La producción de Evita que se puede disfrutar en el Teatro Nuevo Alcalá de Madrid hasta el próximo 23 de octubre es iniciativa del Cabildo de Tenerife que cuenta con una compañía estable para hacer musicales teatrales con residencia en el Auditorio de la capital isleña y vocación de pasear el talento local por el resto del estado español. Loable y envidiable iniciativa en estos tiempos de desprecio institucional a la cultura máxime cuando se ha tenido el acierto de encargar la dirección al mismo profesional responsable del mítico montaje de la obra de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice con Patxi Andión y Paloma San Basilio en el Teatro Monumental de Madrid treinta y cinco años atrás. Resulta igualmente notable que para su estreno madrileño se haya escogido un recinto de primera categoría identificado además con grandes espectáculos aunque éste solo vaya a estar en cartel poco más de un mes.
Lo que más sorprende de la propuesta es la cantidad de gente que hay sobre el escenario. Acostumbrados como estamos a que actores doblen personajes para ahorrarse un sueldo o que el cuerpo de baile apenas llegue a rellenar el espacio escénico, en esta Evita casi falta sitio en algunos momentos para que se puedan mover los 28 integrantes de la compañía más una coral infantil (que por cierto, nos brinda uno de los mejores momentos del show)
Azpilicueta mantiene la ironía y distanciamiento que aporta el narrador aunque el que esto escribe sigue sin entender porqué éste es el Che Guevara, que nada tiene que ver con los actos narrados. En ocasiones, no sé si intencionadamente, parece que desde la dirección se subraya el inquietante parecido del culto a la figura de Eva Perón (y su peripecia) con la de Ernesto y Cristina Kirchner o, salvando alguna distancia más, con la de la nuestra baronesa Thyssen. Un paralelismo que, en el primero de los casos, dice mucho de la idiosincrasia del pueblo argentino y su necesidad de contar con un ídolo que esté más allá de sospechas y evidencias (hubiera sido un auténtico salto mortal haber sustituido al Che Guevara por un sosías de Messi… o Maradona).
Musicalmente, la orquesta de nueve músicos llena la platea como nunca lo hará una banda de pop rock mientras que Inma Mira en el papel de Evita se luce tanto como en las diferentes versiones del famoso No llores por mí Argentina como en los momentos más interpretativamente exigentes. Muy bien también Ignasi Vidal como Perón. No vi a Jaidel como el Che Guevara. Su cover está algo más justo de recursos vocales que sus compañeros y a su interpretación no ayuda el desafortunado maquillaje y vestuario.
La escenografía administra y aprovecha muy bien los recursos de los que dispone, sin abusar de las proyecciones y usando éstas para acentuar la idolatría popular por Eva Duarte de Perón. Las coreografías de Ezequiel Dibelo están ajustadas al texto (excelentes los militares jugando al las sillas) y no parece que el cuerpo de baile se ponga a bailar porque sí.
Un buen espectáculo, en suma, que merecería un éxito que le hiciera continuar más tiempo en cartel aunque para ello tuviera que irse a otro recinto. Y un consejo para los responsables de la compañía. Arriésguense con musicales inéditos en España. Hay muchos y tan buenos como los que ya han montado (Cabaret, Chicago, My fair lady, Mamma mía, Sonrisas y Lágrimas, La Bella y la Bestia y Los Miserables)
Por Nacho Cabana.