Si hay dos personajes que alimentan la leyenda sangrienta de la vieja Europa, son sin duda Erzsébet Báthory y Gilles de Rais. El segundo, nacido en la torre negra del castillo Champtocé, en la Bretaña francesa en 1405, descendiente de la más rancia nobleza francesa quedó huérfano muy pronto y lo crió su abuelo materno, que le permitió hacer siempre lo que le vino en gana. Para entender el carácter del doncel, vale la anécdota de que al regresar de una batalla con 17 años decidió casarse con su prima Catherine de Thouarscon, de 15 años, porque pensó que sumando sus castillos a los de su esposa sería el hombre más rico de Francia, y no ando pidiendo su mano, directamente la secuestró y se casó con ella. Como a la familia de la desposada no le pareció bien su proceder le negaron la dote y el bueno de Guilles secuestró a su suegra y la puso a pan y agua hasta que cedieron, tampoco tuvo prisa en gozar en el tálamo de su esposa y prima, porque a Guille le satisfacían mas los varones para ese menester.
Fue Mariscal de campo con 25 años y luchó en la Guerra de los 100 años junto a Juana de Arco, parece que la lucha le desfogaba mucho, y una vez retirado del campo de batalla se desfogó con actividades mas oscuras dentro de su castillo, valga la salvedad de que la guerra entre reyezuelos por el botín no fuera una actividad igual de oscura y perversa.
Iván Ruiz Céspedes afronta este proyecto imprimiéndole su sello personal, que ya tiene bien acuñado. Conozco bien la trayectoria del autor y director, y me interesa todo lo que hace, y este montaje tiene todo y nada que ver con su función «1967», basada en Orgía de Pier Paolo Pasolini y Woyzeck de Georg Büchner. Todo por la envoltura con la que reconstruye la puesta en escena y nada por el registro a la hora de contar la historia y de dirigir a los actores.
La historia de este «dulce asesino» en serie, la presenta como un cuento infantil o una fábula al calor de un fuego. Relatada sin estridencia ni juicio morales, como un «esto es lo que hay». Sin añadir dramatismo sabremos como el Barón de Rais se casaba y se descasaba, mandaba secuestrar niños, los cortaba el cuello, gozaba con su sangre caliente o proponía competiciones de belleza con las cabezas decapitadas, peinadas y maquilladas con esmero.
Su «valor guerrero», su hazaña en la Guerra de los 100 años junto a Juana de Arco, queda en esta función sólo como referente. Al autor director parece haberle interesado más su faceta oscura, su peculiaridad, su gusto por los ritos, su afición a rodearse de hechiceros y farsantes que le prometían tornar el metal en oro. La narración está entrelazadas de anécdotas e insinuaciones que se dibujan y desdibujan, dejando cabos sueltos que añaden misterio a un personaje que pertenece a la leyenda.
Los actores Rafael Ordóñez, Enrique Uhalte, Susana Rodríguez y Ana Peña, se doblan y se desdoblan para ser los primos, cómplices, esposas, sirvientes, testigos y jueces de los avatares de Gilles de Rais. Es en el discurso de actores, donde Iván entrama su historia, son ellos los que van completando la valiosa información como un goteo hasta armar el puzle. Les hace cantar romanzas en francés, que potencian la magia de un tiempo tan proclive a la fabulación, en un paseo entre el amor, la guerra y la muerte, de damas caballeros y castillos como es el Medievo.
En un momento de ruptura, Susana Rodríguez canta una balada moderna, que logra trasgredir e unificar la historia. Las actrices Susana Rodríguez y Ana Peña ponen la cara bella y femenina en una historia regida por hombres. En la que única mujer que cuenta algo es la hechicera, las dos aportan frescura y color al montaje.
David Sanz, ha sido una grata sorpresa: se trata de un actor con presencia, poseedor de una mirada limpia e impenetrable, como le corresponde al Barón de Rais que interpreta, mecido en los privilegios de los sus antiguos linajes, se puede permitir cuanto quiera y lo hace con una naturalidad que pasma. Después de ver esta función no puedo imaginar a otro Guilles que no lleve la cara de este joven actor.
Rafael Ordoñez es un actor fino y versátil que encarna con la misma credibilidad a una víctima que a un verdugo, la cándida honestidad o la traición. Enrique Uhalte es un actor ágil, con mucho empaque, y en esta función se puede lucir, tiene un momento realmente hermoso cuando se convierte en narrador de la historia de la mujer que se salva del degüello, o sirve de ejemplo para que Gilles de Rais explique sobre su piel por qué prefiere a los varones.
Iván Ruiz Céspedes arriesga sin usura y por eso me interesa tanto su trabajo, con una sobriedad de medios espartana hace de la necesidad virtud. Indaga con sello propio en este Barón de Rais, que con sus aciertos y sus errores es un paso adelante para un director honesto con una evolución imparable. En la función hay emoción y hay TEATRO, y esto último no se puede decir de muchos títulos programados en la cartelera.
GE DE ERRE -Barón de Rais, se estrenó en La Nao 8 Teatro -Madrid- el 8 de enero de 2016, y se puede ver todos los viernes a las 22:30 horas.
Título: GE DE ERRE -Barón de Rais Texto y dirección: Iván Ruiz Céspedes / Ayudante dirección: Francisco Valcarce / Elenco: Daniel Sanz, Ana Peña, Rafael Ordóñez, Enrique Uhalte y Susana Rodríguez / Género: Teatro Documental (cuento para público adulto) Duración: 75 min.