Los cuerpos también tienen su metafísica. Porque los cuerpos, además de ser, necesitan decirse. No es raro que en el último poemario de Miriam Reyes aparezca ese verbo ya en el propio título: decir. Haz lo que te digo. Atiende a mi cuerpo balbuceando un intento de realizarse en algún significado, aunque ( como muy bien sabe la poeta) éste sea precario e intrascendente.
“Todo esto no es más
y no será nunca más
que una aproximación
a lo que sea”
Aquí está la herida fundamental del poeta. El amor por el lenguaje y sus ritmos, sus sonidos, sus universos de sentido, junto a la conciencia siempre sangrante de la imposibilidad de ser en el interior de la palabra. Por un lado la terrible inflación de significado que nos contiene (más aún en el ensordecedor mundo hipercomunicado) y por otro la fascinación por el silencio, no tanto referido a la ausencia de sonidos como a la desaparición de las asociaciones significativas. Cada cosa es exactamente lo que es. O como diría Pessoa “… el único sentido oculto de la cosas/ es no tener ningún sentido oculto”
“Si el lugar es la parte del espacio
que un cuerpo ocupa
cuando digo eres mi lugar
¿significa que tú eres espacio
y yo un cuerpo que lo ocupa?
¿o que utilizo el lenguaje para
modificar la realidad?
¿o bien que con las palabras pretendo
ordenar el mundo?
¿cambia algo en ti cuando me oyes
decir eres mi lugar?
¿y en mí?
de pronto me encuentro
¿o estoy perdida?”
Y esa es la tensión fundamental del libro. La que pone en circulación la sangre para que todos los poemas respiren de un mismo impulso. Haz lo que te digo, porque quizá de ese modo pueda yo a su vez hacer lo que tú me dices. Se trata de un juego. Construimos castillos de arena con amor y paciencia en la orilla del mar y la madurez significa ser capaz de reírnos como un niño cuando los borra la marea. Si alguna vez somos capaces de nombrar las cosas, incluso si somos capaces de nombrar las cosas en una deliciosa comunidad de cuerpos, deberíamos ser capaces de observar luego divertidos cómo se desmoronan, una tras otra, las arquitecturas del sentido.
“Estamos preparados para ver causa
donde sólo hay azar
la pasión por un tema o una disciplina
el ritmo idéntico idéntico el sentido del humor
ciertos puntos de vista
ciertos vicios ciertas neurosis
nos reconocemos en la misma incandescencia
como si de pronto nos hubieran colocado
frente a un espejo trucado para vernos mejor
curiosamente los experimentos demuestran
que no es la razón sino el instinto
lo que nos hace buscar coherencia
y es más común más automático
y difícil de detectar
de lo que podamos reconocer
sin ruborizarnos
de ahí la importancia de permanecer alerta
ante los peligros de la falsa ilusión de sentido
una luz que suaviza las facciones
y disimula las marcas del tiempo
una corriente que nos arrastra
borrando las evidencias
por ejemplo yo a ti
ni te encontré ni te estaba esperando
por ejemplo yo y tú
ni tenía que ser ni no ser”
Eso mismo.
Haz lo que te digo, Miriam Reyes,Bartleby: 2015