Una función honda y sutil: El viento hace la veleta, de Philipp Löhle, dirigida por Tomás Cabané

Una función honda y sutil: El viento hace la veleta, de Philipp Löhle, dirigida por Tomás Cabané

En la imagen  Ana Carril, Ivan Luis, Eloi Costa e Inma Garzía, en un momento de El viento hace la veleta, de Philipp Löhle, dirigida por Tomás Cabané

 

Por Luis Muñoz Díez

El viento hace la veleta, de Philipp Löhle, un destacado autor alemán de 39 años, poco conocido en España. Y desafortunadamente no es una excepción, dado el escaso número de compañías que se pueden permitir adquirir los derechos de un autor reconocido. Pasamos por un momento en que el viento hace a la veleta, y es muy habitual que los proyectos que acogen las salas off, sean promovidos por el autor de la obra, o a su luz, o adaptaciones libérrimas de textos con los derechos caducados.

Por lo que de entrada resulta muy interesante la propuesta de Tomás Cabané, que tiene varios alicientes, entre otros poner en escena a un autor de interés, y una historia con un detonante concreto, como es la crisis laboral debida a la unificación de las dos Alemanias, sin perder de vista el proceso imparable de la globalización con internet a su servicio. Pero lo que se narra en El viento hace la veleta, por otros caminos se puede llegar en cualquier parte, y más si el centro de la historia es el deterioro de una familia «feliz», con su padre, su madre, una hija y un hijo.

Los cuatro viven felices. El padre se siente un rey, y ve a su familia como una isla minúscula situada en el océano. Y no solo son felices, necesitan representar que lo son, y posan a cada momento para confeccionar un álbum, que sea una prueba incontestable de su dicha.

Se dice que cuando el dinero se va por la puerta, el amor se escapa por la ventana, y esto ocurre cuando el padre, por una disparidad de opinión con sus socios, se queda sin trabajo. Deja de ser el proveedor del bienestar de su familia, y pierde el interés de su mujer e hijos, y su propia autoestima.

La mujer encuentra un trabajo, y lo afronta como una emancipación, mientras su marido no supone ninguna fuente de ingresos. Con ello viene la separación, y el forcejeo por los hijos en una subasta de quien da más.

El amor a padres y hermanos es escurridizo, en un te quiero tanto, como te odio, y se llega a la cima de la contradicción afectiva, cuando se quiere para poder odiar, y eso en las familias pasa.

La puesta en escena de Tomás Cabané, es rigurosa. Si el núcleo familiar es asfixiante de por sí, él lo acota más aún, con una especie de armario con ruedas, que da un juego extraordinario creado por Marcos Olivares, en el que se mueve la célula familiar. Así pone énfasis en la unidad, y coloca la connivencia familiar frente al mundo, iluminada estupendamente en su claro oscuro amargo por Ángel Salamanca.

Arriba Juan Paños. que comparte papel con Eloi Pérez -sentado abajo junto a Ana Carril, Ivan Luis, Inma Garzía Morales.

Arriba Juan Paños, que comparte el papel del hijo con Eloi Pérez -sentado abajo junto a Ana Carril, Ivan Luis, Inma Garzía Morales.

Los actores Juan Paños, Eloi Costa, Inma Garzía, Ana Carril e Iván Luis, están muy bien movidos, pasan por el drama con una sutil delicadeza, lo que es un acierto del director, dado que la desdicha suele empapar por goteo, más que por un terrible diluvio.

La actriz Ana Carril, compone muy bien a una mujer práctica, e Iván Luis a un soñador irredento, vital, y con mucho encanto. Una madre y un padre, espejo en que se miran los dos hijos que se ven obligado a crecer a vista del público.  Un trabajo nada fácil el que realizan los actotes Juan Paños o Eloi Costa, e Inma Garzía, porque el interpretar a un niño es siempre difícil, los humanos en crecimiento tenemos contradicciones, pero también nuestras propias certezas.

Juan Paños y Eloi Costa, comparten el papel del hijo. Son dos actores con distinto matiz, su papel cuenta con un monólogo muy importante dentro de la obra. Juan compone un Tim más seguro, y Eloi lo hace fuerte en su duda, ambos con muy buen resultado. Inma Garzía es una actriz delicada y dúctil, a la que le encaja como un guante el papel de niña a mujer.

Todo en El viento hace la veleta, denota la carencia en la que vivimos, no sólo el que, si no generas dinero estas expulsado de la fiesta social y del consumo. Lo que realmente hace que se nos mueva el suelo, es que también te quedas en precario, en los afectos de tus seres “queridos”.

Löhle, nos presenta una mujer práctica, un hombre soñador que se niega a cambiar, y unos hijos interesados en la medida que los somos todos. Ofreciendo una clara metáfora con ese símbolo que es el coche del trabajo, que nos permite hacerlo todo, y sin él no quedamos en tierra ante cualquier oportunidad.

Permitiéndose el autor un final duro, en que la reacción del hijo es fruto de lo aprendido, o dicho de otra forma, de de la tradición oral, oída a su padre con la imprecisa frase de “que hay que ser consecuentes”

Consecuentes, con qué ideas, en un mundo en que el consumo es el único garante de permanencia y felicidad.

Sigo a Tomás Cabané, y siempre creí que nos iba a dar muchas alegrías, y afortunadamente nos las está dando. Con El viento hace la veleta, nos presenta un hermoso trabajo hondo y sutil. Sin duda un éxito.

El viento hace la veleta Autor: Philipp Löhle Dirección: Tomás Cabané Intérpretes: Juan Paños/ Eloi Costa, Inma Garzía, Ana Carril e Iván Luis Ayudante de dirección: David Hidalgo Traducción: Biblioteca Teatral Goethe-Institut Escenografía y vestuario: Marcos Olivares Iluminación: Ángel Salamanca Diseño gráfico: Jaime Riba Malala Producciones, con el apoyo del Instituto Goethe de Madrid y de la Real Escuela Superior de Arte Dramático

En cartel en Sala Nave 73 -Madrid- más información de fechas y horarios aquí

Autor

Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.

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