“El flamenco es una habitación con muchas puertas que solo se pueden abrir desde dentro” dice Enrique Morente en un momento del excelente documental Omega de J. Sánchez Montes y G. Iglesias que abrió clamorosamente la edición 2016 del In-Edit festival barcelonés centrado en el documental musical. Y eso es exactamente lo que se atrevió a hacer el cantaor hace veinte años durante la grabación de su célebre trabajo junto a Lagartija Nick. Y lo trabajó desde la más pura intuición, con el mismo empeño con que Antonio Arias, líder del grupo de rock que le acompañó, luchaba por que aquello saliera lo mejor posible al tiempo que intentaba evitar que Omega acabara con su banda. Ambos, con la ayuda de numerosos colaboradores, consiguieron lanzar un disco que, como dice Estrella Morente al final del largometraje “Es tan avanzado que si mi padre me lo diera a escuchar hoy le recomendaría que esperara unos años para lanzarlo”.
Morente logró el odio de muchos puristas del flamenco al tiempo que abría el camino a futuras colaboraciones suyas con Sonic Youth o Pat Metheny (sobre este último hay en el documental una impagable anécdota capilar); Arias vio como el éxito de Omega se prolongaba en el tiempo opacando trabajos posteriores de sus banda en cierta forma hipotecados por el ir y venir de los miembros originales de la formación.
Omega se centra en la génesis, grabación, lanzamiento y giras posteriores del disco y consigue ser no solo apasionante para los ya enamorados del material de base sino un documento muy divertido que nada más se queda corto en el episodio que cubre la fase final de mezclas cuando Borja Casani propone llenarlo de colaboradores para hacerlo más comercial logrando con ello que las dudas de Morente respecto a su aventura se multiplicaran.
Omega se beneficia, al igual de The Man from Mo´Wax de Matthew Jones de la existencia de numeroso material grabado en el momento en que ocurrieron los hechos; para algo estamos en los noventa y las grabaciones domésticas comenzaban a ser algo habitual.
El segundo de los títulos mencionados cuenta la historia de James Lavelle, productor, empresario, DJ y músico solo o en compañía de DJ Shadow; con su propio nombre o como parte de U.N.K.L.E. Su trayectoria profesional es también la historia del trip hop, de su eclosión en la Inglaterra de los años 90 y su deriva posterior.
Aunque en la película hay grandes momentos (Lavelle haciendo arqueología en el sótano de una tienda de discos literalmente inundada de vinilos) y ha sido remontada respecto a su estreno en el SXSW para incluir entrevistas, entre otros, al líder de Queens of Stone age, pierde ritmo en su tramo final y solo deja adivinar el lado más oscuro de Lavelle.
Finalmente, Melody of noise de Gita Gsell es un recorrido por una serie de personajes que se dedican (profesionalmente o no) a extraer ritmos de objetos que nada tienen que ver con los instrumentos tradicionales. “Todo lo que hay en el mundo contiene música, solo hay que saber extraerla” dice uno de los entrevistados en la película que dará buena cuenta de esta afirmación. Por ella desfilan desde los Bubble Beatz (un dúo que lleva el concepto del musical Stomp a terrenos que rivalizan con la música electrónica y ejecutan sus composiciones empleando únicamente chatarra) a un émulo del Dr. Franz de Copenhague capaz de sacar riff de una guitarra eléctrica colocando ésta sobre la olla en la que prepara palomitas de maíz pasando por un ecologista que literalmente toca la batería sobre las piedras y el pasto de un paisaje montañoso. Una asombrosa propuesta sonora que resulta algo evidente en lo visual y al que está pidiendo a gritos algo del sentido del humor que el tópico niega a los alemanes.
Por NACHO CABANA