Espectaculares carreras de coches , mucha testosterona y mujeres contoneándose al son de música urbana. Esos han sido los tres ingredientes que han caracterizado la saga Fast & Furious desde sus comienzos. La séptima entrega ofrece más de lo mismo, aunque cuente con un director como James Wan, que se ha convertido en uno de los nombres clave del terror contemporáneo gracias a cintas como Saw, Expediente Warrem (The Conjuring) o Insidious.
Consciente de los rasgos que han convertido a la franquicia cinematográfica en una de las más rentables del siglo XXI, el realizador parece divertirse entrando en el juego del más difícil todavía en el que la serie de largometrajes parece apostar en los últimos episodios. Quizá lo más curioso de esta nueva aventura sea la obsesión por apabullar con escenas aéreas donde los coches saltan entre rascacielos, caen en paracaídas o casi vuelan para alcanzar sus objetivos. También se nota la habilidad del cineasta para dotar al conjunto de un tono más ágil y entretenido que en las anteriores entregas. Por lo demás, la película no oculta su condición de placer culpable y producto de usar y tirar.
Jason Statham, como ya se nos anunciaba en una de escena posterior a los créditos de la sexta parte, asume el papel de villano de la función, antiguo espía y hermano del malvado Deckard Shaw que quiere eliminar a los responsables de que su vástago se haya convertido en un vegetal. El intérprete británico vuelve a hacer gala de su lacónica inexpresividad en un rol que parece creado para que se enfrente a las dos musculosas estrellas de la función: Dwayne Johnson, simpático como el policía que quiso dar caza a los protagonistas de la saga y acabo convirtiéndose en amigo de todos ellos, y Vin Diesel, responsable del grupo de conductores capaces de cualquier proeza al volante. Entre medias se cuela una trama secundaria, casi una excusa para la aparición del veterano Kurt Russell y Djimon Hounson, que da vida al desdibujado segundo villano de la ficción.
Wan y sus guionistas también dejan espacio para desarrollar algunos elementos propios del culebrón que ya estaban presente en las última entregas. El filme nos muestra cómo prosigue la relación entre el fornido Toretto (Diesel), el líder de la banda, y Letty (Michelle Rodriguez), su amnésica esposa, o la que mantienen Brian O’Conner, el antiguo policía al que interpreta el desaparecido Paul Walker, y su esposa Mia (Jordana Brewster).
Todo ello adornado, como ya es habitual, con la machacona banda sonora de Brian Tyler y la habitual escena donde vemos a varias mujeres bailando en los prolegómenos de una carrera de coches. En resumen, Fast & Furious 7 ofrece lo mismo de siempre, espectáculo descerebrado dentro de una trama imposible, aunque servido con la destreza de un director como Wan, que sabe cómo entretener al público de masivo. Horrorizará a los amantes del cine de autor, que llevan despreciando la franquicia desde sus comienzos, aunque hará las delicias de chonis, poligoneros y espectadores palomiteros.