Feroces de pensamiento, de Javier Cristóbal

Feroces de pensamiento, de Javier Cristóbal

He regresado al tigre.
Aparta, o te destrozo.

Miguel Hernández

 

 

Javier Cristóbal (1973), dispara contra nosotros Feroces de pensamiento (Ediciones Vitruvio, 2012), su segundo poemario, y la cita que nos recibe a la entrada no podía ser más oportuna:

 

Ay de todos los maestros vanidosos y de todo el estético reino de los cielos cuando el joven tigre (…) sale de caza.

Nietzsche

 

Sin duda, su poesía es joven, juventud ganada desde la experiencia, la más difícil, y también feroz, algo que impregna a este poemario de TESTOSTERONA. Y me encanta, porque ya está bien de poetas lánguidos, decadentes y de estertores por versos. Sí, a todos nos es legítimo, e inevitable, conocer horas bajas, pero recrearse, acomodarse en ellas y no hablar de otra cosa –en un mundo plagado de fuerzas y maravillas-, eso ya cae dentro de lo patológico, y cansa, a mí por lo menos, como comensal de libros.

Cristóbal también conoce, y trabaja, el desgarro que todo vivir implica, pero ese desgarro es en su poesía el retroceso que todo salto exige. Caer para volverse aún más audaces, más fieros, para acercarnos cada vez más a la juventud del tigre.

Pensamos y escribimos siempre contra alguien, y en el caso de la poesía de Cristóbal, ese alguien no puede estar mejor definido: aquellos que buscan domar, debilitar. Sin miedo a equivocarnos, podemos decir que Feroces de pensamiento está cruzado por el esfuerzo, por la tensión, de encontrar el modo de habitar en la rebeldía, y desde ella salir al mundo y confrontarnos con él.

Pero, ¿rebeldes para qué? La respuesta también es precisa, para ganar nuestra propia vida. Rebeldes, porque a la realidad le gusta estrecharse, limitar al máximo nuestro espacio vital, nuestras posibilidades. Rebeldes, porque frente a nosotros hay otros hombres que querrán someternos, utilizar lo que somos a su favor, o, lo que es lo mismo, en nuestra contra.

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«Sed fieros e inconsolables»

Mantener el oído atento, la vista afinada y afilada, el dedo en el gatillo, y no ser perezosos a la hora de combatir. Mucho hay de guerrero en Cristóbal, y eso me gusta. Pero su apuesta no se agota aquí, también hay paz, tal vez una paz armada, y nos dice como poblarla: con lo cercano, con los detalles que vierte el día a día, y, cómo no, con la selecta compañía de los otros.

Feroces de pensamiento, es una apuesta por la vida, con todo lo que ella guarda y muestra, es un sí de corte nietzscheano, y quien a él se acerque saldrá, y esto es mucho, más fuerte de lo que entró.

Otro acierto, es el estilo que Cristóbal cultiva, directo, sin poses, como si hiciera boxeo con las palabras. Y para qué abundar en más descripciones, cuando podemos ofrecer uno de sus poemas:

 

Carta a una alumna adolescente de Integración Social

 

El mundo de los adultos es exactamente

la mierda que imaginas

Ten claro que muchos de ellos,

enanos en la mar de lo plausible,

ridículos guardianes de lo serio,

son apenas una sombra

de animales domésticos

 

Y tú tienes instinto,

Fiereza, salvajismo, tú adoleces

de límites que agoten lo exultante

 

Dirán que tú no sabes

que el tiempo es un maestro

que cuánta ingenuidad…

que cuánto anhelo…

 

Y para ser honesto

yo tengo que decir

que sabes lo importante:

que las cosas más bellas

-las únicas, en realidad,

que son hermosas-

son aquellas inútiles,

aquellas que derraman

silencio y suavidad al desplegarse

 

Y el tiempo ni precepto ni maestro

El tiempo domador

Posibilismo

El tiempo es el barranco acristalado

en el que irás a despeñarte

 

Feroces de pensamiento, Javier Cristóbal, Vitruvio, 2012.

Autor

Soy filósofo y hago cosas con palabras: artículos, aforismos, reseñas y canciones. De Tarántula soy el cocapitán y también me dejan escribir en Filosofía Hoy. He estado en otros medios y he publicado algo en papel, pero eso lo sabe casi mejor Google que yo.

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