Se enfrentaba a la última convocatoria.
Me acerqué a su mesa para interesarme por el examen.
Mi alumna levantó la cabeza y sus ojos oscuros se llenaron de lágrimas en un instante. Las letras apretadas del folio comenzaron a desaparecer, como si se diluyeran en la inconsistencia de lo inefable. ¿Te encuentras mal?, le pregunté inquieto, pero sin atreverme a acariciar su pelo corto y lacio en un acto de cercanía que no tenía nada que ver con la atracción sexual. Me miró como si viera a un fantasma y siguió llorando; media hora después me entregó el examen. Vas a suspender una vez más, le dije tras comprobar que era ilegible, y ya son cinco años con esta asignatura, la última que te queda para terminar la carrera. Y añadí con cierta severidad: Te van a expulsar de la Facultad, supongo que lo sabes. Fue entonces cuando me dijo que suspendía todos los años para continuar viviendo en Madrid. Ya no podría regresar a Gran Canaria, a pesar de que allí vivía su familia y le esperaba un buen trabajo. Me alargó la mano y echó a andar con decisión hacia la puerta. Una vez allí se giró y me dijo que me amaba desde hacía cinco años.
Abrió la puerta y salió silenciosamente del aula.
Y yo tuve la sensación de que nunca nos habíamos besado.
Un original discurso discontinuo, inacabado y multidireccional late en el relato hermoso de Justo Sotelo donde el amor una vez más, aparece de forma cíclica, recurrente y eterna. Un solo número, el 5, nos sugiere cómo el mundo intelectual del autor vuelve como una obsesión circular en la que, como diría Borges, el tiempo es un río que nos lleva pero nosotros somos es río…Borges al igual que Sotelo utilizan la idea de tiempo recurrente y mito cíclico, tal y como se ve en “La doctrina de los ciclos” en el libro “Historia de la eternidad”; una prueba que continuamente el personaje femenino, una alumna, desea voluntariamente rehacer sin importarle las consecuencias que eso supone, tal vez, una expulsión de la universidad.
La coordenada temporal aparece continuamente con términos tales como “instante”, “última”,” cinco”, etc…donde los verbos de acción, movimiento y finalidad le hacen enfrentarse a la mujer a su propia identidad, a su propio yo…en donde su finalidad es suspender cíclicamente para retornar el amor eterno. Tal y como diría Paul Ricoeur, la temporalidad es el carácter determinante de la experiencia humana – en donde la actuación del ser humano está determinado por tiempo y en este caso, situado en escenarios de la capital, Madrid y de Gran Canaria…lugares comunes que Sotelo incluye en sus novelas y relatos. El lector que lee este cuento recuerda y se hace presente en el texto..a través de un despliegue que sintetiza las ideas de otros textos anteriores de Sotelo.
El tiempo, los estados de ánimo, los sentimiento, el deseo de olvidar el tiempo pasado como un desvelo de lo inefable, como si fuera un fantasma evaporado de la nada, el mismo que parece ver la chica que mira a su profesor y sigue llorando. El Universo repite por tanto el infinito…donde por medio de símbolos, metáforas e imágenes de la posmodernidad reaparece la noción de tiempo de Borges como una vuelta inefable del sujeto a desear a vivir lo mismo…. Un punto de vista de Sotelo nos lleva al racionalismo desde el cual, a partir de la muerte de Dios, el arte predomina por excelencia y la belleza se considera un don inefable.
Las sensaciones aparecen por encima de las suposiciones que tiene un profesor en manos de un narrador omnisciente que sabe y conoce los sentimientos y las creencias que tienen ambos personajes de la historia; así surgen los laberintos en el pensamiento del autor.
Una vez más aplaudo al autor por su lenguaje a través de símbolos y metáforas…Un abrazo grande al autor.
Un abrazo que tengo que devolverte con el mismo carácter cíclico al que nos referimos al amor eterno. Muchas gracias como todas las semanas, Almudena.