Antropología del boxeo
Comencemos con dos argumentos de autoridad. El gran Ernest Hemingway comentaba, refiriéndose a El Profesional (publicada en 1958), que «es la única gran novela de boxeo que he leído». Por su parte, el escritor y guionista estadounidense Elmore Leonard aseguraba que «El Profesional es la mejor novela que se ha escrito sobre boxeo y una de las mejores novelas de todos los tiempos». Sobre el autor, a quien -confieso- he leído por vez primera gracias a esta novela, la elegante editorial Gallo Nero explica en una de las solapas de la cubierta:
W. C. Heinz (1915-200), uno de los más prestigiosos periodistas deportivos de su generación, fue corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial y contribuyó a fundar el movimiento del Nuevo periodismo junto con Gay Talese y Tom Wolfe. El Profesional es su primera novela, en 1968 escribió con H. Richard Hornberger M.A.S.H, que Robert Altman llevará a las pantallas en 1970.
¿Pero qué hace tan atractiva esta historia? ¿Qué puede enseñarnos una novela sobre boxeo que no nos hayan ya mostrado el cine y las series televisivas? En ella damos con todo un elenco de características que, lejos del ya prolijamente tratado tema de la heroica transformación de un hombre -casi- en héroe, permiten acercarse al individuo que, detrás del ring, intenta encontrar su propia identidad y desplegarla en un hostil contexto que le enfrenta a constantes vicisitudes personales y sociales.
Es el sonido de la campana lo que, para los más inexpertos espectadores, anuncia el inicio de un combate que sin embargo supone sólo el principio del final para los contendientes. Frente a frente, en una tensión inenarrable, los meses de preparación (física y emocional) parecen olvidarse en las pupilas del adversario.
Ritmo narrativo versus discurso introspectivo
En un primer momento, y tras lo dicho, podría parecer que una novela en la que el autor intenta acercarse a las cuitas más personales de un aspirante al título mundial debería estar teñida a cada paso por escabrosos circunloquios en los que el protagonista, en obligada reflexión, tratase de arrinconar a su yo más oculto con el deseo de extraer de él sus más hondos secretos e inquietudes. Este camino oracular, de la superficie a lo subterráneo, tendrá lugar de muy otro modo.
Si, aun sin haber leído la novela, echamos un vistazo a la estructura narrativa de El Profesional, observamos que la forma dialógica adquiere una importancia sumaria. Y es que el personaje central de la historia, el boxeador Eddie Brown, encuentra ayuda, consuelo, fuerza y resistencia gracias al hecho de poder relacionarse con personas que comparten, de alguna manera, sus mismas turbaciones.
-Esperemos que lo consiga.
– Lo conseguirá -dijo Fred.
-Tendrá que conseguirlo -dije-. Os dije que estoy implicado. Lo estoy. Es una causa. Comparado con Eddie, el otro no es un boxeador. Es todo espectáculo y nada de sentido pero, ¿quién aprecia la diferencia? Eddie es nuestro portaestandarte. No es más que un boxeador, pero esta es una pelea contra todos los chapuceros que venden y celebran hoy en el boxeo y en televisión y en las librerías y en nuestros periódicos y revistas y en todas partes. ¿Lo veis, verdad?
El estilo característico del autor (audaz, intrépido y sin desfallecimientos), anula cualquier tipo de amago que intentara conducir al lector por vericuetos más o menos cursis -y prescindibles- de la vida del protagonista, narrada en este caso, como no podía ser de otra manera dada la formación de Heinz, a través de los ojos de un periodista, Frank Hughes.
Problemas contemporáneos
La experiencia de Heinz como reportero en la Segunda Guerra Mundial sembró una fuerte impronta si bien no pesimista, sí algo sombría -que reflejó en todos sus escritos posteriores-. Este grisáceo y atractivísimo semblante también hizo mella en El Profesional, lectura irrenunciable para comprender -e introducirse en- la conciencia y las preocupaciones de un periodista estadounidense de posguerra.
Mucho nos une este importante avatar histórico que Heinz presenció y contó de primera mano a nosotros como lectores de su novela, en la que damos con todo un retrato humano de la sociedad de su tiempo, pergeñado mediante el despliegue del carácter del protagonista, Eddie Brown, en su deseo por llegar a ser quien cree que en realidad es.
Una batalla de la que irremediablemente nos sentiremos partícipes, para bien o para mal, y en cuyo desarrollo comprenderemos que, a pesar de lo que explicaba Virginia Woolf (la vida es una cuestión de ataque y defensa), no siempre se puede ganar… o más allá, que los verbos «ganar» y «perder» apenas cobran sentido cuando lo que está en juego es -nada más y nada menos- la justificación de nuestras acciones ante el tribunal más severo de cuantos existen: nuestra propia conciencia.
Uff, ya sé cuál es la próxima novela que tiene que caer en mis manos. Después de tantas películas sobre este «arte deportivo» -como lo denominan muchos de sus aficionados-, me parece interesante descubrir la vida de este personaje, Eddie Brown, sobre todo desde la perspectiva periodística de su autor. He de confesar que me adentré hace algún tiempo el mundo de las «veladas» y para los más veteranos del boxeo, este deporte lleva intrínseca una filosofía como la mayoría de los deportes de contacto…