En primer lugar , escribir una novela fácil de leer y de apreciar , es mucho más difícil que escribir un tostón que no lo entiende ni Perry y en segundo, considerar esta novela como híper-entretenida , dada la veracidad de los acontecimientos y la cercanía narrativa de las relaciones matrimoniales y familiares.
Aquí se forman unos tinglados de la hostia, dignos del mejor John Fante caracterizando suegros mordaces, con esa trágica ironía de la familia y el entorno perturbador de los vínculos heterosexuales. En este caso, tías que se follan al marido (o viceversa) , y críos que distorsionan la vida en pareja (o viceversa). También , cierta equidistancia con el amor caduco de Suave es la noche ( F. Scott Fitzgerald) y una suavidad feminista tragicómica. La franqueza es tan alarmante que puede acojonar.
Primero, un clásico del porno doméstico , la criada.
Segundo, todas las derivaciones falderas de su trabajo como guionista de cine.
Tercero, Beth, la mujer de Conway ; y una carta nítida como la luz blanca.
Si bien, aunque adolece de cierta violencia necesaria en este tipo de parábolas de la realidad cruel del perdedor , reitero, esta obrita de 233 páginas se lee de una tirada y agrada hasta el puro arrebatamiento del inmediato presente. Se llama abstracción. Esto no ocurre en todas las novelas. Aquí sí. Por: hábil, inteligente, amena. Joder, es lo que hay. Lo siento, morbosos. Pero ojo al parche, el libro va con culpas y miedos.
Bajo un enunciado tan determinante como éste , que viene a ser un antecedente del cariño confeso, va girando el tejido de esta comedia negra.
– ¿Ya? Te importo un carajo y lo sabes ¡ Cállate ! Yo no te importo, lo único que te importa es que pague las facturas. Y los malditos niños, ese puto batallón de niños que se supone que debo mantener y por los que trabajo hasta dejarme la piel…
No deja de ser una exculpación , un alegato de defensa frente a la alevosía de la cópula con otras mujeres que no son la señora Armitage.
El Devorador de Calabazas es la historia universal del amor y las relaciones emocionales entre hombres y mujeres , donde cada cual busca su camino aún a riesgo de destrozar la vida del consorte, y Penelope Mortimer tiene la habilidad de contarte toda esta trascendencia , sin darte el coñazo, sin postizas ensoñaciones, sin condenarte al sopor, es decir, este libro está muy bien condensado y va con media sonrisa , una profundidad dramática que encuentra una certidumbre de ilusión ( a veces eufórica , a veces no ) en las dos páginas siguientes y la suficiente complacencia para vivir aprovechando el momento. Frescura. En idiota hipster, cool fresh in del copón. A veces , con esta determinación:
– No. Jake cree que debemos vivir pensando que seguimos viviendo. Jake cree en lo inevitable de la vida.
A veces, con este magnífico ensayo sobre la condición humana:
– ¿ Creéis que los hombres se comportan así ? Puede que no. Un hombre tiene que estar borracho o loco o desquiciado por el talento para comportarse como una mujer. Pero he conocido hombres que lloran, que intentan rezar; he conocido hombres cuya pasión por la banalidad excedía con creces la mía; he conocido hombres más débiles y gustosamente victimizados por las circunstancias que yo. Hasta el amor, que se supone que nos obsesiona a todas nosotras, puede preocupar a algunos hombres hasta el extremo en que dejan de luchar…
Dice una tal Edna O’Brien , escritora irlandesa de un pueblo renombrado por el universo llamado Tuamgraney , que este libro lo deben leer todas las mujeres que conoce. Vale , pues yo os animo muchachas. Ponerse en vuestra piel y sentir la suavidad de vuestra maravillosa cutícula mola más que una loca del coño en un curso de alfarería indígena, y como me gustan las locas inteligentes, me he enamorado mucho de la señora Armitage. Una perfecta milf que viene a ser la guapa escritora de esta novela, Penelope Mortimer, Seis criaturas , cuatro papás , alguna tentativa de suicidio y un psicoanalista más freudiano que Freud y Los hermanos Karamázov ,
Como diría una redactora del Cosmopolitan , penetrante , exhibe culpas y temores, Caray, eso es. Literatura vacua cero. Una heroína caminando hacia la fragilidad emocional y el pedestal de un hombre derrumbándose. Entre medias , una torre construida en el campo, la alegoría de la felicidad en mitad del caos.
Sobre esos materiales tan pasionales , sale a flote sin embargo un juicio extraordinario, que es una fórmula de supervivencia sin demasiada agonía: nadar en aguas turbias sin molestar al lector. Pero avisando.
Vale, debería traer un espejo retrovisor. Sobresaliente.
El devorador de calabazas, Penelope Mortimer, traducción de Magdalena Palmer, Impedimenta, 2014.