Por NACHO CABANA
A los pocos minutos de empezar la primera obra de teatro escrita por el director de cine (y gran favorito a ganar los Premios Goya de este año) Cesc Gay, Pere Arquillué le recrimina a su mujer (Àgata Roca) haber invitado a cenar a la pareja de vecinos que habitan sobre su apartamento. Ésta le contesta “tienes que hablar más, socializar más”. Toda una declaración de principios para un autor cuyas mejores películas se caracterizan por la escasa capacidad verbal que tienen sus personajes. Títulos como En la ciudad (2003) o la que actualmente está en la cartelera encuentran su conflicto y/o justificación en las palabras no dichas, en la contención del verbo como herramienta para expresar los sentimientos.
Por eso lo primero que sorprende en Els veïns de dalt es la rapidez de sus diálogos, lo afilado de las réplicas, la claridad de las posturas que exhiben los personajes. Estamos en comedia y Gay tiene muy claro lo que debe hacer y lo que no quiere hacer. Debe hacer reír al público con unas líneas cercanas (por el estilo, no por los temas tratados, obviamente) a la comedia estadounidense de los años 40 y no quiere para ello recurrir a la “complicidad de codazo” entre sus espectadores. Lo primero lo consigue absolutamente desde que se alza el telón; lo segundo lo logra a partir de la llegada de los vecinos de arriba y, con ellos, del conflicto que da razón de ser al texto.
Els veïns de dalt tiene en su parte central sus mejores momentos. Cuando los cuatro personajes se levantan de la mesa en la que están cenando, la eficacia de los chistes se dispara y el espectador deja de darse cuenta de que la mayoría de ellos responden a mecánicas parecidas. Baja un poco el ritmo cuando la psicóloga que interpreta Carmen Pla (encarnada hasta hace poco por Nora Navas) convierte en texto la terapia de parejas que llevaba tiempo haciendo en subtexto y recupera vuelo dramático cuando, al quedarse solos de nuevo, el matrimonio anfitrión se enfrenta a su futuro y las verdades descubiertas durante la velada.
Esta parte dramática final es estupenda pero algo corta. Es un acierto no extender más la convivencia en el escenario de los cuatro personajes y acabar la representación con un excelente final abierto, pero se echa de menos un poco más de desarrollo en la crisis final de los protagonistas.
Pere Arquillué clava sus réplicas y sarcasmos sin que se note que estos son, en su mayoría, apartes chistosos; Àgata Roca resuelve con profesionalidad los diferentes momentos por los que pasa su personaje y brilla cuando descubre los secretos de su marido o revela los suyos; Jordi Rico, en el papel más sencillo, aporta naturalidad a lo que hubiera podido resultar tópico. Finalmente, la recién llegada Carme Pla es absolutamente creíble tanto en su rol de psicóloga como libre de perjuicios mujer liberal que viene a poner patas arriba la convencional vida de sus vecinos.
Quizás podría Gay haber jugado un poco más con lo tentados y/o curiosos que Roca y Arquillué se pudieran sentir respecto a las propuestas de Rico y Pla. Eso habría generado nuevas situaciones cómicas pero, probablemente, hubiera exigido sacrificar la unidad espacial y/o temporal, que tan bien maneja el director y autor.
Si revisamos Krámpak (2000) o V.O.S (2009) nos daremos cuenta de que su maestra administración dramática de la dialéctica cómica ya estaba presente en esas dos películas.
http://www.teatreromea.com/es/ex/1000/els-veins-de-dalt