El divorcio de Fígaro, en el infierno sólo hay bosques, de Ödön von Horváth

El divorcio de Fígaro, en el infierno sólo hay bosques, de Ödön von Horváth

En la obra de Ödön von Horváth, El divorcio de Fígaro, en el infierno sólo hay bosques, se representa la salida de un país imaginario del conde de Almaviva, la condesa y sus criados, Susana y Fígaro. Criados y señores se ven obligados entremezclarse con la llegada de la revolución, y le sirve a Horváth, para hacer una reflexión sobre el poder, dejando claro que no tiene mucha importancia quien lo ostente, porque el advenedizo que lo roza se siente tan elegido como al que le viene de cuna.

Ödön von Horváth es un dramaturgo austrohúngaro, hijo de un diplomático ennoblecido, que con sólo 37 años murió fulminado por un rayo en los Campos Elíseos de París, ciudad en la que residía desde que en Alemania se instauró el régimen Nazi. Por edad, había vivido todas las revoluciones, había visto caer en cascada casi todas las testas coronadas de Europa, y vio crecer las ideas anarquistas y como la revolución se extendía desde la helada Rusia por toda Europa, por lo que el dramaturgo sabía muy bien de lo que escribía cuando acometió el libreto de El divorcio de Fígaro, y él mismo era un exilado de lujo en París, pero un exilado al fin.

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«El divorcio de Fígaro», en el infierno sólo hay bosques, de Ödön von Horváth

Los personajes de El divorcio de Fígaro, en el infierno solo hay bosques, son un símbolo en sí mismos. Uno a uno, desde el conde que se niega a perder sus privilegios al mismo Fígaro, simiente de vida que consigue en un juego malabar ocupar el puesto del mismísimo conde. Fígaro significa el cambio y aporta su grano de arena para sustituir un régimen caduco por otro, que antes o después, llegará por otros caminos a caer en los mismos errores del anterior. El poder es siempre el «poder» y a quien lo tiene le varía su perspectiva y su posición.

La obra tiene tantas lecturas como espectadores la contemplen, y el talento de Alfonso Lara, su director y adaptador, es haber interpretado muy bien el rico texto de Ödön von Horváth, y una puesta en escena cercana que colorea el mosaico de personajes, hasta veinte, que podemos reconocer con facilidad e incluso identificarnos.

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Micaela Quesada, Raquel Guerrero y Juan Antonio Molina en «El divorcio de Fígaro»

El elenco de actores está muy bien elegido, emocionan y hacen reír, derribando el espacio entre el público y el escenario, en este caso delimitado con una simple reguero de arena en forma de pista de circo y unas luces que trepan paralelas hasta el techo para acabar de configurar una carpa imaginaria. Un acierto a resaltar, es la iluminación de Pau Ferrer, porque si los personajes llegan a la veintena, los imaginarios decorados van parejos y pasan del tenebroso bosque al palacio condal.

Alfonso Lara se alterna con Israel Frías el papel de Fígaro y a su mujer, Susana, criada de la condesa, la interpreta Micaela Quesada, que pone sensibilidad y fortaleza a un personaje muy rico en matices, que le permite lucirse como la buena actriz que es. A la representación que acudí a Fígaro le daba vida Israel Frías, con mucho acierto y en un punto exacto entre el cinismo y la humanidad de quién se ha tenido que hacer a sí mismo, en ningún momento se siente rechazo ante Fígaro, se le entiende, el cómo y el porqué hace las cosas. Israel Frías, cuenta con un texto excelente, y con la dirección de Alfonso Lara, que dado que se alterna en la interpretación del personaje, lo conoce por dentro y por fuera, pero la interpretación de Israel Frías es redonda.

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Raquel Guerrero y Alfonso Lara en «El divorcio de Fígaro»

El conde y la condesa son Juan Antonio Molina e Inma Isla, con su físico ambos actores tienen mucho ganado para dar credibilidad a los aristócratas exiliados, pero su labor es impecable. Juan Antonio Molina no permite que caiga su personaje en ningún momento en la caricatura y tiene mérito cuando se encarna a un conde decadente y portador de ideas caducas. Inma Isla dobla papel: primero compone una condesa distante e inteligente, para pasar sin transición alguna a representar a una comadrona que hace reír al público y en el que la actriz imprime toda su vitalidad. Tanto la condesa como la partera, son los dos personajes que tienen los pies mejor anclados en el suelo de todo el libreto.

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David Sánchez y Micaela Quesada en «El divorcio de Fígaro»

Si los cuatro actores anteriores merecen el aplauso, Manuel Brun, Raquel Guerrero y David Sánchez también lo merecen, y una mención especial, porque dentro de esa pista de circo imaginaria son un cajón de sastre, en el que se puede encontrar un caudal inagotable de emociones para componer hasta quince personajes entre los tres, dando a cada uno su propio tono, su color y su calor.

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Raquel Guerrero y Manuel Brun en «El divorcio de Fígaro»

La función merece ser vista y si tienen oportunidad no se la pierdan. Es un texto excelente y vigente, bien trasmitido por el director y los actores, con una escenografía tan funcional como eficaz de Alberto Desiles y Beatriz Solís, y el vestuario de Guadalupe Valero contribuyen a dar un acabado y una factura de calidad a la obra.

P. D.- El texto de Ödön von Horváth no podía estar de más actualidad en cuanto al cambio permanente. La obra El divorcio de Fígaro se representa en el Centro Cultural de La Villa Teatro Fernán Gómez, y al salir pudimos comprobar lo que ya sabíamos: el ayuntamiento se ha lavado las manos de su gestión y se la pasa a una empresa privada, pero la sorpresa es que ya han desmontado las letras que daban nombre al Centro de Arte, y para más inri se retiraba el nombre de Fernan Gómez la víspera del aniversario de su muerte. El actor era anarquista y por donde ande ahora no creo ni que le sorprenda ni le afecte, pero a los simples mortales nos pareció un acto precipitado y algo descortés.

*El divorcio de Fígaro, después de su exitoso paso por el Centro de Arte de la Villa de Madrid. Teatro Fernán Gómez, donde se hizo esta reseña, se representa con el mismo elenco los jueves 3, 10, 17 y 24 de abril de 2014, En la Sala Tú C/ Velarde nº 15 Madrid.

Centro de Arte de la Villa de Madrid. Teatro Fernán Gómez

El divorcio de Fígaro. Autor: Ödön Von Horváth, Compañía: Rojo y Negro, Versión y Dirección de Alfonso Lara, Ayudante dirección  Borja Vera, Reparto (por orden de intervención) Inma Isla – Condesa, Comadrona, Fantasma Condesa, Juan Antonio Molina -Conde, Adalberto, Micaela Quesada – Susana, Alfonso Lara/Israel Frías – Fígaro, Manuel Brun – Guardia primero, Joyero, Antonio, Basilio, Querubín, David Sánchez – Guardia segundo, Forestal, Pedrito,Comisario, Raquel Guerrero -Bosque, Ayte. Joyero, Josefa, Camarera, Secretaria General, Paquita, Iluminación – Pau Ferrer, Escenografía – Cía. “Rojo y Negro” / Alberto Desiles y Beatriz Solís, Vestuario – Guadalupe Valero, Ayudante Vestuario – Rosana Guerrero, Espacio sonoro – Alfonso Lara / Ramón Rico

Autor

Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.

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