Hizo la fotografía mientras pisaban la arena de la playa, al lado del viaje embarcadero.
Caminaron mucho rato, hablando de sus vidas y de las vidas de los otros. Su amigo le contó una historia que solo adquirió sentido para él cuando abrió la galería de fotos del teléfono en el restaurante del puerto, mientras comían. Así que aquí se resume todo…, dijo, situando el móvil sobre la mesa. Más o menos, aseguró su amigo quitándose las gafas de pasta y jugando con ellas. Miró a lo lejos y añadió: Es la vida de una persona definida por tres lugares importantes en su época, la casa, el trabajo y el miedo. Su abuelo le enseñó a pescar en la barca, al igual que había hecho con su padre. En esa casa vivió toda la familia, diez personas en concreto, y aún se mantiene en pie el refugio construido durante la Guerra Civil, donde tenían que ocultarse cuando el ruido de los aviones no dejaba escuchar el sonido de las olas.
Hoy ya nadie pesca en este sitio, dijo poniéndose las gafas, y la casa está medio derruida. ¿Y el refugio para qué sirve?, le preguntó él antes de apurar el vaso de vino.
Su amigo sonrió y dijo: Ahí se esconden las parejas de enamorados para escuchar el sonido de las olas.
(A José Adsuar Soto)
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Un relato con glamour y encanto, el viaje de una vida como referente axiológico del narrador; ambiente y herencia se mezclan en donde el lector recoge las huellas que quedan en el escrito para que de alguna forma la unidad del texto se sitúe en él y no en el autor, como diría Barthes en “La muerte del autor”.
Las enseñanzas a través de la figura paterna, la guerra y el miedo que ésta provoca en el ser humano son temas manidos por Sotelo en la mayoría de sus novelas; por intertextualidad nada más leer el entrañable cuento me viene a la memoria otro de sus cuentos publicado en noviembre 2015, “Una tortilla a las finas hierbas” en donde resalta la misma estructura y temática. Conecta a través de un pasadizo interior, típico de Cortázar y Murakami, el presente relato con los años de la Guerra Civil, con el ayer y el pasado, con los recuerdos y anhelos.
¿Cuál es el mundo de cada uno? Para la persona de la historia que narraban mientras hablaban y comían los dos amigos, sin duda su “mundo” era la casa, el trabajo y el miedo…Tres círculos concéntricos que según Tomás Albadalejo se asemejarían a un mundo verdadero dentro de un mundo real.
Un texto sin duda de bella prosa poética con sensualidad y belleza donde sobresalen los sentimientos, las impresiones y como no, las sensaciones. Aplaudo y felicito a Justo Sotelo por ese inteligente y atractivo relato que formará parte de un segundo libro de cuentos igual de maravilloso que el primero. Un abrazo Justo
Inteligente, acertado y preciso comentario como siempre, Almudena. Un abrazo.