Un momento del ensayo de Esto no es la casa de Bernarda Alba, adapración de José Manuel Mora y Carlota Ferrer, de La Casa de Bernarda Alba, de Ferderico García Lorca
Los tres actos de La Casa de Bernarda Alba, tienen la intención de un documental fotográfico.
Federico García Lorca
Por Luis Muñoz Díez
La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, es el espejo de un cuento de terror sutil. Que narrado con la estrategia del agua, logra mantener en estado de total sumisión a los miembros de cualquier comunidad.
Atados por el miedo que no precisa ni cuerda, ni correa. El trabajo de acobardar se fragua solo. Si enraízas bien el fantasma del miedo, el sistema piramidal se encarga del resto. En él, cada uno tiene su parcela de poder que defiende con uñas y dientes, y como en este caso, El Tirano-Bernarda no tiene porque malmeter a sus hijas, ya lo hacen ellas, ni negar las sobras de su mesa a la mendiga.
Lorca lo subtituló como: Drama de mujeres en los pueblos de España, y el tiempo, y los constantes montajes de la obra, han erigido a la mujer que se nombra en el título, como símbolo de tiranía.
Partiendo del texto de García Lorca, que José Manuel Mora ha respetado de una forma de reverencial. Pero aparte de respeto y lupa, Carlota y José Manuel han aplicado un caleidoscopio para sacar colorido a la obra. Abriendo otra dimensión al severo drama, con rupturas contantes, y poniendo en la voz de hombres el sentimiento de opresión que han sufrido y sufren las mujeres. Según la directora, ha querido reforzar ese discurso poniendo al lamento voz de hombre, porque culturalmente nos hemos acostumbrado a oír la denuncia de las mujeres, sin mucha mella.
El Tirano-Macho-Bernarda, de Mora y Ferrer, a quien pone gesto y figura Eusebio Poncela, es lista e irónica, y es la primera adaptación en que se le permite tener sentimientos. En una escena de gran belleza, mientras cuida con delicadeza las uñas de los pies de su madre, le confiesa que el difunto Benavides, su esposo, la hizo desdichada, y al tiempo le dio una razón para vivir. En dicha escena, adaptador y directora, realizan un confesado homenaje a Magritte, cambiando la percepción de la realidad. Componiendo una piedad profana, en la que El tirano-Bernarda es un hombre de una edad, sentado en las rodillas de su madre Josefa, que no es otro que Igor Yebra, un hombre joven, fuerte y desnudo.

La piedad profana, formada por Bernarda y su madre Josefa encarnados por Eusebio Poncela e Igor Yebra.
En la función el guiño performativo no cesa. La primera sorpresa, es ver a Óscar de la Fuente espléndido como Poncia, que de regreso del funeral, baila juguetona una suerte de ritmo entre el dibujo animado y el cine mudo. Un momento realmente divertido, que se repite cuando el estupendo Guillermo Weickert como Criada barbuda, danza de una manera deliciosa y sincopada, tumbado en el suelo.
Desde ese momento, en que únicamente hemos visto en escena a Poncia y a la criada, se sabe que la función será mestiza y, abierta a toda la paleta de colores visuales y sonoros. El drama se solapará, como en la realidad, con lo esperpéntico, lo burlesco o con una escena de humillación explícita, como cuando El Tirano-Bernarda, hace desnudarse a sus hijas al saber que alguna le ha quitado la foto de su «deseado» novio a Angustias. Cuatro cuerpos desnudos en los que parece buscar los estigmas del impudor y el deseo. La humillación la infringe el poder de Bernarda, y la sufrén Arturo Parrilla como Magdalena, Julia de Castro como Amelia, y muy especialmente Diego Garrido como Martirio.
Es una escena que duele, nunca en La casa de Bernarda Alba, se significó tanto la fragilidad de las hijas de Bernarda en concreto, y de las mujeres en general.
La escena rompe un momento glorioso, en que Angustias se enfada porque le ha quitado el retrato de su novio, y las hermanas con la criada se mofan de ella, mientras bailan y susurran la canción Silencio, como en una deliciosa comedia musical. La ruptura es tajante, apenas un momento de placer, acarrea dolor y humillación, como un susurro: no eres nada, y estás en mis manos.
David Luque brilla como Angustias. En un momento vestida como una folclórica de pañolón, desmonta el mito del deseo universal por «el macho», reencarnado en la obra por Pepe el Romano. Confesando que quiere casarse con él, para salir de la casa, y fantasea con su muerte, que le haría dueña de su propia hacienda, y en viajar en compañía de una mujer por el mundo. Otra paradoja, el destino pone en su camino al Romano, la única que no le desea, al tiempo que propone que una mujer puede encontrar el placer sin la necesidad de un hombre.
La actriz Julia de Castro, es la única mujer sobre el escenario, recrea a Amelia, así como la «ensoñación» de «Pepe el romano», formando una seductora pareja de baile con Igor Yebra, que está espléndido en su debut en el teatro de verso.
Jaime Lorente compone una Adela, que cumple con todos los ritos de rebeldía, que de ella se esperan: Se vestirá de verde cuando hay que llevar luto, para desafiar a su madre, se entregará a Pepe el Romano, siendo el único personaje que se permite entregarse al deseo, y prefiere quitarse la vida, a vivir de una forma que no quiere.
Una vez que el drama ha concluido. Adela se encara con el público, su traje verde ahora es de brillante lentejuela. Hará un epílogo explícitamente feminista en que hablará alto y claro. Una vez finalizado, siguiendo el camino Magritte, dos payasos muy lorquinaos, la embalaran en una caja, para llevar al personaje Adela al almacén universal del “Teatro”.
El trabajo de la actriz y los actores es compacto y, sería injusto resaltar uno sobre otro, a pesar de la talla de Poncela o la luz de Yebra; el brillo de Óscar de la Fuente y Guillermo Weickert, la impecable Angustias de David Luque, el buen pulso de Jaime Lorente como Adela, la estoica Magdalena que compone Arturo Parrilla, el pinchazo en el estómago que produce Diego Garrido con la humillada Martirio, o el meritorio doblete de Julia de Castro, que interpreta a Amelia, y la «ensoñación» de «Pepe el romano»
Esto no es La casa de Bernarda Alba, de José Manuel Mora y Carlota Ferrer es una pieza hija de todas las artes, con rupturas constantes, aleadas con coherencia en forma y fondo. La denuncia es eficaz como un tiro, y después del fuego de artificio de gran belleza, queda la desazón porque el mensaje ha llegado.
Esto no es la casa de Bernarda Alba, basada en la obra La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca con versión libre de José Manuel Mora Dirección Carlota Ferrer Coreografía: Carlota Ferrer & Cía. Intérpretes: Eusebio Poncela, Óscar de la Fuente, Igor Yebra, Jaime Lorente, David Luque, Julia de Castro, Guillermo Weickert, Arturo Parrilla, Diego Garrido ficha completa aquí
Esto no es la casa de Bernarda Alba, se estrenó el 14 de diciembre de 2017, en los Teatros de Canal -Madrid- más información de fechas y horarios aquí