Nadie escapa a la cultura de su cuna
Federico (43) pag. 252
Asomado a un balcón del Hotel Metropol de Méjico, Federico escucha a un hombre que le habla del poder y la salvación (nada menos que en 50 ocasiones) ilustrando su historia con una narración cruel y sangrienta del nacimiento y gestación de una revolución. ¿Es un ajuste de cuentas entre Carlos Fuentes, el escritor y Nietschze, el filósofo? No creo. Fuentes escribió toda su vida apasionantes relatos tratando de encontrar la relación entre el bien y el mal, el pasado y el futuro, la revolución y el poder, la salvación o la predestinación. Pero con este libro, publicado el mismo año de su muerte, 2012, no busca el aplauso, ni los premios, ya ha obtenido muchos (merecidos) en vida; se busca una vez más a sí mismo.
Envuelta o rodeada por esta peculiar estructura que desconcierta al lector, Federico en su balcón contiene una novela, sí, una novela con personajes de ficción como el trío formado por Saúl Mendés-Renania, el místico e idealista, sin instinto de poder, y su mujer María Agila, antes Sor Consolata; Aaron Azar, el abogado moralista, cobarde e incómodo y Dante Loredano, el aristócrata revolucionario; los tres se reúnen a menudo en el Jardín de Epicuro teorizando sobre una revolución que, sin su participación, se está originando en la calle provocada por Andrea del Sargo, el militar rebelde que los convertirá ante el pueblo en artífices de un movimiento que pronto necesitará sus héroes y sus víctimas.
Antes de que llegue ese momento, conoceremos a Gala, extraña joven que instigará otro tipo de trío, un “ménage a trois” especial, sin sexo ni deseo, entre ella, Dante y su hermano Leonardo, el amigo de los oligarcas y del Presidente Matías Solibar, en cuya mansión se reúnen los que manejan los hilos del poder. Otro personaje principal es la madre de los hermanos Loredano: Charlotte Colbert D’Aulnay D’Almeras, madame Mère, que casó con Zacarías Loredano cuando éste luchaba sin escrúpulos por crear una legitimidad nueva y su propia riqueza y al que abandonó para refugiarse en su castillo de la Dordoña. Y también son importantes los integrantes del pueblo, una galería de víctimas del sistema como Rayon Merci, el loco, la Niña Elisa, asesina de sus benefactores, Basilicato, el zapatero solitario, o Juan Colorado, el Gendarme Desconocido, todos ellos transformados en verdugos gracias a la revolución.
Federico en su balcón está dividida en cuatro partes, sus títulos me llamaron la atención, por no encontrar, en un principio, su sentido o procedencia.:
I, De la paz el arcángel divino
II. Y retiemble en sus centros la tierra
III.: Ciñe, ¡Oh patria!
IV: Al sonoro rugir del cañón
No me ha sido difícil averiguar a través de Internet que son versos que forman parte del Himno Nacional de Méjico (Letra: Fco. Gonzalez Sacaruga 1853), un extenso poema, plagado de imágenes sangrientas que se refiere al destino de una nación y de sus hombres, a las guerras y todas las revoluciones que han asolado el país a lo largo de su historia cuyo “eterno destino por el dedo de Dios escribió (el arcángel divino). En este punto, el católico Fuentes disiente de Federico, hijo de pastor luterano, para el que la salvación depende de Dios e, indignado, le increpa:
Somos buenos, somos malos ¿pero al cabo nos salvamos o condenamos por la voluntad ecléctica de Dios?
y defiende sus creencias con ardor:
Creo que nosotros somos los actores principales de nuestra propia salvación. Esa es la libertad que nos da Dios. Yo lo creo como católico, tú no puedes porque aunque seas ateo, eres protestante. Nadie escapa a la cultura de su cuna.
Escritor comprometido con la defensa de los débiles y la lucha contra la injusticia, Carlos Fuentes es el paradigma de esta oración. Testigo privilegiado de los acontecimientos de este siglo, su relato está impregnado de actualidad y no duda en desvelar, una vez más, la gran mentira nacional que, por desgracia puede aplicarse a muchos países.
Fuentes trata de relacionar lo que ocurre hoy con lo que ocurre una y otra vez. “el eterno retorno”. En casa de Leonardo se reúne el también eterno sindicato del poder: los fabricantes de armas, los exportadores de alimentos, los constructores de comunicaciones, los reconstructores de ciudades aldeas y pueblos devastados por la guerra, su herramienta para crear riqueza; en definitiva, los ambiciosos, crueles y egoístas amos del mundo que manejan el poder político para dominar al pueblo.
Crees en la democracia, Federico? Me bastaría ver lo que sucede para decirte que no….
Se impide a los seres excepcionales ser distintos. Si lo son, son “excéntricos”, es decir, ridículos. Un hombre libre es excepcional y un hombre excepcional es libre.
¿Y la mayoría, Federico? Son ganado. (pag, 234)
Federico en su balcón, Carlos Fuentes, Alfaguara 2012