Todo acto es un proceso de dolor
la obra es la sentencia del pálpito
Andrés Izu
I. EL ACTO COMO CUERPO DISRRUPTOR EN EL MUNDO:
La noción de ACTO responde a concepciones muy diversas a lo largo de la historia del pensamiento universal. Como una ruptura simbólica, como modo de ser auténtico, como manifestación espontánea de la presencia despierta, o como gesto heroico/operativo. Cada una de estas concepciones sitúa la trascendencia de nuestros actos, en un plano diferente: psíquico/simbólico, ontológico, liberador/realizador, estético-existencial.
Para Lacan, el ACTO (l’acte) no es simplemente una conducta entre otras; es un gesto singular, irreductible a la mera acción o al discurso, que produce una modificación en el entramado simbólico que constituye al sujeto. Es un pasaje que no puede explicarse totalmente en razón de sus intenciones conscientes: corta con la función que mantenía al sujeto en su posición (fantasía, identificación) y posibilita una nueva subjetivación.

En Ser y Tiempo, Heidegger describe la conducta auténtica (Eigentlichkeit) como aquella que se alcanza por la resolución (Entschlossenheit) y la apertura a la finitud (ser-para-la-muerte). El ACTO heideggeriano no es un mero hacer técnico; es una disposición existencial que proyecta y despliega el Dasein en su mundo. Ya en su obra tardía, el obrar humano puede ser concebido como desocultamiento (aletheia) o como devenir morada si se reencuentra con el Ereignis.
Para le Budismo Zen de Japón, el ACTO genuino surge de la mente despierta (satori) de la práctica que disuelve el yo egoico, para ello, el budismo Mahayana habla del sarvakarmafalatya o “desapego de los frutos del ACTO”, como vía de liberación de la cadena kármica. Accionar correctamente, según los budistas —ya sea sentarse en zazen, cortar leña, cocinar o escribir poesía— es la manifestación de la no-dualidad; la distinción acción/actor se atenúa en la realización directa de la vacuidad/iluminación del hacer consciente, que no trasciende el mundo para abandonarlo, sino que transforma la presencia activa del ser en mundo. El ACTO es a la vez medio y fruto de la realización: pura conducta encaminada al desapego de sí misma, sin aferramiento ni intención teleológica. Lo que Leonardo Da Jandra designa críticamente como: presentaneidad, como una animalidad pura en lo humano, creando un modo específico de relación con el tiempo y con la existencia pensante. El ACTO es la forma en que el sujeto vive exclusivamente en el “aquí y ahora”, absorbido por los sentidos y por la gratificación inmediata en el “escenario de sus sensibilidades”.
II. LA POESÍA COMO ACTO:
En la poesía contemporánea española (desde los 80 hasta hoy), el poema ya no se concibe tanto como representación o descripción, sino como acto de presencia, como deriva psicoanalítica, en palabras de Izu: “ciencia que estudia el dormir de las palabras”. Acontecimiento que transforma tanto al lenguaje como al sujeto del lenguaje. Este giro performativo y ontológico de la poesía contemporánea está presente en ACTO, de Andrés Izu (editado en 2022, por el colectivo La Imprenta), de una forma lúdica y a la vez luminosamente dramática, prometeica, si se quiere.
El poema, entonces, no dice el ACTO: es el acto. Cada tradición filosófica ilumina un modo distinto de comprender esa performatividad poética del texto que subyace a una serie de grafemas e ideogramas imbuidos en la posmodernidad y el neo-misticismo.

Como ocurre en Lacan, ACTO de Izu es una irrupción que corta la cadena simbólica de lo que aparenta estar vivo, de lo que aparenta carne, “Ahora que el fuego crepita en sienes, ahora que no quedan testigos de la autopsicografía…” produciendo así, un antes y un después en el goce poético, funcionando el poema como grita en código fuente, acto de vaciamiento de los sintagmas.
En ACTO, el lenguaje se quiebra, la palabra se agota y en esas ruinas florece otra verdad, más pura, más real, no como voluntad de producir, sino como experiencia que abre un claro para que el Ser pueda balbucear e iluminarse: “Lo que ya estaba es la mayor obra de arte, lo que vino después es la destrucción de la mayor obra de arte”.
III. LAS TRES DIMENSIONES DE ACTO, DE ANDRÉS IZU:
Esta poesía es, en su forma más radical, una operación estético-ontológica que va más allá de la instrumentalización del alma o de la discursividad sagrada y ritualista. Una práctica que desmantela las estructuras fijas del yo poético, del lenguaje y del mundo, para que el sentido —o lo sagrado— acontezca en el vacío que queda: “…si se me muriesen todas las palabras / si de una vez por todas perdiese el hilo”.
La poesía de Izu puede pensarse como la intersección de tres lógicas divergentes entre sí: (i) deconstrucción del sentido; (ii) encarnación del deseo; y (iii) generación caótica de realidad.
En su Corpus o la declosión, Jean Luc-Nancy entiende la deconstrucción como una práctica de desarmar las clausuras del sentido para dejar espacio al “ser-en-común”, al aparecer del mundo. En ACTO, Izu se atreve a hacer algo semejante, de altos vuelos espirituales, en una especie de reinterpretación post-metafísica que no busca trascender hacia un más allá como plano de composición, sino como exposición de os contenidos del inconsciente en flujo hacia el cuerpo abierto, le lenguaje y sus fantasmas retóricos y las vibraciones de la falta que seducen al goce Otro lacaniano. “…pienso para los monstruos del logos, simiente para la tierra yerma, fecundidad, germinar piedras, limar aristas, renunciar un lugar…”. Hace del poema el lugar dende el sentido se desobra.
La poesía como esa deconstrucción espiritual disuelve el yo como sujeto del sentido y deja que el lenguaje se revele como cuerpo, respiración, materia sonora. En esta dimensión el poema no comunica una verdad: es el advenimiento del sentido como tal, su respiración compartida, dice Izu: “Tengo un todo tan lleno de huecos por el que corren polvos/ y el silbar del cierzo…”.
En su famoso Magick in Theory and Practice, Crowley define la magia como, “la Ciencia y arte de causar cambio conforme a la Voluntad”. El ACTO ritual (la palabra pronunciada, el signo, la poesía misma) tiene eficacia porque revela y alinea la Voluntad verdadera (True Will) con la corriente universal de energía y conciencia. El ACTO no representa lo sagrado lo ritualiza. Izu, mago-poeta, opera una trasmutación espiritual al convertir el lenguaje en vehículo de energía simbólica: “Cuando el acto cede / cae línea / nace forma / habita jaula / vuela vencejo”.
ACTO es un rito de invocación y transformación: la palabra escrita es un sello (sigilo) de la Voluntad, un acto mágico que encarna una corriente de energía psíquica. Sus poemas no se limitan a significar: obran sobre el mundo y sobre quien les da lectura.
Desde una perspectiva caota, ACTO es un continente simbólico que reformula las intenciones de una lectura tradicional, sostenidas por la creencia en la temporalidad del acto lector, pudiendo alterar la realidad. ACTO es un poema performativo, su eficacia depende de la intensidad psíquica y no de los dogmas prosódicos.
Su lenguaje, símbolos e imágenes, son todos dispositivos de programación del inconsciente.
Cada poema hace las veces de un sigilo lingüístico, una condensación simbólica donde el deseo se cifra y se lanza al caos.
La forma poética, el desestructurar el lenguaje, funciona en ACTO como un campo de probabilidad: donde se reconfiguran significados, percepciones, estados de conciencia. ACTO no habla de espiritualidad, es espiritualidad deviniendo significantes.
Siempre en las nubes
nunca en el cielo
rondan los cuervos
traman las dudas.
No soy nada
de lo que ves
de lo que veo
de lo que lees
de lo que escribo.



