El machismo está más enraizado en la sociedad española de lo que queremos creer. El plan, adaptación de Polo Menárguez de la obra teatral homónima de Ignasi Vidal, es un retrato de esta lacra a través de tres desempleados que están organizando algo juntos, aunque la película no presta mucha atención a explicar exactamente qué.
Al director le interesa hablar de la relación que existe entre ellos, una supuesta hermandad masculina que se muestra llena de grietas, y la visión bastante negativa del sexo opuesto que los tres tienen, donde las mujeres parecen meros objetos sexuales o son descritas por ellos en ocasiones como infieles o irresponsables. Quizá el gran problema del filme es hasta qué punto el retrato es una verdadera crítica o si en cierta manera el trio merece la conmiseración del espectador. Menárquez se mueve en un territorio resbaladizo, especialmente cuando aborda la violencia machista. que puede generarle críticas de ciertos sectores.
Por otra parte, la producción española parece plantear si somos responsables de nuestras acciones o, por el contrario, estamos predestinados en cierta manera a realizarlas. De nuevo, el largometraje se encuentra en tierras movedizas al dar pie a interpretaciones que podrían justificar algunos actos individuales que son claramente reprochables.
Sin embargo, en mi modesta opinión, el problema de El plan no reside en plantear preguntas incómodas y no dar respuestas claras, sino en una realización demasiado funcional que confía demasiado en su audaz texto y en un espléndido grupo de actores excelentemente compenetrados a los que dan vida unos prodigiosos Raúl Arévalo, Antonio de la Torre o Chema del Barco.
Quizá se echa de menos que Menárguez no haya inyectado algo más de tensión a la manera de lo que hace Roman Polanski cuando adapta obras de teatro. No obstante, El plan, con sus imperfecciones, no es la cinta deplorable que algunos han creído ver en su pase por el Festival de Valladolid.