Encrucijada

Encrucijada

El centro de la imaginación muchas veces es la puerta de entrada al sentimiento. Hablar y pensar conducen de uno u otro modo a sentir y a padecer o compadecer. Llevados de uno u otro signo -padecer o compadecer-, las cosas vuelven a parecer lo que son.

¿Ese hiato entre ser y parecer puede ser verdaderamente colmado? ¿Qué nos dice la experiencia? Creo que todos sabemos a qué me refiero.

¿La vida es una bursitis en el pie izquierdo? ¿Cojeamos siempre al caminar? ¿O, por el contrario, podemos caminar erguidos y con vivacidad por los entornos que vamos remontando?

No creo que importe tanto qué seamos cuanto a qué nos parezcamos. Los parecidos suelen ser razonables y llevarnos por el buen camino. ¿La vida parece ser de dificultad ímproba? Véamos.

No sabremos nunca caminar con soltura si no aprendemos a mirar bien el terreno, a desbrozar con la mirada la maleza que nos rodea. Y para ello disponemos del conocimiento adquirido por generaciones.

La ciencia, pongamos por caso, puede ser de gran utilidad, como serrucho o machete para hacer camino por el que andar. ¿Nos parecemos a la ciencia? ¿El ser humano contemporáneo es compatible con el conocimiento científico?

Más que nunca somos seres morales porque la ética viene disponible libre de aherrojamientos religiosos o supersticiosos, al menos en Occidente. Y eso es importante porque la moralidad es un signo de madurez y plasticidad intelectual.

Digo bien, la moralidad éticamente libre e individualmente responsable. Este es un buen humus para que florezca el árbol de la ciencia. Y así, tenemos más elementos para jugar a favor del cierre del hiato entre ser y parecer.

¡Que florezca la ontología , una y mil veces, como el río que nos lleva!

Los seres humanos, unitariamente, dejaremos algún día de cojear, pero ¿qué forma le daremos entonces al mundo? ¿De qué modo veremos el sol y las estrellas? ¿El firmamento?

Creo que la imaginación luchará y vencerá, una y otra vez, para ascender un nuevo peldaño en la capacidad humana de regenerar las cicatrices entre lo que es y lo que no es, entre lo uno y lo múltiple.

Y seguramente estemos en el umbral de uno de esos saltos de los que queda constancia en el corazón y el espíritu de la humanidad. Espero que muramos todos, cada uno a su hora, de éxito en este empeño.

Como decía un amigo, ¡Veremos qué nos dispara el futuro!

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

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