El amor juega a la inmortalidad. Esto es, los amantes juegan a que su amor será eterno. Como todo jugador, es perdedor. ¿Sabrán los amantes alguna vez si son buenos o malos perdedores?
Empecemos por el principio, por las mujeres. Ellas siguen buscando al príncipe azul, ya modernizado con toques de glamour viajero o literario, o sensible o emocionalmente inteligente.
Los hombres heterosexuales suelen hacer el papel de tontos útiles que se dejan llevar por el impulso de las mujeres, a pesar de que crean que ellas deliran, pero se guardan mucho de expresarlo.
En compensación, los hombres suelen ser monógamos sucesivos más veloces que sus parejas femeninas, generando en ellas los consabidos celos por sus miradas o escapadas en dirección a otras féminas.
Finalmente nadie recibe lo que creía merecer en un principio. Ni la mujer un príncipe azul, ni que sea temporalmente, ni el hombre el sexo y el servicio doméstico por el que pagó el pequeño precio de volverse un animal doméstico (un tiempo).
¡Ah, me olvidaba! El amor incondicional dura lo que dura ese minuto inicial de delirio compartido. (Ya sabéis, esa historia de príncipes que no ranas).
A esta sencilla historia se reduce el amor normal en parejas heterosexuales occidentales de hoy en día. Las coletillas vienen en forma de progenie lo que, en los países desarrollados, comporta un reflejo de responsabilidad en pos de su crianza.
Hay excepciones, me diréis. Sin duda, pero suelen acabar en la cuneta de la homosexualidad, a marchas forzadas.
La mujer y el hombre heterosexuales de hogaño se encuentran en un difícil periodo de transición hacia otras latitudes, mediante otros derroteros, pero no hay situaciones ideales.
Para las mujeres, los hombres constituyen el objeto de una rara proyección de tipo freudiano y para los hombres, las mujeres constituyen simple y llanamente un misterio que ya consideran insoluble.
El egoísmo europeo, por no mentar otros continentes, se manifiesta fatalmente en los procesos de separación y divorcio, que alcanzan, puntualmente, a la mayor parte de las parejas. No me extenderé en las sevicias mutuas que se propinan ambos cónyuges durante el proceso.
Traigo a colación aquí, por último, los beneficios de la convivencia prolongada, que se da, como digo, cada vez en menos parejas, y que extiende un manto de mutuo egoísmo protector sobre ambos contendientes.
Al finalizar el recorrido vital, estas parejas longevas permiten atisbar, desde su atalaya, los devastados paisajes de la guerra de sexos, imperante un poco por doquier.
El amor es como el ajedrez, un juego de estrategia y de simulación; el que piense y razone la jugada llevará la delantera y su posición será mejor. La jugada tiene un final, no es eterno…El pensamiento es muy importante para jugar bien en el amor además de los sentimientos de afecto y atracción casi obligatorios e indispensables para que se dé.
¿Acaso el amor es incondicional? En la vida todo se basa en el razonamiento; si y solo si…condicional puro para que se den unas consecuencias y resultados claros. Si uno no razona ni piensa, está perdido en un mundo como el nuestro o mejor dicho, está en el «limbo», en una «nube», sin saber ni conocer.
El canon del hombre occidental muchas veces es el egoísmo por excelencia; el individualismo, el «yoísmo», es decir, en creernos el centro del universo. El hombre ha perdido los valores, muchas veces las creencias y, solo ante el mundo se crece…no le hace falta nada, hasta puede prescindir de su pareja, ya sea hombre o mujer…y hasta del amor. A veces somos puras máquinas del consumo y nos olvidamos de «ser», de «vivir», de «amar»….
El Otro, la alteridad, el que está frente a nosotros es nuestro reflejo…y quizás si compartimos una vida en común con él o ella, en plena libertad y confianza, podamos llegar a un proceso de convivencia prolongada donde compartir sea real y un vivir cada cual su vida en relación a los demás…
La eternidad en un amor cíclico partiendo de un origen para llegar al mismo destino, un círculo temporal de «ser» y «vivir» …
Enhorabuena a José Zurriaga una vez más por traernos a la memoria y recordarnos la belleza del amor, su color y sabor..Un artículo con el glamour del jazz…espléndido. Un abrazo.
Encantadora Almudena Mestre, encantadora de serpientes como sierpe es este artículo que tú te has echado al coleto. Magnífico comentario que nos deja en puertas de un nuevo artículo con el que contrarrestar las andanadas que me lanzas…Sólo diré que la buena vida siempre es posible, ahí están las pocas parejas que llevan juntas un largo trecho, pero que los cantos de sirena son poderosos y no sólo andan a la vuelta de la esquina sino en el corazón mismo y en la mente de la mujer y del hombre occidentales. Yo sólo he levantado acta…
bueno, pedazo de tema, donde intervienen tres, como casi siempre; a ver, y esos tres personajes principales son: Vida-Amor-Muerte, pues como el Lenguaje ternario, siempre son tres los temas centrales en contienda; más allá o acá de la cacareada «guerra de los sexos», un engendro sistémico para entretener a mentes enfermas y habidas de poder.
Así, más allá o acá del mismísimo Platón, culpable intelectual como nadie de la práctica milenaria occidental de lo Mismo y lo Otro, de todas las terribles consecuencias que, desde su República, devinieron, devienen y devendrán a esta harta y loca «Humanidad».
A ver, veamos a tres más, por ejemplo: Ideal-Conciencia-Realidad, pues inevitablemente tendemos a idealizar, pero hay que, necesariamente, matar al amor platónico en aras de la paz «conyugal», caso de que, a esta marcha, queden parejas al uso, es decir, todo está en convulsión, en cambio acelerado, debido a tanta farsa por desvelar, no???
Sin olvidar jamás a Schiller y su aviso sobre declararse uno «idealista», ya que ello nos conduce a la aniquilación (genocidios del siglo XX y de hoy). En fin, quería hablar de los puntos siguiendo al autor, pero mi discurso discurre como veis por otros derroteros, continuará…
Roranna Tepuy
Me gusta la música, tiene swing, pero la letra no es la que pondría yo, como bien sabes, Roranna. Muchas gracias por el comentario. Besos.