miembros fallecidos.
Resulta, por ende, desoladora la conclusión a la que si 091 se acabó en 1996 (aunque el año pasado regresaron para una gira aniversario) fue en parte por el hartazgo de sus miembros ante la actitud de dejadez de las compañías de discos.
Esa desidia que todo creador que depende de una empresa para poder ganar algo de dinero con su obra -por muy comercial que ésta- sea reconocerá como intrínsecamente española.