«Historia de una escalera», de Antonio Buero Vallejo, puesta en escena por Helena Pimenta, 75 años después de su estreno en el Teatro Español. Foto Foto ©Javier Naval
Por Luis Muñoz Díez
Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, vuelve 75 años después al escenario del Teatro Español, donde se estrenó en 1949. Dirigida en esta nueva puesta en escena por Helena Pimenta, la obra significó el primer estreno del autor, apenas tres años después de salir de la cárcel por su adscripción política.
Inicialmente, Buero Vallejo fue condenado a muerte, aunque posteriormente se le conmutó la pena por prisión. Incluso después del estreno de la obra, tenía prohibido residir en Madrid, por lo que se instaló en Carabanchel Bajo. Las puertas del Teatro Español se le abrieron cuando Historia de una escalera fue galardonada con el Premio Lope de Vega de Teatro, reconocimiento que conllevaba su estreno en la emblemática sala.
Con estos precedentes, la pieza fue observada con detenimiento para detectar una posible oposición al régimen. La obra comienza en 1916, avanza a 1929 y, de ahí, salta a 1949. Los años treinta con su garra civil quedan resueltos con un bombardeo del que la escalera es testigo, sin diálogo alguno. Lo que en su momento pudo ser una imposición de la censura, hoy es una ventaja, ya que representar con detalle un hecho tan terrible y sus consecuencias irreparables podría lastrar otros aspectos esenciales de la pieza. Sin embargo, aún deberán pasar otros 75 años para que el espectador deje de identificar la escalera con la Guerra Civil.
En la imagen la actriz Gloria Cámara un Paca redonda para «Historia de una escalera», de Antonio Buero Vallejo, puesta en escena por Helena Pimenta. Foto Foto ©Javier Naval. Pulsar sobre la imagen para ampliarla.
Helena Pimenta, que realiza una labor impecable en la puesta de un texto tan emblemático, nos regala un prólogo coreografiado al estilo de una comedia musical o una zarzuela, donde vemos por primera vez a todos los personajes bailando, plenos de vida y con un aire castizo. Además, nos muestra la escalera diseñada por José Tomé y Marcos Carazo, e iluminada por José Manuel Guerra con un tramo empinado, reflejo del destino de sus habitantes, los descansillos que ofrecían privacidad entre piso y piso, y una amplia abertura del hueco de la escalera.
La dramaturgia de Buero Vallejo está en sintonía con la de otros autores de su tiempo a nivel internacional. La escalera de vecindad representa un no lugar, un espacio cerrado donde los personajes repiten sus conflictos generación tras generación. Se expresan con un lenguaje chulo y faltón que denuncia la precariedad social de la época y las limitaciones impuestas por una sociedad hipócrita, generando una sensación de fracaso y frustración. Algunos personajes intentan escapar a través de quimeras, sin distinguir entre sueño y realidad, pero todos permanecen atrapados en ese espacio.
Sin embargo, como la vida demanda vida, el deseo atrapa a los más jóvenes. El amor y el desamor se viven en la escalera, testigo de cómo alguien ama sin medida a quien más daño le hace y menosprecia a quién te respeta. Los odios y rencores acumulados durante treinta años recrean una nueva versión de Romeo y Julieta. La escalera, que ha presenciado el desgaste de sus habitantes a lo largo del tiempo, subraya lo efímero de la existencia, un tema universal presente en el teatro internacional.
Para poblar los pisos a los que conduce la escalara Buero Vallejo crea grupos familiares que se mantienen a lo largo de los años: los hijos toman el relevo de sus padres, y su juventud perdida se refleja en la de sus descendientes. La obra cierra con una elipsis que sugiere que, aunque el tiempo pase, la situación social y existencial sigue siendo la misma treinta años después, y quizá lo siga siendo en el futuro.
El censo del rellano en 1916
En un piso vive Doña Asunción (Luisa Martínez Pazos), una viuda sin recursos, madre de Fernando ( David Luque), el «guapo oficial» del edificio, con poco oficio y beneficio y muchos pájaros en la cabeza. Está enamorado de Carmina, y es correspondido, aunque ella no se deja llevar.
En el piso contiguo vive Paca (Gloria Muñoz), una mujer de carácter fuerte y corazón generoso, casada con Juan ( Javier Lago), de la misma condición de su mujer, pero más discreto. Su hija Rosa (Carmen del Valle) quiere vivir la vida y se equivoca al elegir para ello a su vecino Pepe (José Luis Alcobendas), un desahogado que vive de las mujeres y desatiende a su familia. También tienen otra hija, Trini (Concha Delgado), vital y alegre, aunque sin suerte en el amor, y un hijo, Urbano (Agus Ruiz), que en 1916 cree en una revolución que los redimirá a todos. Urbano aún es amigo de Fernando y ambos están enamorado de Carmina.
Urbano el «sindicalista» (Agus Ruiz) y Fernando «el soñador» (David Luque), vecinos, amigos y rivales por Carmina Foto ©Javier Naval. Pulsar sobre la imagen para ampliarla
En la siguiente puerta vive Don Manuel (Mariano Llorente ) con su hija Elvira (Gabriela Flores), una niña mimada y caprichosa que pretende conquistar a Fernando utilizando los medios económicos de su padre.
En la cuarta puerta vive un matrimonio, la esposa de nombre Generosa (Juana Cordero). Su familia juega un papel clave en el drama: sus hijos son Pepe (José Luis Alcobendas), el «desahogado», y Carmina, objeto del deseo de los amigos Fernando y Urbano.
En 1919
El descansillo sigue ocupado por los mismos inquilinos, salvo por la ausencia de Doña Asunción y Don Manuel, fallecidos. Elvira ha ganado la batalla y se ha casado con Fernando. La antigua casa de la viuda ahora la ocupan Rosa y Pepe, lo que genera tensión entre ambas familias. Él ejerce de chulo y ella, aunque no llega a prostituirse, cumple el precepto de la copla: «Llévame por callejones de amargura, tírame a los ojos un puñado de arena, mátame de pena, pero quiéreme…».
Generosa ha quedado viuda, lo que oscurece aún más su futuro y el de su hija Carmina. Esta última, presionada, cede y se casa con Urbano sin quererlo, guardando su amor intacto por Fernando, quien sigue perdido en sus ensoñaciones.
En la imagen Fernando (David Luque), Elvira (Gabriela Flores), Urbano (Agus Ruiz) y Carmina (Marta Poveda). Foto ©Javier Naval. Pulsar sobre la imagen para ampliarla
La guerra y 1949
La guerra pasa con la escalera como testigo sin diálogo alguno. Buero Vallejo la representa a través de los bombardeos, reflejando el sufrimiento y la miseria de Madrid.
En 1949, Urbano ya ha perdido la fe en la revolución. Fernando, consumido por su propia cobardía, vive sometido a una Elvira que ya no oculta su desprecio. La única nota de vitalidad la pone Paca, ya anciana, que ha perdido a su marido y a Generosa. En un momento de debilidad se pregunta por qué no se muere, pero enseguida se rebela: no quiere morir, quiere contar con los que se han ido y ver crecer a su nieta Carmina (Andrea M. Santos). Es el único personaje que, pese a las adversidades, no ha sido derrotado.
Los antiguos vecinos se han concentrado en dos viviendas, mientras que las otras han sido ocupadas por nuevos inquilinos bien vestidos (David Bueno) y (Alejandro Sigüenza) elegantes y muy diferentes habitantes de la escalera, incluso lamentan que sigan allí. Pepe fue el único que logró escapar al abandonar a Rosa, quien ha vuelto al hogar paterno y ahora convive con su madre Paca, sus hermanos Trini y Urbano, su cuñada Carmina, y la hija de su hermano y su cuñada.
Trini y Rosa, a pesar de sus diferentes caminos, han acabado en el mismo sitio. Como la vida sigue su curso, Manolito, el hijo pequeño de Fernando y Elvira, le declara su amor a Trini. A ella le hace reir con ganas el disparate, porque el pretendiente tiene 12 años.
«Historia de una escalera», de Antonio Buero Vallejo, puesta en escena por Helena Pimenta. Foto ©Javier Naval. Pulsar en la imagen para ampliarla.
Buero Vallejo cierra la obra con una elipsis en la que el hijo de Fernando y Elvira, en su declaración de amor a la hija de Carmina y Urbano, le cuenta su plan para salir de allí, con la misma quimera, con la que su padre engatusó, a la madre de Carmina. Mientras Fernando y Carmina, identificándose con sus hijos intercambian una mirada cargada de fracaso. Sin embargo, los sentimientos siguen siendo ciegos a la razón, y entre ellos no hay indiferencia.
Enhorabuena al equipo técnico y al artístico del que no he querido destacar un trabajo sobre otro, aunque en un reparto tan extenso hay luces y sombras, y especialmente a Helena Pimenta, fiel al autor como una conservadora de museo, pero con momentos y efectos de cuño propio.
Enlace para conocer más detalles sobre elenco, y la directora: Pinchando AQUÍ.
Historia de una escalera, está programada del 24 de enero al 30 de marzo de 2025, en el Teatro Español de Madrid,
Autor:Antonio Buero Vallejo
Dirección:Helena Pimenta
Reparto: Paca: Gloria Muñoz /Carmina: Marta Poveda / Fernando: David Luque / Generosa: Juana Cordero / Pepe: José Luis Alcobendas / Urbano: Agus Ruiz / Rosa: Carmen del Valle / Elvira: Gabriela Flores Don Manuel: Mariano Llorente / Trini: Concha Delgado / Doña Asunción: Luisa Martínez Pazos / Señor Juan: Javier Lago / Cobrador de la Luz/ Señor bien vestido: David Bueno / Joven bien vestido: Alejandro Sigüenza / Carmina, hija: Andrea M. Santos / Fernando, hijo: Juan Carlos Mesonero Manolín: Darío Ibarra / Eneko Haren / Nicolás Camacho
Escenografía: José Tomé y Marcos Carazo Vestuario: Gabriela Salaverri Iluminación: José Manuel Guerra Movimiento: Nuria Castejón Ayudante de dirección: Abel Ferris Ayudante de escenografía: Marcos Carazo Acero
Una producción del Teatro Español