Por NACHO CABANA
El In-edit tiene en su versión barcelonesa la matriz de las ediciones que en otras ciudades del mundo se celebran. Cuernavaca, Monterrey, Sao Paolo, Salvador de Bahía, Bilbao, Madrid, Valencia o Santiago de Chile son algunas de las urbes en las que se han visto o se van a poder ver una selección de documentales musicales similar a la que estamos disfrutando esta semana en los cines Aribau de Barcelona. Una excelente forma de sacar rendimiento al esfuerzo que supone organizar un festival de cine a la vez que se abren las pantallas de las salas a producciones que no tienen fácil llegar a ellas.
El camino más largo de Alexis Morante tiene comienza en el Estadio Azteca de la Ciudad de México con 90.000 personas rendidas a los encantos de Bunbury en 2009. Lo que viene después no es la crónica de ese éxito sino del reto que supuso para el zaragozano y su banda el adentrarse al año siguiente en la América profunda. 25 conciertos en ciudades donde el público latino no es tan abundante como en Los Angeles y las otras cuatro urbes habitualmente incluidas en los tours del exlíder de Héroes del silencio. El resultado es un roadrockmentary en el que su realizador hace énfasis en las dificultades que entraña para una estrella dejar de serlo y tener que tocar (aunque sea por voluntad propia) en discotecas latinas ante menos de doscientos espectadores. Especialmente sangrante y revelador de la mentalidad imperante en algunos estados como Iowa es el momento en que, teniendo el local casi vacío, el dueño de una sala de Salt Lake City se niega a dejar entrar a un grupo de latinos que han comprado su entrada porque carecen de papeles legales mientras intenta convencer a Bunbury de que comience su actuación lo antes posible porque no puede abrir el bar hasta que ellos terminen de tocar. Un buen trabajo que ha tardado cinco años en acabar de ser editado en parte por la cantidad de material grabado por su autor como por los previsibles conflictos legales derivados de los derechos de las canciones.
Bastante mejor que Bunbury lleva el no ser tan famoso como estaba acostumbrado Adam Ant que en The Blueblack Hussar es retratado por Jack Bond como un músico algo excéntrico pero menos de que lo que su leyenda hacía suponer y que en la actualidad toca con iguales ganas en un pequeño club londinense que en un macrofestival. La película deja voluntariamente al margen los tiempos de gloria del músico por lo que el espectador echa en falta constantemente la referencia de dónde viene y quién fue el personaje está viendo. Máxime cuando los tiempos actuales de Adam Ant no se antojan demasiado interesantes.
Los tiempos pasados sí son tan apasionantes como los actuales en el caso de The Damned, protagonistas del documental que lleva su nombre junto al subtítulo Don´t you wish that we were dead dirigido por Orshoski. Las broncas entre Captain Sensible y Rat Scables junto con el devenir del resto de una banda que en la eclosión del punk no firmó con una multinacional como sí hicieron The Clash y Sex Pistols y por ello nunca conocieron la gloria a pesar de ser mejores músicos que sus rivales es contada tanto con profusión de imágenes de archivo como con entrevistas al grupo en la actualidad y a personajes de su entorno. Una gran película que podría haberse quedado en un reportaje sobre el último tour de la formación pero que se convierte gracias al excelente trabajo de sus responsables en el documento definitivo sobre el grupo que hizo el punk un poco gótico.
La misma época retrata B movie: lust & sound in West Berlin (1979-1989) un mash-up de imágenes que ilustran la supuesta aventura de un joven de Manchester en la capital alemana antes y después de la caída del muro. Sus directores Jörg A. Hoppe, Heiko Lange y Klaus Maeck con la inestimable ayuda del editor Alexander von Sturmfeder mezclan a toda velocidad planos descontextualizados de películas de ficción con imágenes de archivo, entrevistas reales, entrevistas inventadas y secuencias con actores rodadas ahora y a las que se ha aplicado la textura de los documentos originales. El deslumbrante resultado, en el que es realmente complicado saber lo que es real y lo que no, demuestra que no hay que ser honrado para documentar una realidad sin traicionarla. Divertido y fundamental.
Seguiremos informando.