En un futuro no muy lejano, en 2154, la tierra está tan devastada y superpoblada que las clases dirigentes optan por emigrar a un satélite artificial que gira alrededor del planeta y que recibe el nombre de Elysium. Allí unos cuantos privilegiados mantienen su lujoso tren de vida que se mantiene gracias al trabajo de los que viven e infestan el planeta de abajo y cualquier tipo de emigración clandestina es abortada por métodos drásticos.
Con esa premisa de ciencia ficción social, Neil Blonkamp—el director sudafricano autor de Distrito 9, una interesante ucronía que alcanzó un éxito notable— construye una película bastante modélica que recoge ideas de algunos clásicos del género como Robocop —Max de Costa (Matt Dammon), el exconvicto protagonista, utiliza un exoesqueleto mecánico que centuplica su fuerza y lo hace imbatible—, Blade Runner —aunque el aspecto desolador de ese Los Angeles caótico recuerde más a Bagdad tras la invasión que a otra cosa — y 2001 — el satélite Elysium de forma toroidal que circunvala la tierra es muy parecido al de la película de Kubrick—, y huye de la sobredosis de los efectos especiales que tanto daño, por su abuso, está haciendo al género de la ciencia ficción. En Elysium, excepcionalmente, estos, los efectos especiales, están al servicio de la historia, y no al revés, y la historia, aunque tenga algunos puntos débiles—ese viaje bastante improbable de Max de Costa al satélite vedado y exclusivo; el buenismo del que hace gala el contrabandista Spider (Wagner Moura) en el último momento— engancha gracias al sustrato de crítica social de lucha de clases, con derivaciones hacia la sanidad pública—sólo los habitantes de Elysium disfrutan de un avanzado programa sanitario capaz de curarles de cualquier enfermedad y eso estimula la emigración clandestina—que lleva implícita la película.
Carece Neil Blonkamp del sentido del humor corrosivo de Paul Verhoven, de su músculo para confeccionar escenas brutales y su capacidad para pergeñar personajes oscuros, pero conduce con buen ritmo un film que satisfará a los amantes del género—el duelo entre Kruger (Shartlo Copley, que ya protagonizó Distrito 9) y sus mercenarios, salidos de las huestes de Mad Max, contra Max de Costa es un derroche de golpes—y a los que buscan en él metáforas críticas del futuro que en realidad beben mucho del presente—el trato que reciben los emigrantes en Elysium no difiere en nada de los que sufren los mexicanos que intentan cruzar la frontera con Estados Unidos o de los subsaharianos que se juegan la vida navegando por el estrecho para ser devueltos a sus países de origen—. Flojean en la historia los personajes femeninos ya que la malvada Jessica Delacourt (Jodie Foster), la secretaria de defensa de esa colonia de lujo que habla francés, resulta sumamente esquemática, y Frey (Alicia Braga), la enfermera y amiga de la infancia de Max que aporta historia sentimental a la película, es poco consistente.
Elysium podría haber sido un divertimento más con batallas espectaculares entre androides, robots y ciborgs, pero es bastante más que eso. Su patina social y un moderado empleo de los efectos especiales es lo que caracteriza esta película que remite a los clásicos del género, sin alcanzarlos.
Elysium (2013), de Neil Blonkamp, se estrenó en España el 16 de agosto de 2013