El remo

El remo

Era la primera vez que le ocurría algo así, y estaba nerviosa. En los últimos días había sufrido mareos que se repetían cada cierto tiempo y, aunque no le gustaba visitar el ambulatorio de la Seguridad Social, decidió ver a su médico de cabecera. Sus padres insistieron en que lo hiciera, y también el chico con el que había empezado a salir, por el que sentía una irresistible atracción física. Desde el mismo día de conocerlo en el comedor del instituto, le había apetecido besarlo, aunque no quería que él se diera cuenta.

El médico era un tipo de unos cuarenta años, pelo blanco y mirada penetrante. Llevaba poco tiempo en aquel pueblo de la costa, pero desde el principio se había ganado el aprecio de la gente. Durante la primera visita le habló de usted, lo que a ella le resultó extraño. Le hizo los típicos reconocimientos, le mandó unos análisis y se despidió sin más. No obstante, a ella le costó olvidarlo; nunca había visto a un hombre tan guapo y tímido, y a la vez tan seguro de su profesión. Era el hombre ideal con el que tener una aventura, a pesar de la diferencia de edad. Dos semanas después la joven volvió a la consulta. Los análisis indicaban un principio de anemia. Además de recetarle las típicas pastillas, el médico le recomendó ejercicio. En el pueblo existía un viejo club de remo creado por un deportista inglés que se había afincado allí a principios del siglo XX y que llegó a participar en dos olimpiadas. Él se había hecho socio desde su llegada. El remo ya no era un deporte de señoritos.

Unos días más tarde el médico les ayudó a ella y a su novio a subir a la embarcación, y mientras la joven movía con torpeza los brazos y las piernas, el pecho y la espalda, él comenzó a mirarla fijamente, como si aún no hubiera terminado el reconocimiento inicial. El joven se reía de forma estridente con el remo en la mano, pero al médico sólo le importaba observarla a ella, seguir su manera de remar dentro de una ceremonia religiosa, hermética, tan mágica como indescifrable. Él apenas remaba, solo sentía que ella agitaba su cerebro. Cerró los ojos e imaginó que paseaban por la playa, lentamente, de la mano, bajo las estrellas, y que ella se dormía sobre su pecho, sonriente y relajada.

La barca dejó de moverse y él abrió los ojos. Los jóvenes estaban fundidos en un beso.

www.justosotelo.com

BARCA 2

 

 

 

 

 

 

 

 

Autor

Novelista y catedrático de Política Económica, es profesor en los prestigiosos ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). Licenciado y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. Ha escrito varios libros de economía y decenas de artículos, así como cinco novelas (La muerte lenta”, 1995, “Vivir es ver pasar”, 1997, “La paz de febrero”, 2006, “Entrevías mon amour”, 2009 y “Las mentiras inexactas”, 2012), sendos ensayos sobre los escritores Manuel Rico, 2012, y Haruki Murakami, 2013, y un libro de microrrelatos, los "Cuentos de los viernes", 2015. En la actualidad está escribiendo un segundo libro de microrrelatos: "Cuentos de los otros" y una nueva novela.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *