En la imagen los actores Jesús Barranco, Antonio Gómez y Jessica Belda «Homenaje a Billy el Niño», de Ruth Sánchez y Jessica Belda, dirigida por Eva Redondo Foto Laura Ortega
Por Luis Muñoz Díez
Homenaje a Billy el niño, de Ruth Sánchez y Jessica Belda es una pieza en forma y fondo de teatro político. Está escrita, dirigida por Eva Redondo, e interpretada de manera tan directa, que a veces recuerda al ritmo del cabaret, por el actor Antonio Gómez como Billy, y con dos personajes comodín interpretados por Jessica Belda y Jesús Barranco, que dan la replica de manera incansable a todos los personajes con los que se topa el policía, para aportar información, y situar al siniestro personaje.
Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño, era miembro de la policía política social del franquismo, que torturó a todos los activistas de izquierdas, que fueron pasando por sus manos. A partir de 1977 con Suarez como presidente aún «digital», pasó a ser inspector del Cuerpo Superior de Policía, integrado en la nueva Brigada Central de Información, al desaparecer la Brigada Político-Social. Donde siguió disfrutando de “poder” en un suma y sigue en su forma de hacer, se dedico a la lucha antiterrorista contra GRAPO.
La función se inicia en el momento en que el ministro del interior Rodolfo Martín Villa, condecora al policía. Al que se le hace poco que sea un simple ministro quien le imponga la medalla, y no, el presidente de Gobierno Adolfo Suarez. Muestra su descontento en una actitud chulesca, ninguneando al ministro, por lo que las autoras nos dibujan al personaje convencido de su inmunidad y poderío.
Los encargados del trabajo sucio saben lo que valen, por lo que callan, y más, en un proceso político continuista «yendo de ley a ley», como a recordado tantas veces el «Emérito». Sin ruptura con el pasado en un trabajo que precisó de mucho blanqueo de sepulcros, para que la mentada «transición» se hiciera de forma pacífica, sin levantar polvo, sin intención de limpiar debajo de las alfombras, y con el único objetivo de mirar adelante.
A Martín Villa le presta físico y voz Jesús Barranco, un actor de una pieza que asumirá otros personajes, como lo hace la actriz Jessica Belda. Unos de carácter humano y otros simbólicos testigos mudos, como los radiadores de la DGS, o más sonoros, como la viajera metralleta Marieta. Antonio Gómez da el porte que no tenía el torturador. Su cuerpo y su físico se correspondían con su condición, que contaba en su haber hechos, como la tortura del universitario Enrique Ruano hasta matarle el 29 de enero de 1969, y para salir del paso arrojarle por la ventana de un sétimo piso. Argumentando que lo había hecho el solito, para darse a la fuga. Antonio Gómez compone el papel sin quebranto, dotándole de toda la gama de colores para que sea un indeseable.
Para entender el dislate que suponía la condecoración impuesta en julio de 1977. Hay que situarlo el momento, dentro de la sucesión de hechos tan decisivos que ocurrieron ese año. El 24 de enero se perpetró el asesinato de los abogados de Atocha. Un hecho que paralizó a la sociedad española. La salida de féretros que contenían los restos de los abogados asesinados del Palacio de Justica, donde fueron velados, a una abarrotada plaza de Paris, se produjo un silencio tan sonoro que dolía, y nadie que estuviera allí podrá olvidarlo. En el cortejo se visibilizó la presencia de los miembros de C.C.O.O, brazo sindical del P.C.E.
17 días después, el 11 de febrero, el P.C.E solicitó oficialmente ser incluido en el registro de asociaciones políticas. El 8 de abril, mientras los españoles estaban de vacaciones de Semana Santa, fue legalizado el Partido, y el 15 de junio se presentó a las primeras elecciones democráticas, logrando escaños.
Lo que supuso una contradicción de que en los escaños de las Cortes estuviera sentados los perseguidos miembros del PCE, y en los despachos del ministerio del interior, campeaban los mismos que los había perseguido y torturado, y en esta realidad irreconciliable González Pacheco, fue condecorado para reconocer los servicios prestados a la patria franquista, y a la Transición.
Fueron tiempos de absoluta contradicción como la pirueta política de Suarez, para que en las cortes franquistas en que estaban representados únicamente los herederos y afectos al régimen, se votara para dar vía libre al proceso democrático, aún sabiendo que con ese acto, liquidaba sus privilegios.
Ese castillo de naipes, erigido en pactos, hacía frágiles a todos los partidos que, temían que se cayera en cualquier momento. No olvidemos que el 20 de febrero de 1980, de tres años después. Tejero entró en el congreso evocando la España franquista.
Fraga presidente A.P. y ex ministro de interior presentaba a Santiago Carrillo en el Club siglo XXI, con lo que se empezó a ver claro que la “lucha” no tiene mucho que ver con la política, y para hacerla había que cerrar los ojos, y ponerse una pinza en la nariz.
La pieza de Ruth Sánchez y Jessica Belda, es muy valiosa, para refrescar la memoria de los que la tienen perezosa, e informa a las nuevas generaciones de algo que ignoran. La transición estuvo plagada de contradicciones en que se blanquearon muchos sepulcros, para que la mentada transición se hiciera de forma pacífica, y cada miembro de la izquierda se iba integrando en un cargo, aunque sea contradictorio, alejaba más la posibilidad de hacer justicia.
Quedando claro que la política en su afán de materializar su proyecto con mayusculas, opaca pronto el dolor individual. El siniestro policía pudo poner en practica su conducta de psicópata, porque el régimen franquista le dio poder para hacerlo, y para no destapar la caja de Pandora de los verdaderos acuerdos a los que se llegó para lograr la “transición pacifica” los políticos que tuvieron el poder después, tejieron una gruesa capa de tela de araña para ocultar muchos hechos. En el caso del torturador González Pacheco, de 1977 que fue condecorado a 2020 en que murió. La alternancia en el poder del P.S.O.E. y el P.P. sin faltarle valedores, le permitieron morir de coronavirus, sin ser juzgado y condecorado.
Las dos autoras, y la directora aciertan en dotar de agilidad a la obra. Lo que proporciona mucha información en poco tiempo. Los actores Jesús Barranco, Antonio Gómez y la actriz Jessica Belda, realizan un trabajo extraordinario, en una pieza que narra el sufrimiento de unas víctimas que se entraron sin usura en su lucha. La impotencia de los que sobrevivieron, y la de sus parejas, padres, hijos, amigos y familiares, a los que se les negó un reconocimiento oficial, como tantos otros, que ochenta años después de la contienda, se les impide dar sepultura a sus muertos.
Un acierto de la obra es quitar hierro el algunos momentos de la representación jugando con lo hiperbólico del drama, en que la realidad supera siempre la ficción. El numero en que Jessica Belda, se convierte en la viajera Metralleta, es hilarante, aunque sepamos que fue el arma que sesgo la vida de los abogados de Atocha y del juez italiano, a lo poco, y si digo que es un acierto restar algo de hierro, como cuando en un acto simbólico Martín Villa y González Pacheco se marcan un baile, o los tres actores bailan ritmos setenteros en una ficticia pista de baile. Sirve para manejar los tiempos dramáticos, no ahogar al espectador, para poder rematar la obra con dos momentos incontestables, como es cuando se pone cara a los verdaderos verdugos, por acción u omisión, y cuando el escenario se que queda solo, con una fila de imágenes de las verdaderas víctimas.
Homenaje a Billy el Niño está en cartel desde el 24 de marzo de 2022 en Teatro del Barrio -Madrid-, más información AQUÍ.
Autoría: Ruth Sánchez y Jessica Belda Dirección: Eva Redondo Intérpretes: Jesús Barranco, Antonio Gómez y Jessica Belda Escenografía y vestuario: Almudena Bautista
Iluminación: César Linares Espacio Sonoro: Ojo Último Audiovisual: Mi Moto Alpina Producción artística: Ana Belén Santiago Producción: Lucía Rico Comunicación: Paloma Fidalgo Fotografía: Laura Ortega Cartel: Jacobo Gavira Técnica: Tony Sánchez