Fum combina con acierto dos discursos sobre la mentira. El primero (más contundente que el segundo) se centra en el ámbito de la pareja donde las pequeñas mentiras sin importancia son un mecanismo (asumido en el funcionamiento de la vida conyugal) que no desata por sí mismo drama o conflicto alguno si ambos miembros de la pareja han aprendido a manejarlo en un pacto tácito que ya ninguno de los dos cuestiona. Pero… ¿qué ocurre cuando un elemento externo se dedica, sin motivación aparente, a perturbar esa dinámica de la no verdad agrandando hasta lo insoportable las falsedades? ¿Hasta dónde puede llegar el enfrentamiento de dos personas que se quieren cuando ambas son, en diferente grado, tentadas por otro matrimonio que bien podrían ser ellos mismos dentro de un par de décadas?
Àlex (Joan Carreras) y Eva (Anna Sahun), pareja en torno a los treinta y tantos años, han viajado a un país del tercer mundo a recoger al hijo cuya adopción llevan años tramitando. Estalla una revuelta política y no pueden salir del hotel en el que se alojan hasta poder hacerse cargo del niño. Los incidentes despiertan en ellos la duda primero y la certeza después de que la legalidad vigente que ha dado su aprobación para la adopción ya no va ser tal y que sus años de esfuerzo no van a servir para nada. En el hotel conocerán (por separado) a Jaume (Lluís Marco) y Laura (Carme Elías) una pareja que ronda los sesenta y que esperan también salir del país donde que tienen una casa en la que pasan largas temporadas cuando él se retira a escribir las novelas que le han hecho famoso. Laura se dedica a tentar a Àlex y a hacer dudar a Eva de la fidelidad de su marido al tiempo que la invita a acostarse con el suyo.
Este discurso pronto comienza a dar paso a otro acerca de la relación que tenemos los occidentales con los ciudadanos de países que luchan por la libertad que aquí damos por supuesta. O lo que es lo mismo, lo que hay de mentira en el apoyo que intelectuales y ciudadanos podemos dar a revueltas lejanas y cómo éste desaparece en el momento en que nos afectan personalmente. Àlex y Eva se quedarán sin hijo; Jaume y Laura, probablemente sin casa. El único objetivo de los cuatro es escapar, huir de la pequeña zona de confort en que se ha convertido el habitáculo siempre provisional del hotel para llegar al permanente cuartel de invierno que supone para ellos Europa. No les importa que contra los cristales del lobby se abran la cabeza personas que tuvieron la mala suerte de nacer en el hemisferio sur. Lo que les preocupa es que esos cristales no se rompan, que el sueño en el que viven no acabe. No despertar y verse arrastrados por la multitud enardecida como está a punto de ocurrirle a Eva cuando sale al exterior en busca de sensaciones que puedan convertirse en fotografías que le permitan contar a sus amistades, en la seguridad de Barcelona, que ella fue testigo de una revolución.
Fum articula su discurso sobre la mentira a partir de once “instantáneas” con agujeros narrativos entre ellas (que, intuyo, son mayores en la cabeza del Miró autor que en del Miró director), diez de las cuales se construyen a partir de encuentros de los personajes de dos en dos y sólo en la última participan los cuatro actores a la vez.
Miró acierta en la dirección de su propio texto que ha hecho entender perfectamente al elenco. Carme Elías sabe ser distanciada y tentadora a la vez sin caer en el sarcasmo que en manos de otra actriz y otro director hubiera sido el camino más fácil para construir el personaje. Joan Carreras resulta comprensible y cercano en sus conflictos y reacciones mientras que Anna Sahun recuerda poderosamente a Alicia Pérez. Lluís Marco se resiente de que su personaje queda relativamente fuera del conflicto triangular desatado por la Elías en la primera escena (de hecho tarda bastante en salir a escena) y de que su mentira y poder de manipulación en muy inferior al desplegado por su esposa; quizás porque Miró le ha elegido a él como portavoz del segundo de los discursos enunciados.
Excelente es la escenografía de Enric Planas con ese mueble que se transforma en dos habitaciones gemelas sin que éstas se confundan entre sí. Menos acertado es el trabajo de iluminación de David Bofarull Armengol especialmente cuando tiene que recrear un incierto ambiente onírico a partir de las luces de la revuelta (es decir, durante el apagón), totalmente insuficiente tanto en el plano real como en el del sueño.
La selección de textos incluida en el programa de mano hace pensar que la acción se desarrolla en la República Democrática del Congo aunque no hay ubicación geográfica alguna en el texto, supongo que para dar la sensación de que puede estar pasando en cualquier sitio; estrategia dramática bastante manida que presupone que lo concreto es menos universal que lo abstracto. Cuando la realidad es, precisamente, la contraria.
Fum
Autor y director: Josep Maria Miró
Intérpretes: Joan Carreras, Anna Sahun, Lluís Marco y Carme Elias
Sala Petita, del 18 de diciembre de 2013 al 26 de enero de 2014