La primera película de ficción del documentalista Sergei Loznitsa, que recibió el premio de la crítica en el festival de Cannes del pasado año, es una muestra más de la solvencia general del cine ruso, una cinematografía por encima de modas pero que nos llega con cuentagotas y sólo cuando los filmes son distinguidos en algún certamen internacional.
Loznitsa, que adapta una novela de Vasili Bykov y escribe el guión, nos cuenta una historia asfixiante que sucede en la retaguardia del frente ruso en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial y con el ejército nazi desatando una ofensiva feroz en territorio soviético, y nos presenta un dilema entre partisanos que deben ejecutar a un presunto traidor que realmente no lo es pero no tiene medio de probar su inocencia. Mientras el trío protagonista formado por Sushenya (Vladimir Svirski), el presunto traidor, Burov (Vladislav Abashin), amigo de infancia que debe de ejecutarlo pese a sus dudas razonables, y el tercero en discordia, Voitik (Sergei Kolesov), que debe vigilar que no se acerquen al escenario de ejecución los soldados alemanes o los colaboracionistas bielorrusos, deambula por un bosque sumido en la niebla, acertados flash-backs nos hablan de cada uno de ellos y cómo han llegado a esa situación.
Con un ritmo pausado que, a veces, se nos puede antojar moroso en exceso pero es el adecuado a la narración; un uso preciso del fuera de cámara como subrayado dramático desde el principio— acciones como el ahorcamiento por parte del ejército nazi de un grupo de partisanos al inicio de la película no se ven pero se oyen; en la conversación que el jerarca nazi mantiene con Sushenya para convencerle, sin éxito, de que se convierta en colaborador, oímos pero no vemos la cara del ruso—; una utilización dramática del paisaje sin belleza bucólica — ese bosque infinito de pinos que se convierte en el escenario del drama, que cruje, se lamenta o se envuelve en una espesa niebla en su plano final que es un fundido en blanco de la naturaleza—; una austeridad visual de la que es responsable la excelente fotografía de Oleg Mutu; una ambientación perfecta que resalta el régimen de penuria de los campesinos— la comida de los lugareños no pasa de unas miserables patatas hervidas que los colaboracionistas bielorrusos de los nazis roban, así como botas, dinero y cinturones de los que ejecutan—y la utilización del tiempo real en unos largos planos secuencia interpretados por actores no profesionales pero bien escogidos, Sergei Loznitsa consigue armar una película redonda.
En la niebla puede figurar por méritos cinematográficos en la estela de las grandes películas rusas sobre la Segunda Guerra Mundial, que sigue encabezando, sin competencia, la genial Masacre, pero Loznitsa, más próximo a Tarkovski que a Klimov, confecciona un film bélico intimista que huye deliberadamente del cine espectáculo para centrarse en el drama personal de su trío protagonista y sus dilemas morales que acaban volviéndose contra ellos.
*José Luis Muñoz es escritor. Sus últimos libros publicados son Marea de sangre (Erein 2011) de La Frontera Sur (Almuzara, 2010), Llueve sobre La Habana (La Página Ediciones, 2011), Muerte por muerte (Bicho Ediciones 2011) Patpong Road (La Página Ediciones, 2012) Bellabestia (Sigueleyendo.com 2012) y La invasión de los fotofóbicos (Atanor 2013) También podéis seguir su Blog: La Soledad del Corredor de fondo.