Si nos preguntaran que respondiéramos a lo que mejor sabemos, el 80% de la población seguramente incluiría una respuesta sobre su identidad sexual. En efecto, la mayor parte de nosotros sabemos que somos chicas o chicos. Ardua respuesta para el cómico y actor francés Guillaume Gallienne, amén de guionista y director de esta película, basada en una obra teatral, que tarda todo un film en poder formularla.
Guillaume y los chicos ¡a la mesa! es un film biográfico sobre la construcción de una identidad sexual. Es una comedia, entre otras cosas, porque tiene un final feliz, esto es el protagonista descubre al fin su verdadera identidad. O tiene una verdadera identidad sexual, también se podría decir.
Porque, no nos engañemos, la cosa tiene miga. Psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas han montado auténticos barracones de feria, o gabinetes de seriedad contrastada, sobre estos aparentemente frágiles mimbres. Desde Freud, la identidad sexual es tótem y tabú. La lógica de varios discursos se ha trenzado a su alrededor.
Guillaume Gallienne tiene la virtud que aporta la sinceridad a toda costa, o nos engaña tan bien que le creemos a pies juntillas. La verdad sobre una identidad sexual vacilante, o más bien alucinada, está en el orden de los juegos de sombras chinescas. Y como en ellos, las ocultaciones y enmascaramientos están a la orden del día.
No deja de ser singular verdad de atrezzo la idea de disociar al actor en los personajes de la madre y del hijo. Así se estrechan los lazos, se anudan los extremos de este drama para enrocar a la reina con ayuda de un caballo, por ejemplo. Y aquí hago alusión a una de las figuras de cierre de la película.
Podría decirse que la homosexualidad es uno de los límites infinitos en esta película, porque nunca llega a alcanzarse aunque nos aproximemos indefinidamente a ella. La heterosexualidad es una suerte de deus ex machina que va sufriendo diversas encarnaciones sin acabar de encontrar su sitio, a mi parecer.
Guillaume y los chicos ¡a la mesa! aunque aparentemente lineal, película dentro de la película o película dentro de la obra de teatro que está en su origen, tiene una temporalidad dislocada porque es del orden de la memoria, que sabemos que avanza y retrocede. Una de las claves de la película es la unicidad del sujeto, Guillaume, del que surgen y por el que van siendo fagocitados, ectoplasmas y fantasmas de su vida ¿fingida?
Así, formalmente podríamos estar asistiendo a la representación de un delirio racionalmente sostenido, sin fisuras porque el delirio es del orden de la narración y nosotros espectadores hemos pagado para asistir a una.
Uno de los caracteres que nos hacen pensar en la postmodernidad es el carácter moral que podría haber tenido esta historia, sólo unas décadas atrás, esto es todo converge hacia la ruptura de la racionalidad y la disociación del sujeto Guillaume. En pocas palabras podríamos haber estado ante un enorme loco. Pero por el signo de nuestros tiempos todo se reabsorbe en tiempo y forma para dar lugar a una comedia ligera no exenta de cargas de profundidad.
La fotografía, excelentemente caligrafiada por Glynn Speeckaert y la música, dada con finura y hasta con astucia por Marie-Jeanne Serero, contribuyen grandemente a que esta obra de haute cuisine se deconstruya armoniosamente ante nuestra vista.
Ganadora de cinco premios César del cine francés, incluida mejor película, Guillaume y los chicos ¡a la mesa! también acarrea dos premios de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. Está basada en la obra teatral del mismo título, Les garçons et Guillaume, à table! de reconocido éxito en Francia en los últimos años.
Guillaume Gallienne, omnipresente en la obra sin por ello avasallar, estrenó su pieza teatral en el año 2008 y es miembro de la Comédie Française, la prestigiosa troupe del país vecino, desde el año 1998.
Guillaume y los chicos ¡a la mesa! (Les garçons et Guillaume, à table!) de Guillaume Gallienne, se estrenó en España el 28 de marzo de 2014.