Por NACHO CABANA.
¿Qué queda del anarquismo juvenil cuando se está a punto de cumplir los 60 años? ¿Realmente eran incompatibles en los 90 la protesta y el “mainstream», vender discos y reivindicar los derechos de los estibadores, ganar dinero y echarle un cubo de agua al primer ministro británico durante una entrega de premios?. ¿Por qué tu banda no pasó de ser un “one hoy wonder”?; ¿dejó algún legado Chumbawamba?.
Estas y otras preguntas son las que se hace Dunstan Bruce, líder de la banda y codirector junto a Sophie Robinson de brillante documental I get knocked out, presentado en la sección oficial del In-edit 2022. En él, un personaje con una máscara que reproduce la inquietante portada del disco que les dio la fama, Tubthumper, persigue al líder de Chumbawamba a modo de pensamiento invasivo, dispuesto a recordarle una y otra vez que quizás fue su culpa que el grupo no fuera más allá del tema, que quizás nunca debió usar estos para ganar dinero.
Y con esta genial idea como punto de partida, Dunstan Bruce inicia un periplo que tiene mucho de ajuste de cuentas con su trayectoria vital y musical sirviendo, al tiempo, para contar el nacimiento, auge y caída de la formación musical que les catapultó al estrellato.
Hay mucha frustración, melancolía y remordimiento en la mente de Dunstan Bruce pero también unas ganas enormes de no rendirse, de seguir adelante, de callar para siempre a la voz de la conciencia que le martiriza; arrebatarle la máscara, seguir tocando.
Un fantástico trabajo el de este I get knock out, sobre todo si uno está ya en la cincuentena y empieza a darse cuenta de que la carretera tiene un final.
Si I get knocked out es una película pensada, medida e intencionada, Disco Ruin de Lisa Bosi y Francesca Zerbetto quiere abarcar tanto que al final se convierte en una mera enunciación de fechas y nombres. Sus autores comienzan su cronológico recorrido por la historia de las discotecas y los Dj´s italianos en los años 60 y no paran hasta llegar a los 90. Lo que supone nada menos que cuatro décadas comprimidas en dos horas y con una narrativa cronológica y lineal.
Tiene Disco Ruin sus mejores bazas en el ingente archivo fotográfico que maneja (privilegiando en la mayor parte de su metraje la cantidad sobre la intención) y dejan escapar Bosi y Zerbetto el documental de creación que podría haber sido recorriendo hoy las ruinas del esplendor de ayer.
Son muy atractivas las imágenes de los clubes abandonados en contraposición con los testimonios de los que se divirtieron en ellos así como de los arquitectos que los hicieron posible. Solo con eso, las directoras tendrían una bien documental pero se empeñan en dar voz también a los propietarios de los locales, los DJ´s que allí trabajaron e incluso introducen una suerte de ilustración de texto alusiva al espíritu de la época que alargan aún más el excesivo metraje.
Es Disco ruin un ejemplo de que hay que desconfiar de los documentales que pasan de la hora y media.
También hemos visto en el In-edit 2022 Sirens de Rita Baghdadi, una película que choca con lo mismo que la mayoría de las ficciones que tienen en su centro a una banda de rock: lo previsible de sus vicisitudes. A las chicas que conforman Slave to sirens les sucede lo mismo que cientos de bandas de todo el mundo (rencillas internas, falta de oportunidades) solo que ellas están en Beirut, intentan destacar en la escena musical libanesa tocando heavy y para colmo algunas de sus miembros pertenecen al colectivo LGTBIQ +.
Tiene Sirens sus mejores bazas en el contexto social e histórico en el que se mueven así como en las conversaciones de la protagonista con su madre aunque da la sensación de que, por una vez, falta material de base recurriéndose por ello a uno exceso de elipsis (el concierto con la orquesta, el viaje a Siria a ver a la novia). Se resiente también de focalizar su investigación sobre solo dos de los miembro de Slave to sirens, dejando en la oscuridad al resto de chicas.
Con todo, interesante.