El patio de la librería

El patio de la librería

Acabo de traducir dos libros del francés. Gracias a las traducciones y a los pocos ahorros que me quedan de mi estancia en la Universidad Claude Bernard de Lyon mantengo en pie este negocio.

Una tarde entré por casualidad a tomar un café en un lugar que me pareció tan literario como decadente, y en seguida supe que allí estaría a gusto. Era un café librería donde no se vendían best-sellers. La dueña rondaba los cuarenta años. Era guapa, delgada, con poco pecho y mucha cultura. Las primeras veces me senté en un sillón azul y solo nos dirigimos la palabra de forma protocolaria, para pedir la consumición, pagar la cuenta y llevarme algún libro que otro. Un día empezamos a hablar abiertamente de literatura. Como no había más clientes me dijo que la acompañara al patio, donde podría fumar y seguiríamos la charla. Comentamos cosas de Proust y de ahí pasamos a Camus y Yourcenar.

Cada vez nos mirábamos a los ojos con más intensidad.

Se levantó para atender a un cliente y cerró la puerta con llave. Regresó con las «Memorias de Adriano» traducidas por Cortázar y puso el libro encima de la mesa. Seguimos hablando de la escritora belga mientras ella no dejaba de fumar. En la siguiente media hora se levantó tres veces más y en todos los casos volvió a echar la llave. Este extraño comportamiento me estaba convenciendo de que me quería seducir.

Cuando regresó yo no estaba. No podía haber salido del patio, se dijo, era imposible. Aun así buscó por todos los rincones del café, en el aseo, incluso en la habitación del fondo donde en ocasiones se quedaba a dormir. Desesperada regresó al patio. Encendió otro cigarrillo, abrió el libro de Yourcenar y pasó las hojas con rapidez.

Me encontró en la página 51.

 

Autor

Novelista y catedrático de Política Económica, es profesor en los prestigiosos ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). Licenciado y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española. Ha escrito varios libros de economía y decenas de artículos, así como cinco novelas (La muerte lenta”, 1995, “Vivir es ver pasar”, 1997, “La paz de febrero”, 2006, “Entrevías mon amour”, 2009 y “Las mentiras inexactas”, 2012), sendos ensayos sobre los escritores Manuel Rico, 2012, y Haruki Murakami, 2013, y un libro de microrrelatos, los "Cuentos de los viernes", 2015. En la actualidad está escribiendo un segundo libro de microrrelatos: "Cuentos de los otros" y una nueva novela.

7 comments

  • Sotelo rompe los moldes clásicos mediante este relato que escapa de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad psicológica; así, su contenido transita en la frontera entre lo real y lo fantástico, propio del Surrealismo.
    El símbolo de la llave, la que abre y cierra puertas que muchas veces nos introducen en un mundo completo de recuerdos donde recrearse quizá en una librería, recubierta de un sinfín de libros, con hojas manoseadas que nos hablan de literatura. Así por medio de un suceso sobrenatural, el cual irrumpe en el mundo ordinario se crea un efecto fantástico que incide a la vez sobre el lector y sobre el personaje, es decir, sin salir del café librería y con la puerta cerrada con llave se encuentra la mujer al protagonista en la página 51 del libro que, casualmente estaba leyendo, rozando lo fantástico y lo absurdo.

    Existe cierta verosimilitud en el complejo entramado narrativo a pesar de ser fantástico, el prototipo curiosamente del traductor Cortázar, entre lo que dice el autor y la verdad del mundo ficcional que nos propone, según el pacto de ficción establecido entre la obra y el lector donde existen silencios del texto y vacíos de significado.

    En lo fantástico, lo extraño y lo raro resulta de un vacío en la realidad, en la que se da la falta de cohesión del relato en el plano de la causalidad. Este vacío crea la duda en el lector con un efecto concreto (inquietud, angustia, «miedo metafísico) a través del sentimiento fantástico que Justo Sotelo establece con los espacios siendo crucial en un cuento fantástico y metafísico donde los silencios permiten una reconstrucción de lo otro, de lo ajeno según las perspectivas del lector y al mismo tiempo, vacíos en la trama de la realidad.

    El protagonista o testigo y el narrador nos presentan la realidad con una presencia explícita o implícita en el texto y es el lector cómplice el que recrea los vacíos espaciales. En esos huecos, que según la teoría de la recepción, el lector según sus expectativas en cuanto al relato completará y rellenará los huecos por la naturaleza misma del cuento fantástico.

    El narrador en primera persona afirma el acontecimiento fantástico, aunque está en posición de desconocimiento y al mismo tiempo, se extraña creando de ese modo, lo fantástico. Lo que Roland Barthes llama “efecto de realidad”, es decir, crear la ilusión de realidad con procedimientos estéticos o retóricos a través de la incertidumbre propia de la literatura fantástica.

    ¿Realmente el relato está estructurado alrededor del tema del doble, sumergiéndose el personaje en una novela similar a los cuentos de Cortázar o de Borges con un estilo literario basado en la interpretación de conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad? ¿Sotelo es el doble de Borges o de Cortázar? Excelente amigo Justo! Un abrazo.

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    • ~Leer a Justo y luego encontrar los comentarios de Almudena, es total~mente adictivo…! El cuento emerge aromas… Seduce la imaginación del lector, e invita a querer el re~encuentro en el próximo libro…! Gracias a ambos por tanta armonía entre~letras!~

      ~_~.♡

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  • (lector-autor a contexto-texto lo que
    obra-personaje a realidad-despliegue)

    a lo largo de este nuevo y breve relato, magistralmente, el autor nos lleva por un periplo, cómo decirlo, casi mágico, donde no falta el color azul; en él, despliega todo su poder seductor literario para desde la primera línea hasta la última, embriagar al lector, haciéndole partícipe del hecho narrado/desplegado y, finalmente, tras el ardid de la desaparición del personaje/lector, su vuelta a la fuente/pliegue, con la sagacidad de citar hasta la página donde ella, ya embelesada y cautivada, sólo podrá reencontrarle; pues tal vez se trata de la página/pliegue de la obra que a ambos asombrara, en sus lecturas respectivas, y al cruzarse sus miradas emerge esta, porque de nuevo les conmueve, para después sólo en la obra volver a revivirlo al releerlo, cuantas veces el lector la abra justo allí…

    pliegue-despliegue-repliegue

    Roranna-090916-9h.

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  • Ni Magritte ni Delvaux, Justo Sotelo. Rendez-vous en una página. Efecto de magia súbita. Precioso cuento, para leer y contar. 🎓🎓🎓🔭

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