El cine español contemporáneo ha abordado en varias ocasiones la necrofilia de los empleados de la morgue. Sin ir demasiado lejos, en el corto Aftermath (1994), el director Nacho Cerdá mostraba en imágenes la historia de un forense que se entregaba a repugnantes prácticas con los cuerpos de las muertas. Por otro lado, en Siete mil días juntos (1994), Fernando Fernán Gomez nos presentaba a un doctor de un instituto anatómico con los rasgos de Agustín González que disfrutaba fornicando con algunas de las fallecidas que llegaban al lugar.
Dentro de este particular subgénero podemos incluir El cadáver de Anna Fritz, ópera prima como realizador del guionista Héctor Hernández Vicens. El filme sigue los pasos de un celador y dos de sus amigos que se internan en la morgue de un hospital para ver a una estrella del mundo del espectáculo que acaba de morir. Allí decidirán tener relaciones con el cuerpo inerte de la actriz. No obstante, se verán sorprendidos por un acontecimiento que ni imaginaban.

Albert Carbó, Cristian Valencia y Bernat Saumell son los tres protagonistas masculinos de El cadáver de Anna Fritz
En esta ocasión , el realizador opta por distanciarse tanto del gore de la cinta de Cerdá como del humor negro de la película de Fernán Gómez para adentrarse en el territorio del thriller con elementos propios del terror. Hay en esta historia una cierta filiación con Colapso (Angustia), célebre episodios de la serie Alfred Hitchcock presenta donde el mago del suspense mostraba un caso de catalepsia , pero también algo del discurso moral envuelto en morbidez de muchas historias de los cómics Tales From The Crypt.
Casi en tiempo real y centrándose en el propio depósito de cadáveres como escenario principal, el realizador catalán nos enseña la reacciones de unos jóvenes desbordados por las consecuencias de un acto detestable que han cometido. A partir de ese momento su amistad se pondrá en entredicho y saldrán a relucir algunos de los peores sentimientos humanos, como la cobardía y los deseos de matar.
Hernández Vicens imprime el necesario suspense al filme y saca provecho de un inquietante decorado aséptico que otorga al conjunta una extraña atmósfera malsana. El largometraje se beneficia, además, de una más que competente reparto, donde destacan Christian Valencia, en el papel del más perverso miembro del grupo de colegas, y Alba Ribas, que vuelve a encarnar un personaje ambiguo en la senda de su rol en la terrible Xp3D, aunque aquí cuente con un material de base más solvente que en la cinta de Sergi Vizcaíno.
No obstante, El cadáver de Anna Fritz dista de ser una película perfecta. El director estira en exceso su leve trama y no desarrolla un aspecto apensas apuntado en el largometraje: la fascinación por las celebridades de ciertos sectores de la clase baja y media.