En familia

En familia

El timbre del horno anunció que el pavo estaba listo. Emilio extrajo la bandeja y la colocó sobre la encimera. Tenía una pinta estupenda. No le gustaba jactarse de ello pero siempre se le habían dado bien los pucheros. Decía que cocinar le relajaba y siempre que había una comida en casa de algún compañero de la oficina llevaba alguna exquisitez que siempre era aplaudida por los comensales. En su casa no organizaba ningún banquete. Ya no.

Con la cuchara de madera probó el consomé que estaba ya casi listo. ¿Un punto más de sal? Tal vez. Por lo demás estaba delicioso. Apagó la vitrocerámica para que terminara de hacerse. Abrió la nevera y sacó una bandeja de canapés que llevó al salón donde las luces del árbol de navidad llevaban toda la tarde encendidas. Retiró uno de los candelabros para que la bandeja encajara en la mesa en la que ya había preparado los dos servicios. Sacó del delantal una caja de cerillas y encendió las velas. Sonrió mirando la mesa. Siempre le encantó la Nochebuena.

Se quitó el delantal y se puso una americana negra. ¿Con corbata o sin ella? Sin ella. No era fin de año. Un par de toques de perfume y estaba preparado. Fue hacia la habitación de Clara a recogerla para la cena
– La cena está lista, Clara.
Clara estaba sentada en la cama vestida con unos vaqueros, una camiseta y una sudadera.
– ¿Pero qué haces así vestida? ¿Por qué no te has puesto el vestido que te he regalado?
– ¿Acaso vamos a salir luego a tomar una copa? – respondió con impertinencia – Además, el vestido es horrible. Por mí puedes utilizarlo para hacer bayetas para la cocina.
– Clara, por favor… Hoy es Nochebuena. No me montes el numerito.
– ¿Y no puedo cenar aquí, como todas las noches?
– Ya te he dicho que es Nochebuena. Tengamos la fiesta en paz.
Clara se incorporó. Emilio la tomó por el antebrazo.
– Esta noche es muy especial para mí.
Al entrar en el salón Clara quedó desconcertada al ver el árbol de navidad, el belén, las velas… Emilio la acompañó a una silla que caballerosamente retiró para que Clara se sentara.
– ¿Tienes hambre? Llevo toda la tarde cocinando. Me habrás oído desde el dormitorio.
– Tengo sed.
– ¿Agua? ¿Coca-Cola?
– Vino.
– Pero si solo tienes 16 años…
– He dicho que quiero vino.
Emilio descorchó una botella de Rioja y sirvió a Clara. Después se sirvió a él y alzó la copa.
– Por una navidad en familia.
– ¿Hasta cuándo va a durar esto, Emilio?
– ¿A qué te refieres?
– Ya son once meses los que…
– Por favor, Clara… es Nochebuena.
– ¡Exacto! Y debería estar cenando con mi familia, ¿Sabes? ¡Tengo una familia que ahora mismo estará…!
Emilio se levantó enérgico y dio una bofetada tan fuerte a Clara que ésta cayó al suelo.
– ¡Ahora soy yo tu familia! ¿Quieres entenderlo de una puta vez?
Emilio respiró hondo y ayudó a Clara a sentarse a la mesa. Tomó la copa de vino y la bebió de un trago.
– Perdóname, Clara, perdóname. Solo quiero que vivamos una bonita Nochebuena. Cenaremos, tomaremos el postre y luego oiremos villancicos, o veremos la televisión o una película. Esta noche es muy especial para mí.
Clara levantó la cabeza. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Miró con resignación a Emilio que también había empezado a llorar.
– Por lo menos quítame las esposas para cenar ¿no?
– Claro, mi niña, todo lo que me pidas.

Autor

Soy dramaturgo, director de escena y actor. Dirijo la compañía Salmantina Intrussión Teatro desde hace casi 10 años gracias a la cual he tenido la suerte de experimentar el maravilloso placer de la escritura teatral. Empecé a escribir por casualidad: había un local, una fecha de estreno y dos actores, pero faltaba un espectáculo. A partir de ese día no he parado de crear historias para la escena y, de vez en cuando, por el puro placer. ¡Benditas casualidades!

1 comments

  • Un relato con mucha fuerza, muy bien llevado. Lo veo a medio camino entre el microrrelato y el relato breve (si es que existe esa diferencia, lo menciono porque esta publicación la hace). Es un texto muy visual, ahí es donde le veo yo la fuerza y donde se nota la influencia teatral del autor.

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