En febrero de 2007 veía la luz El Carbayón, la ópera prima de Francisco Gijón, como una autoedición concebida para «repartir entre un reducido círculo de familiares y amigos«. Las reacciones de los primeros cien lectores de esta novela ambientada en un pequeño pueblo de Asturias y la trama altamente singular de su argumento, basado en el más puro realismo fantástico, hicieron que el autor tuviese que atender la demanda de nuevos volúmenes.
Hasta la fecha, más de tres mil quinientos lectores han disfrutado de esta fascinante novela, de este cuento moralizante, de esta obra amable cuya única aspiración era entretener y que, sin embargo, ha logrado conmover y emocionar durante siete años a quienes se han asomado a sus páginas.
Es lógico que el autor sienta grandes afectos hacia sus personajes, variopintos y extraños (Lardelo, el farero de Luarca cuya llegada al hogar es anunciada horas antes por el ladrido de los perros; el párroco don Severiano, siempre agudo e ingenuo; Lorenzo, el protagonista; la mentirosa Silvia, una niña enigmática que toca la gaita frente al mar para reclamar la presencia de las sirenas; Telmo Antuña, el fabricante de madreñes cuyo espíritu se aparece en las curvas de la carretera de Novellana a Santa Marina para pedir tabaco a los conductores; Santos, el perro que juega al ajedrez y que vive de la caridad; Feito, el lucense; la traumatizada Enedina, quien escuchó el grito de las almejas vivas cuando las cocinó…). Son tantos y tan peculiares los protagonistas que desfilan por las páginas de esta obra coral, que el autor se vio en la necesidad de acometer una segunda parte (La tejera de las xanas, de reciente aparición) con el fin de satisfacer la curiosidad del público y, reconocido por él, «por pura nostalgia de regresar a Moaña, el pueblo imaginario de sus protagonistas».
Un roble (carbayón en bable) en medio de un jardín al borde de un acantilado es la excusa onírica perfecta para desarrollar una trama fascinante y etérea en la que realidad y ficción se imbrican hasta tal punto que el lector nunca sabe cuál es la verdadera intención del narrador y a dónde le lleva su historia. El reconocimiento de El Carbayón fue tan grande entre los lectores, adultos agradecidos de ser persuadidos de que no hay límite de edad para disfrutar de un buen cuento, que en agradecimiento, su autor decidió donar los beneficios íntegros de la obra a la familia del pequeño Juan Jiménez de la Calle, un niño de diez años que padece el llamado Síndrome de Schimke, una enfermedad denominada «rara» que en todo el mundo tan sólo padecen él y otra niña en los Estados Unidos. La estremecedora lucha contra la enfermedad por parte de la familia de Juan hizo que Francisco Gijón encontrase por fin el verdadero sentido de su primera novela, siquiera por gratitud al público y por sensibilidad hacia la infancia como don irrenunciable. Hay que decir que el argumento fundamental de El Carbayón no es otro que la lucha de un niño, que no entiende por qué no crece, por encontrarle sentido a la vida.
Historias paralelas se suceden dentro de El Carbayón, y todas ellas evocan en nuestro interior las voces de unos sentimientos profundos que permanecen anclados desde la tierna infancia en nuestro subconsciente colectivo.
Disponible en papel y en formato digital, revertidos sus derechos comerciales en una buena y justificada causa, El Carbayón es, sin duda, la obra que más feliz ha hecho a su autor.
SINOPSIS:
Es muy peligroso asomarse al borde de un acantilado y sostenerle la mirada al mar. Si lo haces, los pies comienzan a balancearse solos y de ahí a dar un paso no hay nada. Es cierto que siempre decimos que a la mar no se le puede perder la cara, pero hay que estar muy preparado para sostenerle la mirada y no caer en el embrujo de las sirenas que asoman sobre las espumas que braman o para que no se apoderen de nosotros los terrores de las aguas y el torbellino nos arrebate de la noche como arrebata la tempestad a los barcos de su lugar. A medio camino entre el realismo mágico y la magia de la vida cotidiana, El carbayón es una novela cargada de intensas reflexiones que atrapan al lector desde las primeras páginas. Obra de personajes vívidos y claramente perfilados, su tono irónico resta seriedad a las ideas trascendentes que salpican cada recodo de su narración. Con su estilo cuidado y eficaz, El Carbayón es una obra cuya lectura no dejará indiferente al lector avezado.