La realidad puede ser una peligrosa fuente de inspiración para un escritor, especialmente si toma como base personas de su círculo más íntimo. Woody Allen lo mostró de manera magistral en Desmontando a Harry, donde nos contaba la historia de un novelista que veía cómo sus amigos y conocidos se enemistaban con él al verse reflejados en sus escritos.
Mariano Cohn y Gastón Duprat, pareja de realizadores que despuntaron con El hombre de al lado, reinciden en el asunto en El ciudadano ilustre. Los cineastas argentinos siguen los pasos de un afamado literato, ganador del premio Nobel, que decide volver a su localidad natal, fuente de inspiración para muchas de sus narraciones, cuando se encuentra en una época de sequía creadora. Su llegada a la población después de cuatro décadas de ausencia desatará diversas reacciones entre unos ciudadanos que celebran tener un paisano famoso, pero que parecen reprocharle que les haya ridiculizado en sus textos a través de unos personajes que son un mero trasunto de ellos mismos.
La asistente personal de un famoso escritor (Nora Navas) intenta organizar la agenda de su jefe, un novelista ganador del Nobel (Óscar Martínez).
El dúo de directores utiliza la trama para reírse con generosas dosis de humor negro del mundo literario, pero también de un cierto provincianismo. Sin duda, el discurso del protagonista, que abre de manera magistral la película, pone al descubierto las servidumbres de ciertos premios más o menos honoríficos, que pretenden honrar a un artista cuando éste ya ha dado lo mejor de sí mismo. Por otra parte, la soberbia y la superioridad que hace gala el personaje principal, un escritor quizá demasiado consciente de su propia inteligencia, refleja muy bien la personalidad de ciertos novelistas estrella que se encuentran por encima del bien y del mal.
Por otra parte, el largometraje deja patente la estrechez de miras de ciertas áreas rurales, en este caso una población de la Argentina más profunda, a la hora de abordar la cultura. Las componendas del alcalde, dispuesto a utilizar la visita del ciudadano ilustre en su propio beneficio, y la serie de actos, a cada cual más surrealista, a los que se verá obligado a asistir el célebre narrador dejan patente la nula sensibilidad artística de la mayoría de los vecinos del lugar.
La antigua novia del Nobel (Andrea Frigerio) le pide explicaciones al que fuera su antiguo amor (Óscar Martínez)
Los cineastas imprimen al conjunto una saludable mala leche, especialmente evidente en sus diálogos, y sacan el mayor partido posible a un espléndido Óscar Martínez, ganador de la Copa Volpi al Mejor Actor en la Mostra de Venecia 2016, que aporta un adecuado toque cínico a ese novelista en crisis que acaba encontrando inspiración en su vuelta a las raíces. No obstante, cierta tosquedad en la puesta en escena, en algunas ocasiones muy pedestre; el retrato excesivamente grotesco de algunos ciudadanos de la población que visita el protagonista y un giro final quizá demasiado efectista deslucen un tanto una más que divertida sátira que deja al descubierto las miserias de los seres humanos y la falsedad que reina en nuestras relaciones sociales.
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