Los enemigos del comercio II (Espasa, 2013), es un golpe de más 700 páginas dirigido contra los enemigos del mercado, que no son otros que las distintas configuraciones que la izquierda ha adoptado a lo largo de su Historia.
El propio autor ha señalado que algo hay de ajuste de cuentas con el joven que fue y que decía de sí mismo ser “rojo y negro”. Pero debemos decir, para frenar algún juicio equivocado, que este ajuste de cuentas nace de un acto de honestidad intelectual y así queda reflejado en toda la obra. La advertencia no es baladí, porque muchos pueden pensar que estamos ante el discurso pasional de un despechado, y no es así, porque lo que anima a este ensayo es el deseo de comprender. Algo que se materializa en la titánica investigación sobre la que se fundamenta lo escrito. Que con el resultado se esté o no de acuerdo, dependerá ya de ciertas afinidades, pero nadie que a él se acerque puede poner en duda su calidad y minuciosidad.
Esta obra, nace de un imperativo que se trasluce y mantiene de principio a fin, y que recuerda a aquello que ya dijo Spinoza: “Ni reír, ni llorar, menos odiar, sólo comprender”. Un imperativo que siempre debe regular la relación del pensador con la realidad, y que en última instancia tiene como sentido desenmascarar a aquellos que de algún modo u otro la traicionan. En esta ocasión, el rostro que queda al descubierto es el de la izquierda, y la imagen que Escohotado muestra no puede ser más demoledora.
Frente a los que dicen que el comercio, el mercado, es generador de desigualdad y pobreza, están los que afirman lo contrario. Entre ellos Escohotado se sitúa y engorda así las filas de los liberales. Una defensa del mercado que viene asociada con la de la propiedad privada, ya que, y remitimos a las palabras del pensador, él “es la forma de hacer que la propiedad privada se mantenga, se amplié y se haga rentable”.
Por un lado, tenemos la crítica a aquellos que defienden que el motor de la Historia es la lucha de clases, que serán acusados de vivir bajo el signo del ideal, de la fantasía, ejerciendo así odio y violencia sobre el mundo, y, por otro, los amigos del comercio, que categorizados como realistas, y auspiciados bajo el signo del utilitarismo y el pragmatismo, afirman que la única manera de generar riqueza y progreso es retirando todo límite al mercado.
Decir, que la acusación de Escohotado a la izquierda no flota en el vacío intelectual, ideológico, sino que viene acompañada, fundamentada, por el minucioso relato de sus intentos y posteriores fracasos históricos. Ahora bien, también sería oportuno devolver la moneda a los amigos del comercio, porque ni el fracaso de la izquierda es tan radical, ni el éxito del liberalismo parece tan absoluto.
En cualquier caso, este ensayo bien merece una buena lectura. Sobre él versa la pequeña entrevista que ahora os dejamos. De ella diré como único preámbulo que tuve la mala suerte de hacerla vía email. Estoy seguro que cara a cara habría sido más provechosa, pero ya habrá ocasión:
En el capítulo tres, hay un texto que me gustaría que desmigara un poco: “Quizá es demagógico afirmar que el capitalismo industrial “cambió sustancialmente las participaciones a favor de los grupos con menores ingresos”, como pretende Schumpeter, pues no lo hizo de modo sustancial. Pero mucho más demagógico aún es decir que “las diferencias crecen”. Sólo resulta evidente que la movilidad social no se detuvo, y que los pobres fueron haciéndose más ricos, al revés de lo pronosticado”. Pido que los desmigue, porque no es lo que habitualmente, a nivel de relato histórico, se cuenta.
-En efecto, la historia socioeconómica que nos contaron en la escuela y la universidad abunda en cesuras arbitrarias, lagunas, medias verdades y a menudo embustes ridículos, como intenta demostrar este segundo volumen para el periodo comprendido desde 1800 a 1920. Por ejemplo, Marx pone en boca de Adam Smith y Gladstone lo contrario de aquello que dijeron (véanse páginas 414-415), y Engels describe la revolución industrial como si fuese una “catástrofe incalculable” para el peonaje agrícola transformado en operario fabril, roturando una historia lacrimógena que no por subsistir hasta nuestros días deja de ser una colección de fábulas. Recuerde lo expuesto desde la página 199 a la 217, que perfila el sesgo genérico de dicha actitud.
Defender que el comercio no es ni generador de injusticia ni de miseria sino todo lo contrario, ¿éste es el hilo conductor de Los enemigos del comercio?
-Sí.
Afirma que el liberal es realista y que el comunista es un soñador. El primero hace cuentas con lo real y se adapta, de ahí su llamada al pragmatismo y al utilitarismo, mientras que la actitud del segundo sólo conduce a la violencia, al resentimiento y al fracaso.
-Usted mismo lo matiza muy bien: violencia, resentimiento y fracaso.
En el debate entre comunismo y liberalismo, se repite mucho aquello de que hay que elegir entre justicia o libertad, pues bien, usted hermana a ambos conceptos baja la idea de que no hay mayor fuente de justicia que la libertad, ¿nos lo explica?
-Jefferson decía: “Prefiero las incertidumbres de la libertad a las seguridades de la servidumbre”. Todas las sociedades anticomerciales ensayadas han sido o son dictaduras, así como ruinosas para sus ciudadanos en términos de capacidad adquisitiva, autonomía y garantías legales. De hecho, la palabra “ciudadano” les viene ancha, porque generan súbditos indefensos ante la arbitrariedad de su respectivo mesías, un sujeto invariablemente autonombrado.
El subtítulo de su obra es “una historia moral de la propiedad”, ¿qué tiene que decir a aquellos que ven en la misma un acto de inmoralidad?
-Lo que puedo decir a quienes ven en ella una inmoralidad son por ahora 1.300 páginas de investigación sobre ellos mismos, y sobre el resultado concreto de sus planes eugenésicos.
Da la impresión, de que los amigos del comercio son enemigos de la cultura. Parece que su búsqueda -guidada bajo el signo de lo útil, entendido como rentable económicamente-, se enfrenta con determinadas áreas del saber, entre ellas la filosofía ¿Cree que esto es cierto?
-Esa impresión se la da a usted, yo llevo cinco décadas publicando libros filosóficos, y le recomiendo distinguir entre subvenciones al teatro alternativo y una política educativa sostenible, que será meritocrática o fracasará. Precisamente porque nuestros institutos y universidades no respetan ni al docente ni al alumno orientado a la excelencia somos el penúltimo país del orbe desarrollado en ese orden de cosas, como acaba de revelar la OCDE.
Enemigos de la fantasía, sí, pero, ¿hasta qué punto amigos del comercio? ¿Éste debe tener algún límite?
-Ningún límite.
¿Hasta dónde quiere llegar con Los enemigos del comercio? Quiero decir, se quedará en el presente o se atreverá a hacer algún tipo de previsión. De elegir el segundo caso, ¿sería tan amable de hacer un breve adelanto?
-En contraste con las vaguedades del sueño y la fantasía, y en contraste con el sesgo pobrista y simplificador de las utopías, la realidad trasciende desde siempre la imaginación más audaz. Cada estado de cosas es insondablemente profundo e iluminador, cuando en vez de prejuzgarlo con creencias pasamos a estudiarlo, y no haré pronóstico alguno. Pero sí espero aprovechar el repaso histórico –esto es: tener al fin ante los ojos una historia entera y no tergiversada del comunismo- para entrar en el terreno de las razones que quizá expliquen la existencia del propio fenómeno. Historia general de las drogas concluye con la crítica de tres argumentos, y otros tantos (o quizá solo dos) serán aquí el último objeto de análisis. Eso implica aventurarse en un terreno de psicología y moral previamente rehuído.
Fuerza para el tercer volumen, que sabemos que avanza a buen ritmo, y agradecerle esta enciclopedia de los amigos del comercio y de sus enemigos.