Gloria es una mujer mayor que no se quiso quitar la vida. A diferencia de su vecino, del que no sabemos su nombre, y del que huye su gato al apartamento de Gloria, una y otra vez, la protagonista del film vive su vida sin desesperación, quizá contenida por su experiencia -tiene 58 años-, como mujer, madre, trabajadora y ex-esposa.
Gloria, soberbiamente interpretada por Paulina García, quiere vivir, todavía, a una edad en que las mujeres de generaciones anteriores ya han optado por un prudente pase a segundo o tercer plano. En cambio Gloria conduce por Santiago a velocidad moderada pero a ritmo de canción romántica, de esas que se escuchan a todas horas en cualquier cadena radio-fórmula de grandes éxitos de los sesenta, setenta y cualquier década que se precie.
Tararea sin parar esas canciones, como si se ejercitara para vivir el amor, el ¿verdadero? Amor, o cuando menos el último amor. Y ese esforzado empeño la lleva puntualmente a la sala de fiestas para maduros donde baila al son de las mismas canciones. Se adivinan aventuras ocasionales sin trascendencia bailable.
Admitámoslo, Gloria no sabe vivir sola. Su serenidad y contención son producto del miedo a perder el control. Para ello practica yoga, risoterapia y otras amenidades propias de la clase media. Cuando se mira al espejo Gloria no ve a la espléndida mujer madura que es, sino a una vieja máscara desmaquillándose.
Mujer metódica “busca”. Y Gloria encuentra a Rodolfo, Sergio Hernández, un hombre separado como ella pero que se aferra a su familia perdida, a pesar de vivir solo. Desde el principio de su relación sabemos que Rodolfo no va a renunciar a su familia para rehacer su vida con Gloria.
Gloria se hunde ella solita en el maelstrom, vértigo que la llevará a cometer locuras impropias de una mujer burguesa como ella. Como la orquesta del Titanic que continúa sonando hasta el hundimiento, Gloria mantendrá su media sonrisa de elegante suficiencia a pesar de las llamadas, intempestivas, sincopadas, a un móvil de Rodolfo que le llaman al orden.
En realidad nunca pasa nada, a tal grado de desarrollo ha llegado el Chile de Gloria y que recorre la película, en escorzo. Así pasa Gloria por sus espejos rotos en los que no se reconoce, ni reconoce a nadie, aunque ella vaya por la vida proclamando su amor al amor. Rodolfo, al que Gloria se entrega desde el primer momento de la relación, sin rebozo alguno, es en realidad un fantasma, una fantasmagoría propia de sus ensoñaciones contradictorias.
Porque Gloria dice buscar el amor, pero en realidad huye de sí misma, que se ha convertido en esclava de su propia mente. La cárcel de Gloria es invisible como invisible se le va haciendo el mundo, se le irá haciendo, de no mediar un hábito higiénico a la que se le condena de por vida.
Invisible e invivible sin el alcohol y otras drogas hasta llegar a la cancelación de su vida, no, no es suicidio sino leve decalaje, tal como corresponde a su vida sin tacha y sin mácula, pulcra y ordenada. Acaso una mirada distinta al espejo que le devolverá, finalmente, un reflejo amable, representativo.
“Gloria” es un esfuerzo por vivir en una sociedad madura, que ha perdido, o debe perder, el miedo a la soledad, a las posibilidades reales de la vida en solitario. Singles que están aprendiendo a serlo y a disfrutar de las ventajas comparativas para el equilibrio emocional y material de esa forma de vida.
La protagonista, Gloria, no lo sabe, pero es la abanderada de una nueva revolución silenciosa que pondrá patas arriba el orden familiar ya seriamente socavado por las dos generaciones precedentes. Alienada pero sabia en su manera de afrontar las cosas de la vida diaria, quizá en realidad ya no necesitemos de grandes ideales sino de una hoja de ruta que nos conduzca por una vida que, claramente, ha sido diseñada por otros, pero que nos vemos compelidos a acatar y asumir.
El director, Sebastián Lelio, debutó en el largometraje en 2005 con “La sagrada familia”, con éxito estimable. Con “Gloria”, coproducción hispano-chilena, bucea en los entresijos de la disolución de la felicidad y su sustitución por la nuda vida de cada día, y de cada cual. Ha sabido darnos una película equilibrada, sólidamente construida, de líneas simples y claras.
“Gloria” nos ofrece el optimismo lábil y algo esquivo propio de principios del siglo XXI. Nos muestra, nada más y nada menos, que a una mujer que quiso vivir.
Gloria, de Sebastián Lelio, se estrenó en España el 4 de octubre de 2013.