A sólo un día de su estreno en las salas de todo el país, y tras un peregrinaje por algunas de las capitales más importantes de toda Europa, el director Pablo Larraín y el actor Gael Gacía Bernal aterrizan en Madrid para presentarnos a los medios su última película: No, un retrato del Chile de los años 80 que, tras más de una década de rígida dictadura, se embarca en un importante referéndum que habrá de evaluar el conformismo de la población civil con el régimen de Augusto Pinochet.
Asistimos para ello a una rueda de prensa en la que quizá se echa en falta al resto del elenco. O esto al menos es así hasta que director y actor protagonista comienzan a hablar. La sonrisa de Gael (que interpreta en esta película al publicista que habrá de encargarse de la campaña del “No”, la que se opone al régimen), unida a la facilidad de palabra de ambos, consiguen que olvidemos por momentos que esta vez la mesa de presentación cuenta sólo con dos asientos.
Los hechos narrados en No sucedieron hace ya veinticinco años, sin embargo es ahora cuando Pablo Larraín parece querer rescatarlos.
Pablo Larraín:
Bueno, la verdad es que como realizador lo que uno busca son historias originales, interesantes, materiales donde uno pueda expresarse con honestidad y libertad. Ésta era una historia muy desconocida. Mucha gente sabe cómo Pinochet llegó al poder pero no tanta cómo salió. Sabemos además que los dictadores no suelen salir a través de los usos democráticos. En la película hay un montón de elementos subversivos. Hay un montón de preguntas peligrosas que plantea y por eso nos interesó hacerla. Esta es una historia real, de la épica de un país que finalmente pudo cambiar el destino de nuestra sociedad. En ese sentido nosotros la miramos desde la subjetividad que permite el cine y ha sido fascinante poder aproximarse a una historia tan particular y tan única que de alguna manera establece todas estas preguntas de carácter social e ideológico que tiene que ver con los medios. Es una historia que aunque pasó hace tantos años termina siendo casi contemporánea. La gente ve reflejada su propia realidad en la película y eso es fascinante. Aún así tengo que admitir que al principio, cuando se propuso la idea de hacer la película, me dio un poco de miedo. Esta materia es muy delicada por lo que implicaba meterse en algo que es muy importante para mucha gente y del que todos tienen una opinión, a parte de su propia biografía y su perspectiva ideológica. Pero la hicimos con toda la honestidad y sabiendo que esto iba a ser siempre una visión subjetiva.
Gael García Bernal:
No es coincidencia que en todas partes del mundo exista esa reflexión o esa crítica en torno a la democracia. En todos los lugares donde hemos mostrado la película siempre hay alguien que nos dice que esta película trata sobre lo que está viviendo su país. Hubo gente de Camboya que nos dijo que ellos aún tenían un Pinochet en el poder, y esta película es muy transcendental por eso. La película adquiere una relevancia tremenda por ese proceso de reconciliación que incita a unas preguntas muy pertinentes en torno a nuestra relación con la democracia, así como en torno a la falta de justicia social o la necesidad de perfeccionar y limpiar la democracia de todos esos aspectos que la pervirtieron en la última parte del siglo XX y principios de este. Queremos volver a una especie de participación legítima con la democracia. «No» es una película política. Creo que a todos los políticos les interesaría mucho verla, porque trata sobre la maquinación, sobre lo que sucede tras las bambalinas en torno a una campaña publicitaria y en este caso se trataba además de un movimiento que tenía muy pocas posibilidades de lograr un alcance mayúsculo. Tenían que lograr una campaña que superara, o que más bien hiciera honor, a la gran idea del movimiento del NO, a la oposición a Pinochet.
Pablo Larraín:
La razón por la cual fue derrotado Pinochet es muchísimo más amplia que lo que está plasmado en la película. El pueblo de Chile estuvo muchos años en las calles manifestándose en contra. También los políticos, que realizaron una oposición muy fuerte, muy inteligente en contra de Pinochet ayudaron a ello. Yo diría que esta campaña fue un evento catalizador que finalmente dio un pequeño empujón, el último empujón que ayudó a que mucha gente venciese el miedo y fuese a votar en contra de Pinochet.
Lo que está claro es que todo aquello ha dejado una huella en la sociedad latinoamericana actual.
Gael García Bernal:
Yo creo que la sociedad latinoamericana ha evolucionado muchísimo, sobre todo en el discurso político. Vivimos un momento en los que por suerte es difícil pensar que vuelvan a existir estos regímenes absolutistas. Creo que estamos en un momento en el que sentimos que podemos cambiar las cosas con nuestra participación. Yo la primera vez que voté fue cuando ganó Cárdenas en el Distrito Federal y sentí que cambiaron las cosas con mi voto. Somos una generación de latinoamericanos que sentimos que nuestro voto cuenta y contamos con libertad de expresión. No en su totalidad y no todos, pero creo que a diferencia de lo que se vivía en el año 88 definitivamente tenemos una mayor libertad de expresión. Confío mucho en que la sociedad latinoamericana pueda hacer algo para que lo que sucedió entonces no vuelva a suceder. La película señala mucho la justicia que no llegó. Al final Pinochet nunca fue encarcelado, nunca fue juzgado y ahí es donde tenemos aún una llaga abierta en América Latina.
Pablo Larraín:
Yo espero que en la historia Pinochet sea siempre considerado como un bastardo. Eso al menos es lo reconfortante. Al final las cosas acaban ubicadas donde tienen que estar. Yo creo que ahora en Chile el SÍ no tendría un 45 % de apoyo. Seria infinitamente más bajo. En Chile no queremos gente que se considere un iluminado, que sea capaz de gobernar sin la voluntad del pueblo y capaz de administrar quién vive y quién no o de administrar incluso el tamaño de su billetera a costa del estado.
Ante títulos como éste siempre surgen los debates acerca de si es aconsejable mover el pasado o pasar página de un modo ya definitivo.
Pablo Larraín:
Me imagino que como en todas partes hay gente que cree que es mejor no mover ciertos momentos de los pasados de los países. A mí me parece esencial. Creo que la memoria es la que permite comprender mejor el presente. Sin un ejercicio de memoria normalmente sólo se piensa en la inmediatez y eso me parece muy peligroso. Tendemos a pensar que la humanidad es sólo lo que somos en este momento y siempre creo que es necesario ir hacia atrás para comprender cómo hemos llegado a ser lo que somos hoy día.
Gael García Bernal:
Muchas de las personas que salen en la película participaron en su momento en la campaña del No. Ahora lo hacen veinticinco años después como sí mismos y algunos de ellos, como Eugenio García y José Manuel Salcedo, aparecen en ella como sus antagonistas, salen actuando como asesores del SÍ. Jose Manuel Salcedo sale por ejemplo como el censor. Entonces hay algo ahí como de un ejercicio muy interesante de reconciliación personal con la historia. No se pretende hacer de esta película una reconciliación del país consigo mismo o con su historia, sino más bien una reconciliación personal. Las personas protagonistas que antes su enemigo acérrimo, su némesis, era aquel que tenía la chapita del SÍ, ahora se la tuvieron que poner en este película. Entonces es un ejercicio de empatía emocional, de reconciliación con uno mismo, de todo lo que pasó y seguramente esto abre nuevas perspectivas, nuevas posibilidades de quizá una reconciliación aún más transcendental.
Quizá por el tema que trata y por el contexto histórico en el que lo hace, No se adivina como una película compleja, posiblemente en todas sus fases de su producción. Resulta interesante conocer el proceso que siguió la misma de la mano de sus protagonistas.
Pablo Larraín:
El origen fue una obra de teatro que escribió Antonio Skarmeta que se llama El Plebiscito. Es una obra muy breve pero que tenía el alma de la película. Lo interesante es que de todos los puntos de vista posibles para contar esta historia se toma el publicista. Creo que ahí hay algo muy interesante. Luego también hubo una investigación de dos años donde entrevistamos a muchísima gente, a la gente que realizó la campaña. Visitamos textos históricos, a historiadores, analistas, ensayistas… reflexionamos sobre el tema… Cuando tuvimos toda esa información no sabíamos ni por dónde empezar. Afortunadamente contamos con un tipo brillante: Pedro Peirano, que es el guionista de esta película, que tuvo la lucidez de ser capaz de organizar este relato de la manera en la que ustedes pudieron verla. Al mismo tiempo Andrea Chinogli, que es la montadora de esta película, tuvo el enorme mérito de organizar este montaje donde había muchísimo material, no sólo de archivo, que ya son miles de horas, sino que nosotros también produjimos dos horas más que no están en la película. El primer corte duró cuatro horas sin archivo. Esta película se hizo con el trabajo de mucha gente, de un departamento de arte muy potente que tenía una dificultad añadida. Y es que cuando haces una película de época tienes la libertad de generar un universo donde tú manejas un poco las reglas, pero cuando tienes mucho archivo al lado esto se ha de comparar con esa verdad del archivo, con cómo se ve, cómo se expresa… Los actores tuvieron la dificultad de tener que trabajar un tipo de actuación que, sin ser documental, aportase una espontaneidad que nos dijese que efectivamente aquello sucedió. Trabajamos sin marcas en el suelo, sin encuadres en los actores estuviesen muy sujetos. En realidad yo intenté darles libertad para que ellos se desenvolvieran y crearan algo que se respirara real.
Pablo Larraín tuvo muy claro desde el principio que el papel protagonista de No llevaba el nombre de Gael García Bernal. Él mismo nos lo cuenta.
Pablo Larraín:
Nosotros pensamos en Gael desde antes incluso de tener una primera versión de guión, cuando empezamos a estructurar un poco cómo sería esta película, cómo debería contarse, ya pensamos en él. Para nosotros ha sido un privilegio. Es un actor tremendo. Creo que lo demuestra también en esta película. Estoy feliz de poder decirlo delante de él.
Un personaje éste, el que tendría que interpretar el actor mexicano, al que había que conocer muy bien para poder llegar a su esencia. Para Gael García Bernal no sólo fue una responsabilidad sino además todo un reto.
Gael García Bernal:
El personaje viene con una carga. Ése es uno de los hallazgos que en su momento no entendí: lo importante que llegaría a ser como disparador emocional y como base fundamental, como pilar del personaje. Hablo del hecho de ser exiliado, que le da una dimensión de extranjero en su propia tierra y una narrativa distinta a lo que es la vuelta a la justicia, lo que va a significar. Yo tuve experiencias con muchos exiliados, jóvenes que nacieron en Chile casualmente pero que crecieron en otro lado y volvían por primera vez. Ellos tenían asumido que el país del que venían no era su país. Lo que transmitían era una especia de reconciliación mucho más a largo plazo, porque no venían con venganza o con odio. La campaña del No era sin odio, sin violencia. El personaje ejemplifica eso y de ahí su compromiso. Al principio no quiere participar en el NO. Cuestiona su participación porque no le quiere dar la legitimidad a Pinochet, porque en el caso de que pierda, que es lo que sucedió, él se va a retirar dando la banda presidencial y diciendo que era un demócrata. Más allá de que ganara a perdiera el tipo iba a quedar como un demócrata. Y mucha gente no le quería hacer ese juego. Otra razón, que era lo que todo el mundo pensaba en esa época, es que esta elección iba a ser completamente arreglada. Era un plebiscito hecho por una dictadura, a la medida. Los que elegían la palabra SÍ tenían todos los recursos a su alcance y los que elegían NO tenían que luchar contra eso, con pocos recursos y trabajando en la sombra. Entonces una vez que empieza a trabajar en el NO le sucede lo que les sucedió a mucho de ellos, que vieron a través de mucha labor política y de estudios sociológicos que lo que había que dar era un salto que cambiara la emoción de un país, del sentimiento de desesperanza a una esperanzador, a uno optimista, a uno en la que la alegría iba a venir en el momento en el que Pinochet se fuera y ése era el triunfo contundente. Eso es lo que les iba a dar un triunfo donde Pinochet no podía argumentar. La única manera que tuvieron, sus únicos argumentos, eran amenazantes: ”Yo o el caos”. Entonces esta narrativa que atrajo el afán reconciliatorio y el hartazgo por tanta violencia y por tantas familias divididas era superior a lo que Pinochet y toda su bancada podían argumentar. Así que creo que por eso el personaje tiene esa dimensión tan interesante. Mi personaje realmente no existió, pero para mí todos los que participaron en el NO yo los veo como héroes de la democracia. Una lectura de la película es acerca del poder de la publicidad. Yo creo que no, yo creo que más bien es el poder de la democracia. Yo creo que esta película habla de eso.
Pablo Larraín:
De invitar a vencer el miedo. Por eso la idea del exiliado es más interesante, porque es una persona que vivió el destierro, que podría dar todavía más rabia, más dolor y que logra vencer el miedo y comprender que el camino correcto es la alegría y el optimismo.
En Chile la cinta se estrenó no exenta de cierta polémica.
Pablo Larraín:
Allí las reacciones a la película han sido muy diversas. De algunas muy positivas a otras muy negativas pasando por todo el espectro intermedio y eso yo creo que es sano e interesante. Creo que finalmente la película no es condescendiente ni con un sector ni con el otro. En Chile todo el mundo tiene una opinión de lo que pasó y una perspectiva a partir de su propia biografía. La película no legitimiza necesariamente lo que algunas personas piensan o recuerdan. Hay gente que esperaba que eso fuese así y como no lo hace, se limita a nuestra propia perspectiva, entonces no deja contento a todo el mundo. Lo que me parece completamente razonable. Esta película no es un tratado de época ni intenta ser una herramienta de educación. Su punto de vista es el uso de la publicidad en la política. Si el NO ganó hubo una parte del SÍ que también ganó ese día que fue negociar con Pinochet. Pinochet murió libre y millonario y la gran mayoría de responsables de las violaciones, de las torturas del régimen de Pinochet son personas que caminan hoy en día libremente por la calle. Coexistimos con una constitución poco democrática que es la que organizó Pinochet con un sistema electoral absolutamente absurdo.
Junto a Post Mortem (película que se desarrollaba durante el Golpe de Estado de 1973) y Tony Manero, ambientada a finales de la década de los 70 y por tanto en pleno régimen dictatorial, No parece erigirse como la última entrega de una trilogía dirigida por Larraín dedicada por completo al Chile de Augusto Pinochet.
Pablo Larraín:
Jamás pensé en estas tres películas como una trilogía. De hecho esa palabra surgió a partir de la prensa. Lo comprendo. Es el mismo director que hace tres películas sobre el mismo periodo histórico, pero yo jamás pensé en eso porque sería un poco pretencioso. Ha sido una aproximación a historias puntuales que me han fascinado, que me han parecido pertinentes e interesantes.
En No llama la atención su formato, esa estética de video tan alejada de los cánones habituales del cine contemporáneo.
Pablo Larraín:
La película está filmada en el mismo formato en el que se realizaron las imágenes de archivo, en una Cámara Tubo que es una tecnología de principio de los ochenta, la primera forma que existió de hacer video, que es además la misma forma en la que se realizó la mayor parte de esas imágenes de archivo. Nosotros queríamos crear una ilusión en el espectador y que éste no distinguiera entre el archivo y la parte de ficción, lo que terminaría haciendo que nuestro material se transformase en documental. Si hubiéramos filmado en HD el espectador estaría todo el rato entrando y saliendo del relato. También es humilde y una forma de protesta en contra del HD, de su hegemonía, del formato que hace que todas las imágenes sean iguales, lo cual las hace perder identidad. Antes cuando no existía, los laboratorios eran capaces de generar texturas diferentes, darle una personalidad a cada negativo. Hoy día, en esta obsesión por la resolución y la calidad de imagen, todo esto se ha perdido y a mí eso me parece particularmente peligroso.
Unas imágenes de archivo que nos llevan a preguntarnos si las distintas campañas publicitarias que vemos en No se corresponden con las reales o fueron recreadas por el equipo de la película.
Gael García Bernal:
Tanto la Campaña del SÍ como la del NO que aparecen en la película son las reales. De hecho lo podéis comprobar en Youtube, por si acaso no creéis que la del SÍ pudiese ser tan mala (risas)
En breve sabremos si No se alza finalmente con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, lo que supondría el primer Oscar de la historia para Chile.
Pablo Larraín:
Es difícil ganarlo porque este año hay películas muy buenas. También es una categoría sumamente impredecible. Todos los años hay sorpresas. Ya es una gran noticia que la película esté nominada porque permite que la gente se acerque a ella, que la gente la vea. La película aún no se ha estrenado ni en Estados Unidos ni en muchos países de Europa, por lo que esta nominación cae en un gran momento, en plena promoción.
Pues mucha suerte para ellos. La película, especialmente por todo el trabajo que lleva detrás, seguro se lo merece.
Fotografías de la rueda de prensa: ©Joaquín Fernández
No (2012), de Pablo Larraín, se estrena en España el 8 de febrero de 2013.