El efecto K. El montador de Stalin (2012) se estrenó en el 50º Festival Internacional de Cine de Gijón en la sección competitiva Rellumes en noviembre del 2012. A pesar de las buenas críticas e impresiones el premio de la sección fue a manos del brasileño Sérgio Tréfaut por Viagem a Portugal (2011). Cinco meses después participó en la sección ZonaZine del Festival de Málaga 2013, y volvió a irse de vacío. Definitivamente no es profeta en su tierra.
Su carrera internacional comenzó en Europa a lo grande en el 47 Karlovy Vary International Film Festival de la República Checa, uno de los catorce festivales de todo el mundo con categoría A según la prestigiosa federación FIAPF. En esa categoría se incluyen festivales como Cannes, Venecia o San Sebastián.
Enseguida dio el salto a América el continente que mejor ha valorado la película. Su paso por el Nevada Film Festival 2012 celebrado en Las Vegas le proporcionó su primer premio, el Platinum Reel Award. A éste le siguieron más de una decena de premios repartidos por Estados Unidos incluyendo Arizona International Film Festival 2013, Sunscreen Film Festival 2013, Cine Las Americas 2013 y Sunset Film Festival 2013.
Pero donde realmente reforzada ha sido de la última edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2013. Competía entre otras con las españolas Blancanieves (2012) de Pablo Berger y también con Invasor (2012) de Daniel Calpasoro, siendo El efecto K. El montador de Stalin (2012) la única de las tres películas españolas que ha sido premiada, nada más y nada menos con el Premio Mayahuel Mejor Guión Largometraje Iberoamericano. Todo un logro en uno de los 52 festivales acreditados por la FIAPF y un espaldarazo definitivo para la película. Y bien seguro que no serán los últimos.
Vistos los resultados que está cosechando la película, uno se pregunta cómo es posible que pasara desapercibida para los jurados de Málaga y Gijón. Probablemente sea por su cortedad de miras, pero siendo más generoso con esos jurados tal vez prefirieron apoyar con galardones a películas que lo necesitaran más ya que El efecto K. El montador de Stalin (2012) tiene un calibre que no necesita ningún apoyo extra.
Valentí Figueres fundó en 1996 la productora Los Sueños de la Hormiga Roja y desde entonces está produciendo documentales de investigación histórica. En estos 15 años de trabajo ha ido construyéndose una carrera admirable en los documentales llegando con Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera (2009) a atesorar más de 10 premios en un recorrido por más de 40 festivales. Con El efecto K. El montador de Stalin (2012) se atreve a dar un paso más siendo su primer largometraje de ficción, aunque no puede evitar que se le note su buen oficio en el mundo del documental.
Antes incluso de rodar la película ya conseguía premios con aportaciones económicas a su guión, siendo vitales para financiar el rodaje posterior. Aún así necesitó un año para reunir el presupuesto para arrancar la película, inferior a los dos meses de rodaje, tres de montaje y algo más de cuatro dedicados a la música.
La chispa que enciende El efecto K. El montador de Stalin (2012) surge terminando su documental Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera (2009) donde el propio director descubre el valor de las “home-movies”, o grabaciones caseras. En esas cintas del siglo pasado se encuentra no solo reuniones familiares, sino también una memoria en bruto de un espacio, de un tiempo. En Toulosse se descubrió que algunos exiliados en Francia habían guardado un buen número de bobinas con “home-movies” que ayudaban a entender mejor algunos aspectos de la Europa del siglo XX, más concretamente de lo que se llamaba U.R.S.S.
Valentí Figueres consiguió atesorar más de 600 de estas grabaciones caseras y con ellas prácticamente rellena la mitad de El efecto K. El montador de Stalin (2012). Gracias a la vivencia personal del director en lo que fue la U.R.S.S. conoció bastante bien “la historia de los borrados”, aquellos que fueron eliminados de fotografías y de la memoria colectiva por lo incómodo que eran para los gobernantes de la época. Valentí Figueres siente admiración por las “no voces” que sacrificaron sus propias vidas, y aprovecha esta película para rendirles su particular homenaje y recuperar esa memoria que los poderosos no han evitado que haya sido conservada y transmitida oralmente, al margen de la versión oficial.
Con todos estos elementos se construye una historia de ficción que se aprovecha de las grabaciones caseras, la manipulación y el montaje promovido por los gobiernos soviéticos de la época y muchas historias reales de personajes bien conocidos en la historia. Pero es una historia ficticia donde el espectador debe adoptar un papel activo preguntándose en cada momento si lo que está viendo fue real o no. La película no responde preguntas sino todo lo contrario, las plantea para que el espectador reflexione como el pasado puede ser manipulado, y cómo los seres humanos participan en esto.
A través de la historia de los cineastas Maxime Stransky (Jordi Collado Conill de joven, Valentí Piñot Duxons de adulto) y de Sergei Eisenstein (Anthony Senen Ferra de joven, Joan Raga Navarro de adulto) no sólo recorreremos el Moscú de 1920, sino el Crack del 29, la Guerra Civil española, la segunda Guerra Mundial, la irrupción de la bomba atómica, el Hollywood dorado o la persecución de McCarthy a los comunistas.
Todo un decorado en esta road-movie histórica para hablarnos no sólo de la memoria, de la verdad y de la manipulación, sino también de las dos vertientes principales del cine: el cine ojo y el cine dedo. Maxime es la personificación del cine ojo, del cineasta que utiliza las imágenes para mostrar lo que hay; mientras Sergei es su análogo en el cine dedo, cineasta que entiende que las imágenes se pueden montar para subrayar o contar un mensaje. Diferencia que llega a nuestros días como el documental y la ficción. Durante las más de dos horas de metraje podremos ver como las dos vertientes se cruzan y se mezclan, siendo uno de los aspectos más interesantes de la película.
Otro aspecto a resaltar, y ya van unos cuantos, es el tratamiento de la imagen. Según la década que vamos recorriendo junto a los protagonistas así el grano de los años 20s, el technicolor en los 50s, el color y el aspecto de la guerra en los 40s, etc. Un trabajo muy minucioso que hará las delicias de los que aprecian los pequeños detalles, pero al estar contado con buen ritmo no aburrirá a nadie.
El efecto K. El montador de Stalin (2012) es una verdadera joya. Un diamante que no es para nada bruto, sino que está perfectamente pulido. Sin lugar a dudas Valentí Figueres ha parido una de las mejores películas de la temporada y un verdadero lujo para el cine español. Ojalá pronto consigan distribución y llegue al público.