Lo que ha ocurrido con Hércules puede que sea un acto de justicia. Habitualmente exigimos una evolución hacia un teatro de calidad que pueda sacar al público del estatismo de comedias y musicales altamente promocionados. Y ese espacio nos lo da el teatro emeritense, con piezas de corte más elevado y los grandes nombres de nuestro panorama, creando, así, una nueva contradicción: ¿existe sitio para el teatro comercial? La respuesta es este Hércules de cabaret y circo, comedia fácil que actúa como contrapunto y pequeño acto de rebeldía, que próximamente comenzará su gira para que podamos volver a decir “otra vez un musical”.
Lo de Hércules era una apuesta segura: con casi 13,000 espectadores a lo largo de sus cinco días ha conseguido acercar el teatro a un público (el infantil y familiar, al que constantemente alude el maestro de ceremonias) que quizá no acude habitualmente. Dividida en dos partes, la primera de ellas se centra en las doce pruebas de nuestro héroe narradas por los integrantes del circo Olimpus, con un humor sencillo, partes musicales y acrobacias que consiguen captar la atención del espectador sin descanso; la segunda, su última media hora, adquiere un tono más emotivo y vemos al Hércules “real” a la caza del amor en ese circo ambulante, alejándose gradualmente de la actitud farsesca que dominaba hasta el momento. Ambas partes muestran la confusión entre ficción y realidad, algo a lo que se alude especialmente en su intermedio, con un número dedicado a la profesión del actor y que supone un claro distanciamiento frente a la historia y una reivindicación del medio. Con este distanciamiento, pues, justificamos la bufonada previa.
El humor, como decimos, es simple, sin florituras, buscando la comunión con todo tipo de público. Llega desde el fuego invisible que lanzan la hidra (“porque esta compañía no tiene presupuesto para fuego real”) hasta el número de Yol, amante de Hércules y marisquera andaluza, que canta para que su héroe pruebe “su marisco” y escoja entre “el bogavante, que es muy caro” y la cigala, “que es más barata y pronto se nota en su sabor.” La picardía de la pieza, más cercana a la revista, deja claro el tono de la obra, que se completa con golpes y caídas, chistes con doble intención (Zeus prefiere que sacrifiquen un gavilán a una paloma, en clara alusión al tema de Pablo Abraira, aquí Hércules) y todo tipo de recursos en busca de un teatro de evasión, algo que un espectador competente podría desdeñar, pero que aquí se convierte en elocuente descaro.
De este modo, la pieza no engaña: sus creadores saben, de principio a fin, lo que tienen que hacer y cómo hacerlo para conseguir el efecto deseado, con unos actores más que correctos, una dirección acertada y el protagonismo casi permanente de la acrobacia y la música. Una función, en suma, digna dentro de los parámetros en los que se encuentra.
Título: Hércules / Texto: Miguel Murillo y Ricard Reguant / Dirección: Ricard Reguant / Intérpretes: Pablo Abraira, Paco Arrojo, Víctor Ullate, Noemí Gallego, Javier Pascual, Clara Alvarado, Nuria Sánchez, Elena Gómez, Jorge Amor / Produce: Festival de Mérida y Rodetacon Teatro.