La portada son escenas de la película Ordet
Johannes ha perdido el juicio. Ese que nos obliga a seguir interpretando un papel a pesar de la nausea que nos provoca la estupidez de la comedia. Podría haberse convertido en un terrorista ácrata o en un cínico, pero ha elegido exactamente el camino contrario, no por ello menos revolucionario. Ha decidido creer, hacerlo de veras, con todas sus consecuencias, y abandonar así la estupidez burguesa de la apariencia. Vivir contra todos esos hombres vacíos, autoengañados y lerdos que hace mucho tiempo que son incapaces de sentir un mínimo temblor en la existencia y revisten su impotencia de convencionalismos.
Johannes ha perdido el juicio como acto imprescindible para encontrar la poesía.
¿Por qué entre los creyentes… no hay ninguno que crea?
La muerte continúa su labor redentora. Es la gran bendición contra la impostura. Se cayeron las máscaras y el poeta camina en el alambre, sube a la cumbre con la única ayuda de su aliento, pedalea y electrifica el mundo.
Cada esfuerzo es afuera de todos los caminos.
“El ciclista
subió a la cima de una montaña
cayó tres veces
vomitó otras tantas
derramó
lágrimas de sangre
cuando descendió
al tercer día
el dolor pesaba menos
pero era más puro”
La expiación se produce en la expulsión de los sacerdotes que sólo representan la intermediación con el misterio. Es necesario seguir subiendo, en bicicleta, dejar atrás la imbécil comunión de los cansados, a golpes de riñón, de sangre y músculo, descifrar el amor que puede conquistarse en los espacios en que todavía es posible el extravío.
“Cada vez que nos damos la mano
ocurre algo mágico
la última
en tu lecho de muerte
conseguí retenerte junto a mí
para siempre”
Y el amor es la victoria, acaso la única posible. Habita entre el silencio y la palabra, justo en ese hueco que no puede concebirse y que es el aire del plano en que Johannes consigue abrir los ojos de Inger, la luz en que Patricio Rascón persiste en el pedaleo por encima del asfalto del lenguaje.
“Durante treinta años intentaron doblegarnos
a base de chantajes y de miedo
para que cumpliésemos sus propósitos
tú sabes que yo habría vivido así
cientos de años más
con tal de estar a tu lado
pero ahora
corto veloz el aire en mi bicicleta
y tú por fin has escapado
descalza
de tu cuerpo”
Amigo Rascón, es la palabra.
Exactamente.