Al margen de la cautela que puede producir un título tan categórico, y en cierta manera tan hijo de puta y tan sentenciador, empezamos con Balzac (quizá el menos elegante de la trilogía, creamos pues en su vena frívola, en la ironía) y la primera en la frente: El comerciante al por menor, el subteniente, el reportero, son tipos menos degradados de la vida ocupada, pero su existencia permanece clasificada en el fichero de la vulgaridad. Siempre hay trabajo y siempre hay utensilios…
XIV
Están fuera de la vida elegante los comerciantes al por menor, los hombres de negocios y los profesores de humanidades.
Al margen, decía, del libro y toda su omnipotencia (El gran libro del dandismo, ahí es nada), Balzac escribe agudo y observador de detalles (sobre todo nos da la expectación, el futurismo, la posteridad, el oráculo del añejo español, sin pretensión ni meta, obviamente), como un artefacto de tamizar extractos sociales y dar algún que otro viaje con su propuesta. Valga el paradigma: … el principio de la vida elegante es un alto pensamiento de orden y de armonía, destinada a dar poesía a las cosas. De ahí este aforismo:
IX
Un hombre se hace rico; nace elegante.
Baudelaire y El pintor de la vida moderna
La dualidad del arte es una consecuencia fatal de la dualidad del hombre. Consideremos entonces, la parte eternamente subsistente como el alma del arte, y el elemento variable como su cuerpo. Por eso Stendhal, espíritu impertinente, guasón, incluso repugnante, pero cuyas impertinencias provocan útilmente la reflexión, se ha aproximado a la verdad más que muchos otros, al decir que lo Bello no es sino promesa de la felicidad. Sin duda esta definición sobrepasa el fin; somete demasiado lo bello al ideal infinitamente variable de la felicidad; despoja con excesiva presteza lo bello de su carácter aristocrático; pero tiene el gran mérito de alejarse decididamente del error de los académicos.
Quizá el más acertado sea Barbey d´Aurevilly, que te viene a decir: si no sabes molar, no eres dandi. Algo analógico a la poética de Baudelaire: El dandismo es el último destello del sol poniente en las decadencias. También algún apunte de Alan Pauls:…la apatía, en el dandi, es también un pathos productivo, la temperatura de un hacer, de una determinada performance.
El dandismo, por el contrario, se burla de la regla y no obstante sigue respetándola. La padece y se venga de ella sin por ello dejar de padecerla; la invoca al tiempo que huye de ella;…Para jugar este juego, hay que tener a su disposición todas las plasticidades que construyen la gracia, como los matices del prisma que al unirse forma el ópalo.
Era esto lo que tenía Brummell. Tenía la gracia, como la otorga el cielo y como a menudo es falseada por las opresiones sociales. Pero finalmente la tenía, y con ella respondía a la necesidad de capricho de las sociedades aburridas y sometidas demasiado severamente a los estrictos rigores de las convenciones. Brummell era la prueba de esta verdad que hay que repetir sin cesar a los hombres de la regla: que si se le cortan las alas a la Fantasía, estas volverán a crecer más largas desde la mitad.
Este ensayo, estos proyectos para la humanidad, están escritos como si el universo, el humanismo, las letras se hubieran demorado en el talud de las buenas maneras de la elegancia, y bastara un fallo para que la caída fuera considerable, el dolor de la derrota que ninguno quiere, porque todo viene a ser extender la dignidad hasta la muerte. Gustándose mucho. Es decir, los tres tienen un ego colosal, en cierta manera, sicalípticos y eruditos de la hostia, molar o morir.