GORAN BREGOVIC clausura ALMA 2023 a ritmo balcánico.
Por NACHO CABANA
Cuando uno va a los Balcanes, espera escuchar en restaurantes y cantinas música similar a la que el músico serbobosnio Goran Bregovic compuso para Underground y otras películas de Emir Kusturica… Esto es, una suerte de sofisticada fanfarria donde se fusionan el folclore tradicional con el rock; los ritmos eslavos con los metales zíngaros; las canciones de borrachera con los temas militares. Todo tocado a una velocidad de vértigo que invita a saltar, pegar patadas al aire, invadir la distancia íntima del que tienes al lado mientras sacas la lengua con ojos de loco y mueves los brazos girando sobre ti mismo.
Pero no, la música que se escucha en Móstar, Sarajevo o Zagreb tiene más que ver con el desgarro de un baladista rockero que de la alegría que radio Tirana transmitía en la inmortal canción de Battiato.
Así que nada mejor que acudir a un concierto como con el que Goran Bregovic cerró la edición 2023 de Alma Festival Jardins de Pedralbes en el Poble espanyol de Barcelona. No se trajo para la ocasión la sección de cuerda que le acompaña en otras ocasiones y solo dos de las voces búlgaras pero, la verdad, es que dio igual.
Vestido completamente de blanco y sentado prácticamente todo el concierto, Bregovic hizo de maestro de ceremonias de una fiesta en la colocó Gas, gas, gas justo en el ecuador del concierto, le dio espacio a temas en castellano (como el que grabó en 2017 con Bebe, Pero), bajó el tempo con Ederlezi (de la banda sonora de El tiempo de los gitanos), cedió a la tentación de la Bella Ciao, enloqueció con el crescendo de Mesecina y acabó, como no podía ser de otra manera con Kalašnjikov.
Bregovic, armado con una suerte de guitarra balcánica y algo tocado de la voz, fue dando protagonismo tanto al excelente percusionista que cantó con una maravillosa y profunda voz buena parte de los temas como al saxofonista a quien se debieron los momentos más virtuosos de la noche, marcando el ritmo a trompetas y trombones mientras las voces búlgaras suavizaban el conjunto.
Antes habíamos disfrutado escuchando a Balkan Paradise Orchestra, formación catalana íntegramente femenina que disfruta tocando y moviéndose por el escenario tanto como su audiencia bailando sus ritmos balcánicos con un toque catalán y español en los temas cantados.
Un excelente grupo de intérpretes (solo viento y percusión) que aciertan también en las coreografías, adaptan al ritmo eslavo sin que eso marque en exceso su repertorio algunos temas tan conocidos como Seven nation army de White stripes y a las que solo les falta una estilista para redondear su insólita y sólida propuesta escénica.
Balance final.
Han sido un total de 48.000 personas las que hemos pasado por el Pueblo Espanyol, en un ambiente, permítaseme decirlo, mucho más festivo que el existente cuando este mismo ciclo de concierto se celebraba en realmente en el Palacio que le sigue dando nombre.
15 jornadas de conciertos en el Auditorio principal (3 de ellos con cartel doble) y 14 shows en el Village, con un presupuesto total de 3.000.000 € y un impacto aproximado de 380 puestos de trabajo directos e indirectos.
El público se ha repartido entre un 60% de asistentes procedentes de Barcelona, un 15% del resto de Cataluña, un 15% nacionales y un 10% internacionales.