En la imagen el actor Jesús Redondo, la mirada omnipresente de la actriz Carmen Flores Sandoval, y el actor Javier Martín un Oscar Wilde de altura en «Gross Indecency» de Moisés Kauffman con dirección de Gabriel Olivares, para Teatro de LAB Madrid
Por Luis Muñoz Díez
Gross Indecency es un texto riguroso del autor Moisés Kauffman, adaptado por David DeGea y Gabriel Olivares, conformado con textos conocidos de la obra Oscar Wilde, cartas privadas, y parte de los autos de un juicio que jamás se debió de celebrar, si la inteligente ironía del artista hubiera funcionado sin presión. Al artista admirado por el público y escuchado con devoción en los salones más exquisitos, no le hubiera movido un pelo el juicio de valor del Marqués de Queensberry, escrito en una tarjeta de visita en que le acusaba de practicar la sodomía con su hijo Lord Alfred.
Un artista como Oscar Wilde, se puede ver legitimado por su arte como garante, para tener vía libre para satisfacer sus pulsiones, sin encontrar razón para ser jugado ni por la sociedad, ni por la justicia, y demandar a una personaje como el marqués, era pisar arena, para alguien que vivía en su propio Olimpo, y más cuando sufrió en su carne mortal, que su propia demanda se volvió contra él, y fue llave maestra para que la corana se presentase como acusación en dos juicios más.
La sociedad victoriana era rigurosa en el castigo, pero permitía una doble moral a sus nobles súbditos sin interferir en su conducta privada, por lo que no tiene otra explicación a la demanda que, no fuera evitar el disgusto de Lord Alfred, su joven amante. El genial autor aunque se viera redimido por su arte y por su amor, debía conocer los riesgos que suponían poner él mismo una demanda para defenderse de qué, como si perteneciera a la clase media, que basa toda su dignidad en el valor moral de sus actos, prestándose por la debilidad en que nos abandona el amor, a un juego que no era más, que un enfrentamiento paterno filial.
En la imagen los actores Abraham Arenas, Jesús Redondo y Silvia Acosta en Gross Indecency de Moisés Kauffman, con dirección de Gabriel Olivares para TeatroLAB Madrid
La reina Victoria había ampliado a delito penal, lo que el poderoso credo religioso ya condenaba como el mayor pecado que se puede cometer, nombrado como el «pecado nefando». Siguiendo con rigor sus creencias, las practicas sexuales no tenían mas función que la reproductiva, por lo que poner la semilla de la vida en el órgano por el que transitan la mierda, suponía a todas luces una afrenta contra natura, sin base científica alguna que contemple que esa semilla por si sola, sea suficiente para generar nada.
Lo anterior viene al caso, porque la obra escrita por Moisés Kauffman, adaptada por David DeGea y Gabriel Olivares, bajo la dirección de Gabriel Olivares, parte de una narración impecable, en que se avisa al público de cuales eran los condicionantes de una moral hecha a la mediada de una clase social, que por cuna se veía como excepción, lo que no le obligada a cumplir la rígida norma.
La lectura de la obra es cristalina para cualquier espectador, porque autor y adaptadores no han caído en el error de dar nada por sabido, pero la enjundia de los hechos la disfrutará plenamente quien esté más familiarizado con la obra de y vida de Wilde, pero de la función dirigida por Gabriel Olivares, nadie saldrá con las manos vacías, porque la diferencia de clases, el Olimpo en que viven instaladas determinadas personas, que el dinero les permite casi todo, y aún contando que en forma ha variado la postura legal de algunos países ante la homosexualidad, el fondo aún sigue siendo motivo de opiniones encontradas, situándonos en el mejor de los marcos.
Gabriel Olivares ha contado con unos actores ligados de una forma u otra a su proyecto TeatroLAB Madrid, lo que indica que la interpretación está perfectamente aleda por códigos comunes.
En la imagen la actriz Carmen Flores Sandoval, la mirada omnipresente en Gross Indecency de Moisés Kauffman, con dirección de Gabriel Olivares para TeatroLAB Madrid.
Unos actores que son oro molido para un director como Olivares, que otorga tanta importancia al movimiento en sus montajes. Llegando a ser los interpretes, aparte de emisores de la palabra, soporte y decorado. En una constante construcción y deconstrucción plástica, se podría decir que mueve a los actores con la precisión de un ballet, pero su trabajo es tan limpio y efectivo, que se asemeja más al movimiento de los cristalitos coloridos de un calidoscopio, que con cada leve giro, cambia la composición del conjunto sin sentir.
La función es potente visualmente, pero también en la palabra. Oscar Wilde -que vista Gross Indecency, no podría encontrar mejor interprete que a Javier Martín– se defiende en principio con la ironía de su palabra, como si estuviera en un salón rodeado por un corrillo de admiradores, rendidos de antemano, pero ni su ironía, ni la belleza de su verso son armas válidas en una arena a la que ha bajado, por amor. El autor sufre un choque frontal con la realidad cuando aún se escuchaban los aplausos y las alabanzas de su obra La importancia de llamarse Ernesto.
Javier Martín un Oscar Wilde de altura para Gross Indecency de TeatroLAB Madrid con dirección de Gabriel Olivares.
Si Javier Martín es sin duda un reflejo fiel de la idea que se puede tener del genial Oscar Wilde, tampoco le anda a la zaga su Lord Alfred. Asier Iturriaga es el encargado de interpretar a un hombre que es un exceso en si mismo, por su belleza, por su obcecada lucha contra su padre, por su total carencia de sentido de la realidad, que conduce al escritor a un calvario laico y a una muerte civil, para el resto de sus días.
Asier Iturriaga y Javier Martín encaran a un Lord Alfred y a un Oscar Wilde, similar al que figura en nuestro imaginario, lo que es de nota.
Se dice que la verdadera caridad es la que se tiene con quien es más afortunado que uno mismo, si dicha caridad la tienes con personas que están en peor situación que la tuya, puede que no sea más que un mero ejercicio de lustre de tú propio ego.
Si damos por cierto lo anterior Oscar Wild, era un hombre por el que habría que sentir toneladas de caridad para perdonarle su éxito en lo artístico, y en lo personal, su gran atractivo, que fuera un ego con patas, y en la representación se nota, cómo se nota el poder que ejercía su joven amante sobre él, el poco respeto que demuestra a su abogado –Silvia Acosta-, al que miente sin medir las consecuencias justificándolo con un ardid tan ingenioso como poco efectivo. Como lo ajena que se siente a su esposa, y a su su propia madre. Todos grados de ascendencia y poder los representa la valiosa mirada de la actriz Carmen Flores Sandoval, que es juez, Reina, mujer, y madre.
En la imagen los actores Jesús Redondo interroga a Abraham Arenas, en presencia de Carmen Flores Sandoval en Gross Indecency de Gabriel Olivares para TeatroLAB Madrid
Al margen de reconocer al director de la obra como un mago del movimiento, también quiero destacar la capacidad de los actores para permanecer prácticamente toda la representación en el escenario, y ser protagonistas en todo momento. Formado un sólido mosaico que representa una realidad desconocida hasta ese momento para el escritor, y su amado Lord. En este “estar” la «ama» es Carmen Flores Sandoval, todo ocurre bajo su atenta mirada, pero los siete actores restantes también tienen esa capacidad, como cuando los dos chaperos –Abraham Arenas y Borja Rodríguez– que acusan a Wilde de corromperlos con dinero, asisten en silencio sentados en un banco mientras es el turno para que declare un noble –Jesús Redondo-, llamado para que la acusación al artista tenga más lustre, y marcando su insalvable diferencia social, los chaperos declararan en calzoncillos, significando que son dos trozos de carne con ojos, y el noble debidamente vestido, a tal grado que se desdobla para ser interrogador e interrogado.
Abram Arenas antes fue noble consejero al que no se le escuchó, para que el escritor no pusiera la demanda al Marqués. Borja Rodríguez ejerció de abogado defensor del tozudo Marqués –Eduard Alejandre, con una ofuscada acusación con quién fue compañero de estudios. Los ocho actores tienen peso durante toda la representación, diciendo su diálogo o administrando con el gesto, sus silencios.
Gross Indecency es una obra que hay que ver, por la vigencia de lo que cuenta, por como lo cuenta, por la calidad de la interpretación, porque el cuño propio de Gabriel Olivares siempre sorprende, y porque en ninguna función encontrarán una canción, saltada a la comba.

En la imagen los actores Carmen Flores Sandoval con Asier Iturriaga Lord Alfred, con Jesús Redondo ahora como noble interrogado Gross Indecency de Moisés Kauffman, con dirección de Gabriel Olivares para TeatroLAB Madrid
Gross Indecency, está en cartel en el Teatro Lara de Madrid, más información de fechas horarios y compra de entradas AQUÍ.
Texto: Moisés Kauffman Adaptación: David DeGea y Gabriel Olivares Dirección: Gabriel Olivares para TeatroLAB Madrid Reparto: Javier Martín, Asier Iturriaga, Silvia Acosta, Eduard Alejandre, Abraham Arenas, Carmen Flores Sandoval, Jesús Redondo y Borja Rodríguez Escenografía y vestuario: Felype de Lima Iluminación Carlos Alzueta Espacio sonoro: Ricardo Rey Dirección vocal: Yolanda Ulloa Asesoría de movimiento: Diana Bernedo y Andrés Acevedo Diseño gráfico: Javier Biosca y Sergio Avargues